“Futuro, ¿qué futuro?”, de Santiago Niño-Becerra

Las claves del mundo postpandemia

Niño-Becerra, el economista que predijo el crash de 2008, nos pone frente a una “nueva normalidad” marcada por el aumento de la desigualdad, con más concentración de poder en unos pocos y más precariedad para la mayoría.

¿Qué cambios traerá la covid 19? ¿Retornaremos a la situación prepandemia o se abre una nueva era muy diferente a lo anterior? ¿Cómo influirá la “nueva normalidad” en nuestras vidas: en el trabajo, en las relaciones sociales, en el acceso a los servicios públicos…?

Todas estas preguntas se han amontonado desde que hace dos años una variante del coronavirus impuso un confinamiento que nadie podía prever. Tras el shock, queremos saber qué sucederá, o al menos las líneas maestras de por dónde puede circular la realidad cuando la pandemia esté bajo control.

Niño-Becerra nos da una respuesta en su libro “Futuro, ¿qué futuro?”. Y debe ser tenida en cuenta. No es solo uno de los economistas españoles más influyentes, con un sólido prestigio internacional, y con una presencia continuada en los grandes medios. Fue también uno de los pocos economistas que predijo el crack de 2008, y en otro libro, “El crash del 2010” nos advirtió de que no se trataba de un traspiés coyuntural sino de una crisis sistemática de duraderas consecuencias.

Avalado por sus pasados aciertos, Niño-Becerra se la juega otra vez intentando anticipar el futuro, en un libro siempre sugestivo y a veces provocador, cuyas tesis se sustentan en una batería de hechos y datos. Planteándonos tanto cuáles serán los raíles de la economía global post pandemia como los cambios cotidianos que marcarán nuestras vidas, en las condiciones de trabajo, pensiones, sanidad, educación…

Advierte desde las primeras páginas que su diagnóstico es pesimista, anticipando que “es imposible que lo que viene sea alegre, al menos que lo sea para todos y no solo para una minoría”.

¡Es la desigualdad!

Desengañémonos, jamás se volverá a 2019. Así comienza Niño-Becerra su libro, arrojando una tesis sugestiva: entre 2023 y 2030 se realizarán los ajustes para recorrer la última fase de un capitalismo ya en declive. Implantando un nuevo modelo económico caracterizado por una creciente desigualdad. Por arriba, un enorme salto en la concentración de la riqueza como consecuencia de la concentración de capital. Por abajo, una mayoría social que se empobrecerá y vivirá con más inestabilidad y precariedad.

La covid 19 no ha sido un rayo en cielo sereno. En realidad no ha traído nada que no existiese ya. Lo que sí ha hecho, y es mucho, es actuar como un turbo, que en palabras de Niño-Becerra, “ha superacelerado la implementación de los cambios que ya estaban llamando a la puerta”.

Por arriba, empujando “la tendencia innata del capitalismo al oligopolio”. Sucede así en los momentos de bonanza económica, y con más intensidad en las crisis. Niño-Becerra documenta como el crash de 2008 dio como resultado una mayor concentración monopolista en las principales ramas de la producción. Y la covid 19, con una semiparalización de la economía, la ha vuelto ha acelerar. Mientras las pymes, o algunas grandes empresas, desaparecían, las grandes corporaciones, con mayor capacidad de resistencia, ocupaban su lugar. Como denuncia Niño-Becerra, esos gigantes económicos han monopolizado incluso buena parte de la lluvia de ayudas establecidas por los Estados frente a los efectos del parón económico.

Niño-Becerra no habla de “los ricos”. No tiene en cuenta las listas de las mayores fortunas. Se refiere a un salto en “la tendencia hacia la concentración del capital”, que da como consecuencia la concentración de la riqueza, lo que llevará a un aumento de la desigualdad.

Niño-Becerra resalta cómo la covid ha acelerado “la tendencia innata del capitalismo al oligopolio”

Y no hay cambios arriba, sin cambios abajo. Esta mayor concentración del capital en menos manos determinará las condiciones de vida de la mayoría.

La “nueva normalidad” eliminará las certezas (un trabajo fijo, la seguridad de una pensión o una asistencia sanitaria), y estará dominada por la incertidumbre.

En primer lugar en el trabajo. Habrá un desempleo estructural significativo, menos trabajo indefinido y a tiempo completo y más subempleo a tiempo parcial, estacional o “a demanda” -es decir, cuando la empresa lo necesite-. Un nuevo modelo de relaciones laborales que rebajará las rentas salariales -de conjunto, en cuanto a su peso en el PIB, e individualmente, en cada uno de nosotros-. Y Niño-Becerra señala que eso acabará con la capacidad de ahorro de los trabajadores. Dispondrán solo de lo necesario para seguir trabajando. En palabras de Niño-Becerra: “casi nadie tendrá certeza de nada y casi nadie podrá hacer planes de futuro, porque se vivirá al día”.

En segundo lugar, en cuanto al sistema de protección social, especialmente en Europa. El panorama que el economista catalán nos presenta es aterrador. Anuncia un ajuste del gasto público que “todavía no ha comenzado”, con copagos en sanidad y pensiones, subida de tasas universitarias, y una privatización de los servicios sociales donde “las corporaciones podrán sustituir/complementar el papel de los Estados”… por ejemplo con más seguros médicos o planes de pensiones privados.

Este nuevo modelo supondrá la desaparición o el drástico empobrecimiento de las mitificadas “clases medias”. Y Niño-Becerra nos plantea descarnadamente los números que hacen las élites: frente al gasto necesario para reducir la desigualdad les resulta cada vez más barato comprar la paz social gracias al miedo y la incertidumbre. Es decir, destinarán una parte de sus enormes beneficios a unas ayudas sociales cada vez más asistenciales. Y, en una provocadora tesis, Niño-Becerra nos plantea que todavía disponen, para garantizar el orden, del “trinomio social”: renta básica, marihuana legal y ocio gratuito. Una renta básica sostenida por el Estado que complemente los cada vez más bajos salarios, y el “soma” de “Un mundo feliz” ofrecido por grandes plataformas digitales, por cierto todas norteamericanas.

Un nuevo modelo que para la mayoría supone más precariedad y empobrecimiento

El diseño, bajo el título de “The Great Reset” (“El gran reseteo”) fue presentado en el Foro de Davos, donde re reúne anualmente la flor y nata del capitalismo, bajo el argumento de ir hacia una recuperación sostenible y justa en la que “no poseerás nada y serás feliz”.

Capitalismo en declive, tecnología y “negocio verde”

Tres de las cuestiones planteadas en “Futuro: ¿qué futuro?” merecen especial interés, porque nos plantean un punto de vista diferente al habitual.

En primer lugar cuando afirma que estamos a las puertas de la última fase de un capitalismo ya decadente. ¿En qué se basa? En la desaparición de la libre competencia, el motor que obliga al capitalismo a desarrollarse, sustituida por oligopolios que ejercen un control casi completo sobre ramas enteras de la producción.

Este dominio monopolista lleva a un estancamiento de la producción. Y Niño-Becerra lo documenta, con informes de organismos internacionales que anticipan cuatro décadas de crecimiento a la baja.

En segundo lugar, una sugestiva revisión del mitificado papel de la tecnología. Se habla de que el futuro estará determinado por los avances tecnológicos, especialmente en inteligencia artificial y robotización. Niño-Becerra está de acuerdo, pero nos plantea una cuestión clave, frecuentemente olvidada: la tecnología es el capital. Es decir, frente a la idílica visión de los “emprendedores”, el economista catalán nos recuerda que solo las grandes corporaciones disponen de los recursos necesarios para las gigantescas inversiones que las nuevas tecnologías requieren. Su implantación, lejos de “democratizar la economía”, ha favorecido su monopolización.

Y todo es una cuestión de beneficios, también la aplicación de la tecnología. Si no genera ganancias no se aplica. Como plantea Niño-Becerra, “teniendo en cuenta la productividad que se logra ahora en el desarrollo de dicha tarea, es más conveniente que la continúen ejecutando humanos hasta que el precio de aplicar la tecnología descienda”. Mientras se pueda disponer de obreros con sueldos irrisorios, no se tecnificarán determinados procesos.

Y en tercer lugar la advertencia de que también hay un “negocio verde”. La lucha contra el cambio climático es absolutamente necesaria, pero si hoy vemos a banqueros y monopolios sumarse a la “economía sostenible y verde” es porque les sale rentable. Gracias a que el precio de las tecnologías verdes ha descendido, y genera beneficios, y a causa de que se ha levantado un negocio financiero, en manos de bancos y fondos de inversión, con la compraventa de los derechos de emisión de gas.

El automóvil es un ejemplo de la enorme dependencia de España del exterior (S. Niño-Becerra)

Dos verdades ocultas sobre España

En su libro, Niño-Becerra nos ofrece dos datos que nos permiten entender, mejor que algunos grandes discursos, la realidad de nuestro país.

Nos referimos a unas declaraciones de Constanza Tobio, catedrática de Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid: “Resulta disparatado que antes un solo asalariado con ocho horas de trabajo ganara lo suficiente para mantener a una familia de cuatro miembros y ahora tengan que trabajar dos personas para mantener a una media de tres y pico”.

Vivimos mejor que hace 30 años, faltaría más. Pero el nivel de “estrujamiento” sobre la población es mayor. Para mantener nuestro nivel de vida, debemos entregar una parte cada vez mayor de nuestro salario. Los datos del mercado del alquiler, que en Madrid o Barcelona suponen la mitad del sueldo de una familia, son ejemplos claros.

Y, en una entrevista recogida en su libro, Niño-Becerra nos llama la atención sobre un aspecto clave que explica por qué sufrimos más las crisis que otros países: “El automóvil genera el 10% del PIB en España. Con un hándicap muy importante en la media de varios años: de cada 100 automóviles que España fabrica, 90 se exportan. Por otro lado, hay una dependencia clara. De las 18 plantas que hay en España, ninguna es española. Las decisiones se toman fuera”.

La economía española tiene problemas que debe resolver. Cambiar un modelo económico donde los servicios, -especialmente turismo, restauración, ocio…- tienen un peso mayor que en otros países. Y un enorme peso de la deuda, que ya supone el 120% del PIB.

Pero Niño-Becerra sitúa el lastre principal: nuestra enorme dependencia del exterior. ¿Cómo es posible que la mayor industrial del país, el automóvil, esté al 100% en manos foráneas?

Niño-Becerra nos proporciona claves para poder comprender el futuro, y poder cambiarlo

Herramientas para comprender el futuro

En “Futuro, ¿qué futuro?”, Santiago Niño-Becerra arriesga, y es de agradecer que lo haga.

Algunas de las tesis que el libro plantea son discutibles, otras tendrán partidarios y detractores. Pero de conjunto este libro, cuyo subtítulo es “Claves para sobrevivir más allá de la pandemia”, nos proporciona herramientas para poder comprender el futuro, lo que nos permite intervenir sobre él.

En un momento de confusión, cada vez más difícil sobre todo para los más débiles, es decisivo entender los cambios que ya se están produciendo, y cómo van a influir en nuestras vidas.

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