«España no es Grecia, pero tampoco es Alemania. El ratio deuda PIB español no permite comparación con el del país heleno y es incluso más bajo que el alemán, pero no hay más que ver la respuesta fiscal a la crisis económica, el déficit público español dobla prácticamente al alemán y se acerca mucho al griego, para entender el por qué de la comparación»
Grecia está claramente en una trayectoria de deuda insostenible. Esaña no está en esa situación, por eso hoy paga la mitad por su deuda pública, pero hay elementos muy preocupantes en la dinámica de la deuda española. El Gobierno de España tiene que demostrar a sus acreedores que ha entendido la crisis griega. Si no lo hace pronto, éstos empezarán a pensar que el país no tiene voluntad ni capacidad de pago. Las consecuencias serían nefastas. (ABC) EL CONFIDENCIAL.- El sistema financiero, ajeno al cambio de ciclo que comenzará a materializarse a partir de la segunda parte de este año (aunque todavía de forma tenue y en cualquier caso insuficiente para crear puestos de trabajo) tiene por delante un bienio muy complicado. Por no decir sombrío. Sobre todo en relación a la tasa de mora, que alcanzará el 13,3% el año que viene. EL PAÍS.- El problema de España no es la deuda pública, sino el paro. ¡Un 20%, un 40% de paro juvenil! El Gobierno toma la línea opuesta a la que recomiendan organismos tan poco sospechosos de izquierdistas como el FMI: no retirar estímulos hasta que salgamos de esta. "Además es urgente una subida de impuestos a las rentas altas que acabe con la falta de progresividad en el sistema fiscal, para gastar ese dinero en empleo público y en estimular la demanda. Editorial. ABC Lectura española del drama griego ESPAÑA no es Grecia, pero tampoco es Alemania. El ratio deuda PIB español no permite comparación con el del país heleno y es incluso más bajo que el alemán, pero no hay más que ver la respuesta fiscal a la crisis económica, el déficit público español dobla prácticamente al alemán y se acerca mucho al griego, para entender el por qué de la comparación. El problema no es la historia económica reciente, eso es lo que mide el ratio de deuda, sino el futuro de ambas economías, sus posibilidades de crecimiento con el corsé de la Unión Monetaria en un escenario de creciente aversión al riesgo, drástica consolidación fiscal y con una importante pérdida de competitividad acumulada. Cuando los inversores internacionales comparan España con Grecia no están cayendo en estereotipos insultantes, ni en conspiraciones seculares, sino que están cuestionando racionalmente la capacidad de crecimiento de ambas economías y la voluntad política y madurez social para realizar reformas estructurales dolorosas pero necesarias. Grecia está claramente en una trayectoria de deuda insostenible. No puede hacer frente a sus obligaciones exteriores sin ayuda concesional, sin que alguien le subsidie los pagos de intereses que le exige el mercado. Esa es la labor del FMI y parece que finalmente también la Unión Europea va a poner algo de dinero blando. España no está en esa situación, por eso hoy paga la mitad por su deuda pública, pero hay elementos muy preocupantes en la dinámica de la deuda española. Primero, el plan de estabilidad presentado en Bruselas sencillamente no es creíble y exige precisiones importantes tanto en el lado de los ingresos, donde el optimismo sobre la intensidad de la recuperación es exagerado, y de los gastos, donde el plan es puro voluntarismo en un Estado de las Autonomías tan complejo. Segundo, la deuda crece cada semana con un nuevo plan económico anunciado por un gobierno desorientado que no parece haberse dado cuenta de que sencillamente no hay financiación disponible para un país que no ha demostrado ser capaz de crecer sin estímulos artificiales. Tercero, no hay voluntad política de realizar las reformas estructurales de calado que liberen el potencial productivo de la economía española y sin ellas, aritméticamente, el ratio deuda PIB crecerá de manera pasiva. El Gobierno de España tiene que demostrar a sus acreedores que ha entendido la crisis griega. Si no lo hace pronto, éstos empezarán a pensar que el país no tiene voluntad ni capacidad de pago. Las consecuencias serían nefastas. ABC. 12-4-2010 Opinión. El Confidencial La mora de la banca alcanzará el 13,3% en 2011, el mayor nivel de la historia C. Sánchez La incipiente mejora de los indicadores macroeconómicos -sin creación de empleo- tendrá importantes limitaciones. En particular en el sistema financiero, que ajeno al cambio de ciclo que comenzará a materializarse a partir de la segunda parte de este año (aunque todavía de forma tenue y en cualquier caso insuficiente para crear puestos de trabajo) tiene por delante un bienio muy complicado. Por no decir sombrío. Sobre todo en relación a la tasa de mora, que alcanzará el 13,3% el año que viene. El escenario se presenta tan complicado que Analistas Financieros Internacionales (AFI) dibuja un negro panorama no sólo hasta ese año, sino hasta 2014. Un dato. Hasta ese ejercicio el conjunto del sistema no recuperará los niveles de crédito registrados en 2008. Dicho en términos más precisos. La inversión crediticia para el conjunto del sistema financiero caerá un 5,6% en 2010 y 2011. O lo que es lo mismo, disminuirá en unos 100.000 millones de euros. Es decir, un quinquenio perdido desde el punto de vista de los créditos concedidos a los agentes económicos, en última instancia el corazón del negocio del sistema financiero. y la gasolina que mueve la actividad económica. Pero no sólo eso. AFI prevé “un crecimiento virtualmente cero en los depósitos de clientes durante 2010, e inferior al 5% anual hasta 2013”. Y lo que es todavía más preocupante. Se trata de un escenario en el que el calendario de vencimientos de la banca -el dinero que hay que devolver a quienes se lo prestaron en los años del boom- lejos de disminuir seguirá creciendo. Hasta el punto de que en 2010 bancos y cajas tendrán que devolver nada menos que 85.000 millones de euros, de los que 35.000 millones corresponden a las cajas y el resto a los bancos. Pero es que en 2011 tendrán que reembolsar a sus acreedores otros 85.000 millones de euros. Eso obliga a captar en los mercados 170.000 millones en dos años en un contexto extraordinariamente difícil. No en vano, las necesidades de financiación del Tesoro Público español continuarán siendo muy elevadas. Analistas Financieras, en concreto, estima que el brazo financiero del Estado tendrá que captar este año unos 230.000 millones de euros brutos. O dicho en otros términos, unos 80.000 millones en términos netos (descontando las amortizaciones). Como se observa, una cantidad impresionante que tendrá que captar el sistema financiero compitiendo directamente con los tesoros públicos. Y hay que tener en cuenta, para más complicaciones, que el Banco Central Europeo ha comenzado a retirar sus inyecciones cuantitativas de liquidez, lo que significa que cada vez será más difícil obtener fondos del BCE. Estrategia de retirada Se trata de la peor de las noticias para unas entidades financieras que han recibido en los dos últimos años nada menos que 1,5 billones de euros en operaciones de liquidez, pero que como sostiene AFI, están a punto de acabar. “El BCE”, aseguran los expertos de la sociedad que preside el profesor Emilio Ontiveros, “ha dado comienzo a su estrategia de retirada de los apoyos cuantitativos con una última subasta full allotment a 6 meses el 30 de marzo”. La captación de depósitos es, por lo tanto, crucial desde el punto de vista del reequilibrio patrimonial de bancos y cajas, pero AFI recuerda que las entidades que necesiten crecer, sólo lo podrán hacer a base de “robar” cuota de mercado, lo que implica necesariamente una ruptura de precios. Es decir, pagar más por los depósitos, lo que estrecha el margen de negocio. A esta estrategia, aseguran los analistas de AFI, responde la “guerra de pasivo desatada en las últimas semanas”. Este aumento de la remuneración del pasivo (los depósitos) junto con una reducción del margen que se cobra por el activo (el precio del dinero de los créditos) reducirá nada menos que un 19% el margen de intereses en 2010, pero es que para 2011 se estima una caída adicional de otro 15%. En el caso de las cajas de ahorros, el margen de intereses estimado para 2010 supondría una caída del 25% respecto al de 2009. En 2011 se estima una caída adicional de otro 13%. Según AFI, además del margen financiero, el segundo elemento determinante a la hora de proyectar los resultados para los próximos años será la pérdida esperada derivada de la cartera crediticia morosa y su impacto contable. Y para ello, considera los activos morosos contables, las adjudicaciones futuras y los fallidos propiamente dichos. Analistas Financieros Internacionales denomina a estas tres partidas los activos dañados, y en su opinión ascenderán a 231.516 millones de euros. O lo que es lo mismo, el 13,3% de la inversión crediticia, con diferencia el mayor nivel jamás alcanzado por la economía española, tanto en términos relativos como absolutos. Inversión crediticia Para hacerse una idea de lo que ha crecido la mora en los términos que expresa AFI hay que tener en cuenta que en 2007, al comienzo de la crisis, se situaba en el 1,1% de la inversión crediticia. Dos años más tarde, había ascendido hasta el 9,7%, pero en 2011, como se ha dicho, llegará al 13,3%. De este porcentaje, cinco puntos tendrán que ver con la mora contable, 4,1 puntos con las adjudicaciones y 4,2 puntos con los fallidos. La mora, sin embargo, y como es lógico, no tendrá un comportamiento homogéneo. Se concentrará en algunas entidades con dificultades para hacer nuevas provisiones. AFI no da nombres, pero tras realizar “una evaluación entidad a entidad” llega a la conclusión que “entre un 13% y un 17% del total de los activos estarían gestionados por entidades que podrían presentar pérdidas en el período 2010-2011 derivado de la incapacidad de hacer frente a las dotaciones específicas con sus reservas y cuenta de resultados”. La mayor parte de esas pérdidas esperadas tiene que ver con la crisis inmobiliaria. Y según datos de AFI no se trata de un asunto menor. Todo lo contrario. Con datos a diciembre de 2009, el volumen de activos inmobiliarios dentro del balance del sistema financiero asciende a 57.941 millones de euros. Y de esa cantidad, nada menos que 38.091 millones corresponden a las cajas, lo que refleja claramente la travesía del desierto que les espera. En particular, a las más expuestas al ‘ladrillo’. Por último, las estimaciones de AFI de tipos de interés sitúan el Euribor a 12 meses en el 2,25% para final de año 2011, y en el 1,8% la referencia a 3 meses, manteniéndose un diferencial entre ambos plazos similar al que presentan en la actualidad. EL CONFIDENCIAL. 12-4-2010 Opinión. El País El Estado de bienestar va rumbo a la UVI Claudi Pérez La Gran Recesión tenía que cambiarlo todo: el mercado libre o libertino, el dominio de una casta con mucho más dinero que sentido común, los excesos del capitalismo de casino. Una ola de intervención pública -de más Estado- cuando peor iban las cosas evitó una Gran Depresión. Irónicamente, sus consecuencias devuelven el péndulo cerca de donde estaba: "Una crisis que puso en duda el futuro del capitalismo acabará por poner en duda el futuro del Estado", ironiza desde Washington el sociólogo Norman Birnbaum (…) ¿Puede España garantizar su Estado de bienestar tras el derrumbe de un modelo económico antaño burbujeante? La respuesta arquetípica en economía, y puede que en política, es un melancólico depende. Pero no es aventurado decir que vienen curvas: los ajustes (sin eufemismos: recortes de gasto y subidas de impuestos) son impepinables a corto plazo si como hasta ahora mandan los mercados. Aunque, atención: de ser así se corre el riesgo de truncar de raíz una recuperación que ni siquiera ha comenzado aún. Y a más largo plazo, el debate de nunca acabar de las reformas estructurales deberá traducirse en algo tangible. En plata: más recortes. Una vez más, eso es lo que sucederá si los mercados siguen dictando el guión, y no está claro que los políticos puedan (y ni siquiera que deban) llevarles la contraria: ahí está el caso de Grecia, tan diferente pero también tan amenazador. A corto, a medio y a todos los plazos, eso, en pocas palabras, son malas noticias. Conflictos a la vista. A mediados del pasado siglo se ponen los cimientos de una forma europea de entender el capitalismo que incluye sanidad y educación universales, y lo que en su momento fue una revolución: las pensiones. Seguridad desde la cuna hasta la muerte. En España eso empieza más tarde, pero se desarrolla con rapidez: "En sólo tres décadas se ha puesto en pie un edificio que aún no es comparable con el Estado de bienestar de los países nórdicos, ni siquiera de los centroeuropeos, pero con unos estándares aceptables", asegura Jesús Fernández-Villaverde, de la Universidad de Pensilvania. "El problema es que, con el tiempo, el Estado -y las autonomías, que no son más que eso mismo: Estado- hace cada vez más cosas porque la riqueza del país se multiplica, la población aumenta y demanda más servicios, la esperanza de vida sube. Y en paralelo, izquierdas y derechas se meten en una carrera de reducción de impuestos con el argumento falaz de que eso se traducirá en más actividad económica y a la postre más recaudación. Hasta que ese edificio se viene abajo con la crisis, que de alguna manera va a obligar a repensar ese contrato social que llamamos Estado de bienestar", asegura el profesor del IESE Alfredo Pastor, ex secretario de Estado de Economía socialista (…) "España quiere ser Suecia y a la vez EE UU: quiere flexibilidad y bajos impuestos, como los estadounidenses, y a la vez un gasto social elevado y un Estado de bienestar impecable, como los suecos. No se puede ir en las dos direcciones: hay que escoger", critica André Sapir, de Bruegel. Y más ahora. Las huellas de la crisis van a ser profundas en términos de paro, empobrecimiento de las clases medias y desigualdad, pero también en lo relativo al déficit y la deuda. Cuando alguien ha estado al borde de la muerte eso le hace revisar sus prioridades y valores: el capitalismo lo estuvo en algún momento de octubre de 2008, tras la caída de Lehman Brothers; ahora son algunos Estados -y España está en esa lista negra- los que se enfrentan a una situación potencialmente devastadora. Es el momento de repensar algunas cosas. "En España y en otros países mediterráneos los Estados de bienestar son muy ineficientes, y además no mueven suficientes recursos de ricos a pobres", critica Alberto Asesina desde Harvard. "Es necesaria una combinación de reducción del fraude, recortes en el gasto y reformas que no perjudiquen a los más desfavorecidos. Hay muchos grupos sobreprotegidos (desde el improductivo funcionariado a los prejubilados de 50 años) cuyos beneficios deben ser reducidos", afirma donde más duele. (…) hay un cierto acuerdo en los boquetes de ese edificio. Ignacio Zubiri, de la Universidad del País Vasco, describe algunos: "Es intolerable que el ex director general de una entidad financiera cobre el paro, es inadmisible que las ayudas a la natalidad sean exactamente iguales para un Botín que para alguien sin apenas ingresos, es inaceptable la supresión del impuesto sobre el patrimonio o las enormes rebajas en sucesiones, o la tributación de las Sicav, o en general la cada vez mayor falta de equidad del sistema fiscal, y es imprudente que algunas pensiones no contributivas no se financien vía impuestos, o que nos jubilemos a los 62 años: eso es insostenible porque, al fin y al cabo, como país somos más pobres, bastante más pobres de lo que creíamos. Hay que redefinir el Estado de bienestar, dirigirlo a quien realmente lo necesita". Luis de Guindos, ex secretario de Estado con el PP, asegura que hay margen para retocar "la inversión pública, los sueldos de los funcionarios (teniendo en cuenta que no son precisamente ellos quienes van a perder el empleo y que algún genio aumentó su sueldo el 3,7% en 2009), hay margen de mejora en la gestión de las autonomías en sanidad y educación, y se pueden tocar aspectos de las pensiones como la ampliación del plazo de cotización. Nos jugamos mucho si eso no se hace y España sigue perdiendo credibilidad fiscal". En fin: la diana señala a los funcionarios y tal vez a los futuros pensionistas, a la inversión pública y a las subidas de impuestos: "Eso es tan desafortunado y tan triste como necesario", afirma categórico el catedrático de la UPF Guillem López-Casasnovas, uno de los grandes expertos españoles en Hacienda Pública. "De lo contrario hay serios riesgos de tener una crisis fiscal a la griega", abunda. No hay comidas gratis: una economía que ha vivido por encima de sus posibilidades debe purgar sus excesos tarde o temprano. "La clave será repartir las cargas de la crisis: hay que poner sobre la mesa varias píldoras muy duras de tragar. Y hacer que toda la factura recaiga en sindicatos, funcionarios y beneficiarios del gasto social sería inaceptable: hay que subir impuestos a las rentas altas para que el ajuste no penalice mayoritariamente a las clases populares", señala López-Casasnovas. (…) A pesar del agujero en las cuentas públicas, el grueso del Estado de bienestar no puede permitirse estar en crisis porque sus prestaciones ya son reducidas. No parece fácil bajarle el sueldo a un país de mileuristas para que la economía gane competitividad, como piden algunos premios Nobel. Y la misma lógica vale para el Estado de bienestar: es tremendamente difícil recortar las pensiones cuando la pensión media es tan baja (775 euros). Ni uno solo de los 15 economistas, sociólogos y políticos o ex políticos consultados para este reportaje cree que haya que rebajar los servicios fundamentales. "Reducir el gasto en educación sería un desastre: España ya ocupa pésimos puestos en términos de fracaso escolar, paro juvenil o competitividad como para planteárselo", apunta el ex ministro socialista Jordi Sevilla. "Lo mismo ocurre con sanidad y pensiones; por ahí sólo es posible actuar desde las reformas estructurales, desde el pacto y con la seguridad de que los efectos sólo llegarán a largo plazo: reconversión industrial del modelo sanitario (un debate serio sobre el copago, una reforma focalizada a tratar a los enfermos crónicos y a los dependientes), retoques en las pensiones (ampliación selectiva de la edad de jubilación, financiación con impuestos) y evidentemente una reforma laboral", añade Sevilla. El sociólogo Gregorio Rodríguez Cabrero considera que los recortes, además, pueden ser contraproducentes. "El gasto en educación, sanidad y servicios sociales es una gran fuente de empleo, contribuye a generar demanda, incrementa la productividad: es una inversión social de futuro y aumenta el bienestar del presente. El fetichismo del déficit aboga por la contención del gasto, pero la obsesión por el déficit será una fuente potencial de conflictos sociales", advierte. En el fondo, tras la supuesta crisis del Estado de bienestar se esconde un jugoso debate ideológico de fenomenales consecuencias para la ciudadanía. A un lado, los mercados, los bancos y una parte de los economistas, advirtiendo del negro futuro de un país con un déficit que supera el 10% del PIB. Al otro, quienes piensan que el debate está excesivamente viciado por la sostenibilidad financiera, por el economicismo, por quienes sostienen que las matemáticas del déficit definen la agenda política por una combinación de cobardía y miopía política. Vicenç Navarro, de la Pompeu Fabra, es uno de ellos. "Mientras EE UU contrata a miles de funcionarios, aprueba una reforma sanitaria a la europea y sale con ello de la crisis, España decide recortar el 80% la oferta de empleo público, se obsesiona con el déficit, ve como algo inevitable la cura de adelgazamiento del Estado. El problema de España no es la deuda pública, sino el paro. ¡Un 20%, un 40% de paro juvenil! El Gobierno toma la línea opuesta a la que recomiendan organismos tan poco sospechosos de izquierdistas como el FMI: no retirar estímulos hasta que salgamos de esta". "Además", añade, "es urgente una subida de impuestos a las rentas altas que acabe con la falta de progresividad en el sistema fiscal, para gastar ese dinero en empleo público y en estimular la demanda", avisa Navarro, en una tesis que defiende también -con matices- Josep Borrell: "Sistema fiscal y Estado de bienestar están directamente relacionados; es un error reducir una parte y pensar que la otra no se va a ver afectada" (…) Moisés Naím, director de Foreign Policy, tercia en la polémica entre más Estado o más mercado, decantada a favor del segundo en los últimos tiempos. "El reto no es Estado o mercado, es combinar ambos: ya se ha visto que no funcionan por separado. No hay recetas simples: el Estado no puede jugar el mismo rol en la sanidad que en las telecomunicaciones, en defensa que en la regulación del sistema financiero. El desafío del Estado de bienestar europeo es responder a los retos que supone la evolución de la demografía, de una economía política de derechos adquiridos que tal vez no se pueden mantener y a la distribución de poder entre generaciones, entre regiones y entre sectores ante las amenazas que deja la crisis". Hay polémicas que surgen en cuanto se abre ese debate sobre Estado y mercado: el exceso de televisiones en algunas comunidades autónomas; los informes absurdos y costosísimos que encargan las administraciones; los sueldos de los centenares de asesores que pululan alrededor de los Gobiernos central, autónomo y local; ese funcionario a quien todo el mundo conoce que se pasa el día mano sobre mano; la ineficiencia rampante de una parte del sector público, esas cosas. Cientos de conductores de autobús recibieron la baja médica en la última huelga de transportes de una de las grandes capitales españolas. Ejemplos como ese afectan a la calidad del sector público, "pero sobre todo a la moral de la tropa", se queja Josep Oliver, catedrático de la Autónoma de Barcelona. "La crisis nos deja por delante un trabajo titánico: mejorar factores como la competitividad o el absentismo en el funcionariado para redescubrir la función pública. Hay que ganar eficiencia y evitar el fraude, eso es evidente, nadie puede oponerse a eso, y sin embargo ningún partido ha conseguido avances en décadas: no debe ser tan fácil. Además, ese no es el problema: el grueso del dinero no se escapa por la falta de competitividad del sector público, por el segundo canal de una televisión pública, ni siquiera por los centenares de miles o millones en asesores políticos. Eso es meter ruido en el debate para no llegar a ningún sitio. El grueso del dinero se va y se irá en educación, sanidad y pensiones, y eso no va a bajar, no puede bajar, no debe bajar", señala Oliver. "Eso sí, no se puede gastar por sistema más de lo que se ingresa, y hay que gastar mejor para que no parezca que el dinero se desvanece, que desaparece", cierra. La frase de Dickens, felicidad o miseria, es de David Copperfield, personaje de novela convertido hoy en un mago venido a menos. El Estado de bienestar español se enfrenta también a una mutación. Veremos en qué acaba. EL PAÍS. 11-4-2010