Desde hace más de un mes, masivas protestas en Kenia exigen la dimisión del gobierno de William Ruto y sus serviles políticas hacia Washington, el FMI y el Banco Mundial. La fuerte represión, con más de 50 muertos, no aplaca la furia de los manifestantes, que llevó incluso al asalto e incendio del Parlamento.
Cientos de miles de personas, especialmente de la juventud trabajadora y con una fuerte influencia de los sindicatos y el Partido Comunista, llevan desde principios de junio librando un pulso contra el Proyecto de Ley de Finanzas del presidente Ruto, una norma dictada por el FMI que implica draconianas medidas de recortes y austeridad -en un país donde una hiper-concentrada élite del 0,1% posee la misma cantidad de riqueza que el 99% restante- para hacer frente a una deuda externa con los acreedores imperialistas que no deja de crecer, de acuerdo a una perversa lógica: «cuanto más pagas, más debes». Kenia dedica más del 30% de sus ingresos a pagar una deuda con organismos y acreedores internacionales entre los que destaca el FMI y el Banco Mundial, ambos instrumentos de Washington.
La indignación popular contra el paquete de tasas e impuestos de Ruto prende como la pólvora en medio de un inflación galopante, que eleva el precio de los combustibles, del aceite y del pan, condenando a amplios sectores al hambre, especialmente al 46% de keniatas que están bajo el umbral de la miseria.
De poco ha servido que el presidente Ruto haya destituido a todo su gobierno y haya tratado de formar otro «de amplia base». Amplios sectores de la ciudadanía keniata exigen su marcha inmediata, y las marchas y las huelgas son cada vez más masivas.