Los votos han dado el 28-A un mandato claro: tiene que formarse un gobierno de progreso. Pero no existe una única vía para conseguirlo.
No vamos a entrar en este artículo en respaldar una de ellas, ni mucho menos en excluir las otras. Pero es necesario conocerlas todas, valorar sus pros y sus contras.
Desde el PSOE ya se ha se ha planteado formar “un gobierno monocolor socialista con independientes progresistas”. Estaríamos ante una versión del “modelo portugués”, basado en un acuerdo del PSP (Partido Socialista Portugués) con el Bloque de izquierdas y el Partido Comunista, pero que adopta la forma de un gobierno donde solo están representados los socialistas.
¿Cuáles son las claves del “modelo portugués”? ¿Qué resultados ha obtenido? ¿Aplicarlo en España sería traicionar lo que la mayoría progresista ha votado, o por el contrario supondría una de las formas que puede adoptar un acuerdo entre las izquierdas?
Un pacto de izquierdas “a la portuguesa”
No es posible comprender el “modelo portugués” sin tener en cuenta sus antecedentes. Entre 2011 y 2015, el país vecino sufrió uno de los mal llamados “rescates”, que dieron lugar a una salvaje oleada de recortes y una quiebra de la economía lusa.
Ante la magnitud de las agresiones, en las elecciones de 2015 las urnas castigan a la derecha gobernante y ofrecen una mayoría progresista y contra los recortes.
Es entonces cuando se gesta el “modelo portugués”. El partido socialista, que había solicitado el rescate, lo que le costó pasar a la oposición, presenta entonces un lema muy diferente: “Pasar la página de la austeridad”. Crece, pero no tiene capacidad para formar gobierno sin contar con otras fuerzas.
Tras las elecciones la mayoría progresista exige en la calle a las fuerzas de izquierdas que alcancen un acuerdo, para impedir un gobierno de derechas que continuaría la senda de los recortes.
Primero se firma un pacto entre el partido socialista y el Bloco de Esquerda, frente donde confluyen diferentes organizaciones de izquierdas y partidos comunistas.
Ese acuerdo se amplía posteriormente a Coalición Democrática Unitaria, vertebrada en torno al Partido Comunista Portugués y en la que también se integran Os Verdes.
El gabinete sería integrado solo por socialistas, pero se basaría en un acuerdo de legislatura entre las fuerzas de izquierdas, que establecía los ejes del futuro gobierno.
El “modelo portugués” no ha implicado que el PSP pasara a apoyarse en la derecha, dando la espalda a la izquierda. Las fuerzas conservadoras se han enfrentado al gobierno, presentando dos mociones de censura que no han tenido éxito. Y el gobierno socialista pudo formarse, y se sigue manteniendo, sobre la base de un pacto de izquierdas público al que las tres fuerzas firmantes han sido leales, a pesar de sus diferencias.
El hecho de que el gobierno sea monocolor, solo con presencia socialista, no quiere decir que no sea progresista, ni que no siga siendo necesario el apoyo del Bloco de Esquerdas y del PCP, imprescindible para aprobar los presupuestos y las principales leyes.
Los logros progresistas
Cuando se formó el gabinete socialista basado en un pacto de izquierdas, se lanzaron apocalípticas previsiones. Se le llamó despectivamente como la “gerigonça” (en portugués “cosa o construcción improvisada, con poca solidez”). Y la Comisión Europea, el FMI o la OCDE se opusieron a sus primeras propuestas, anunciando que dispararían el déficit.
Hoy se habla del “milagro portugués”, y el gobierno socialista tiene no solo un amplio apoyo popular sino que también es alabado por todos los organismos internacionales.
Su política la definió el primer ministro socialista, Antonio Costa, al plantear que “definimos una alternativa a la austeridad centrada en más crecimiento, más y mejor empleo y más igualdad. Lo hicimos de diferentes formas a las marcadas por Europa, pero cumpliendo las reglas”.
Es decir, cumpliendo a rajatabla con las exigencias de Bruselas y el FMI referentes a la reducción del déficit y la deuda. Pero negociando otros ritmos y plazos, y adoptando la vía del aumento de la demanda y las exportaciones en lugar de la del tijeretazo al gasto público social.
Se elevaron las pensiones, que han seguido creciendo por encima de la inflación, frente al recorte o congelación sufrido entre 2011 y 2014. Se incrementó el salario mínimo hasta un 15%, con el compromiso firmado de subirlo un 20% el próximo año. Se incrementó el gasto social, recuperando ayudas suprimidas. Se elevó la carga impositiva a grandes fortunas y grandes empresas. Mientras impulsaban ayudas a las pymes.
El resultado ha sido que el “enfermo de Europa”, conducido a la quiebra por los recortes, no solo empezó a desarrollarse, sino que alcanzó un crecimiento del 2,7%, el mayor del presente siglo. Con índices de crecimiento por encima de la media europea, lo que implicaba que por primera vez Portugal empezara a converger con la UE.
Las cuentas públicas no solo no se descuadraron sino que, al aumentar los ingresos, el déficit se ha reducido del 4,4% al 0,8%, y se anuncia superávit para el próximo año. Y la deuda pública se ha reducido.
Pero, además del crecimiento económico, Portugal ha ganado peso político en el mundo. Un portugués preside la ONU, Antonio Guterres, y otro, Mario Centeno, el influyente Eurogrupo -el cónclave de los ministros de economía de la UE-.
Y el “modelo portugués” se ha convertido en ejemplo a seguir, en Europa, para el PSOE de Sánchez, o en Hispanoamérica para el ala izquierda del peronismo.
Sin cuestionar en nada su pertenencia al área norteamericana o las reglas de la UE, Portugal ha ganado un margen de autonomía que ejerce. Por ejemplo sumándose, a pesar de los recelos de EEUU o Bruselas, a la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China. O permitiendo la llegada controlada de capital chino en sectores estratégicos, como el energético.
Los límites impuestos
No todo son buenas palabras en el “modelo portugués”. También hay límites que no pueden traspasarse.
El hecho de que fuera un gobierno monocolor socialista permitió que fuera aceptado, aunque a regañadientes, por Bruselas y el FMI o por la gran burguesía portuguesa. Algo que previsiblemente no hubiera sucedido si organizaciones más a la izquierda hubieran ocupado ministerios.
Y ganar margen de autonomía para aplicar medidas sociales, implicó también no cuestionar algunos temas “tabú”. Aunque se han impulsado medidas para reducir la temporalidad, no se ha derogado la reforma laboral impuesta por la troika. Y se ha aceptado, negociado más flexibilidad, la “camisa de fuerza” de los plazos de reducción del déficit impuestos por la UE.
Otras cuestiones nodulares, como la continuidad de las inyecciones de dinero público a la banca, la toma de control del capital extranjero de importantes industrias, o evidentemente la participación de Portugal en las operaciones de la OTAN, han quedado fuera del debate político.
Como ejemplo, en los últimos presupuestos se acordaron subidas salariales a los funcionarios y de pensiones, pero se eliminó un impuesto energético que perjudicaba a EDP, uno de los grandes monopolios.
Estas contradicciones, y los límites que no pueden traspasarse, surgirían también si llega a formarse en España un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidos Podemos.
No sabemos cual de las opciones de gobierno acabará imponiéndose. Pero conviene saber que el saldo del “modelo portugués” no ha sido el de una derechización, ni el desencanto de la mayoría progresista.