Las poblaciones de lechuza común retroceden alarmantemente debido a la degradación y abandono del medio rural.
Las poblaciones de lechuza común en España están disminuyendo alarmantemente: un 13% en la última década, aunque en algunas zonas el descenso es de hasta la mitad de su anterior abundancia. Por eso, y por ser la representante de otras tantas especies de aves crecientemente afectadas por la desaparición del mundo rural, ha sido votada Ave del Año 2018 por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).
La lechuza común (Tyto alba) es cada vez menos común. A finales de los 90, se estimaba que habían entre 50.000 y 90.000 ejemplares en toda España. Hoy es cada vez más raro verlas -o escucharlas- en la noche. Se trata de un depredador perfectamente adaptado a la caza de pequeñas presas, preferiblemente roedores. A diferencia de la mayoría de las aves, los ojos de la lechuza están en posición frontal, como los nuestros: pueden calcular con precisión las distancias y la profundidad en tres dimensiones. Su cuello les permite girar 180º a cada lado. Su oído es otra maravilla de la naturaleza: su cara cóncava hace las veces de antena parabólica que dirige los sonidos hacia sus oídos, que dispuestos a diferente altura permiten triangular el orígen del ruído y localizar a sus presas en total oscuridad, sobre las que cae en el más absoluto silencio gracias a unas plumas muy especiales que amortigüan la fricción del aire. La lechuza es conocida por su elegante, lento y sigiloso vuelo.
Hasta hace no mucho era fácil ver y oír lechuzas en graneros, refugios de pastores, casas de labriegos o campanarios, y aunque todavía es oficialmente una especie de «preocupación menor» según el baremo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), lo cierto es que sus poblaciones se han desplomado en España. Según el trabajo de los 450 voluntarios que recogen datos cada año para SEO/BirdLife, la caída de las poblaciones es especialmente alarmante en la región Mediterránea-Sur -Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y parte de Aragón- así como en Madrid o Extremadura. En estas zonas su abundancia se ha reducido en un 50%. El la región Mediterránea-Norte (Cataluña y Castellón) el descenso es menos abrupto, un 15%, pero no deja de ser preocupante. La lechza común no está desprovista de protección legal, estando incluída en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial: está terminantemente prohibido cazarlas, capturarlas, perseguirlas o molestarlas, a ellas o a sus nidos.
Sin embargo, su número cae. La razón principal de su declive -al igual que el de otras especies- es el deterioro del medio agrario. Las lechuzas necesitan un paisaje en mosaico que le proporcione abunante caza de roedores, y las grandes extensiones de monocultivo, a menudo basadas en regadío, dinamitan su alimentación. Sus lugares tradicionales de nidificación, como campanarios -muchos cerrados para impedir la invasión de palomas- caseríos, granjas o refugios, escasean cada vez más. Esto, unido al empleo cada vez más masivo de plaguicidas y rodenticidas (matarratas) contribuye a la escasez de presas e incluso a su envenenamiento secundario.
La lechuza comparte los mismos problemas que otras rapaces nocturnas del mundo rural. La población de mochuelo común (Athene noctua) en España ha caído un 90% desde 2005 también según SEO/BirdLife. La abundancia del autillo europeo (Otus scops), un 76%. Otras especies también ligadas al agro, como el chotacabras cuellirojo (Caprimulgus ruficollis) ha disminuído un 75% por problemas similares a los de la lechuza. Por eso su elección como Ave del Año 2018 tiene la virtud de llamar la atención sobre la avifauna ligada a los medios agrícolas. «La lechuza, como abanderada de esta biodiversidad, es la mejor elección que podrían haber hecho”, dice la bióloga Patricia Orejas, que coordina el centro de recuperación de rapaces nocturnas Brinzal, en Madrid.
«El problema de la lechuza es tan grande como toda la Política Agraria Comunitaria: es la que está potenciando el declive de la lechuza y de todas las aves que como ella están ligadas al medio agrícola. Esto no ocurre sólamente en España, sino que está pasando en todos los países de Europa. La PAC está subvencionando de forma muy fuerte unos sistemas muy agresivos de utilización de herbicidas y plaguicidas, financiando de forma muy fuerte a los latifundistas, en detrimento de los sistemas de calidad y sostenibles como Red Natura, donde están los minifundistas cuya agricultura tiene menor impacto en la avifauna. Ahora vas al campo y no hay saltamontes, ni grillos. Se ha roto toda la cadena trófica, con las consecuencias nefastas sobre las aves, el resto de fauna y toda la biodiversidad», dice a Foros21 el biólogo Juan Carlos del Moral, portavoz de SEO/Birdlife.
No todo son malas noticias. Mientras las especies ligadas al medio agrícola disminuyen, las vinculadas a los bosques han mejorado su situación, “ya que sus hábitats se extienden con el abandono del campo”, dice Del Moral. La población de búho real (Bubo bubo) ha aumentado en un 140% gracias a las mejoras en su estatus de protección (antes se le perseguía en los cotos de caza porque se alimentaba de conejos y perdices). Y otras especies de rapaces forestales como el cárabo común (Strix aluco) también han incrementado sus poblaciones en un 76%.