Para justificar su postura, es decir, su pacto para continuar controlando Caja Madrid, Esperanza Aguirre ha expresado claramente, con una afirmación aparentemente neutra «el Gobierno de la Comunidad de Madrid lo que está haciendo y hará conmigo como presidenta es cumplir estrictamente la ley de cajas», que su objetivo es mantener unidos los distintos sectores de la casta burocrática madrileña. Son las castas en estado químicamente puro, castas que tienen como base económica las cajas, castas que fusionan los aparatos regionales de los distintos partidos «nacionales», los sectores económicos beneficiados, las cúpulas sindicales asimiladas, las entidades sociales subvencionadas… llegando a formar una extensa casta endogámica donde se llegan a alcanzar acuerdos aparentemente contra natura política.
Las palabras de Esperanza Aguirre, «es necesario el consenso dentro de todos estos sectores, lo contrario sería politizar la caja», se refieren al pacto del PP autonómico que incluye a los socialistas madrileños, dirigidos por Tomás Gómez, a IU, a una parte de los sindicatos, impositores agrupados y a la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM). Granados, lugarteniente de Aguirre, ha defendido que el pacto debe hacerse entre los partidos y sindicatos madrileños, sin que haya intervención de las direcciones nacionales. Porque las castas se fusionan económicamente en las cajas. Las divisiones entre las distintas fuerzas políticas y en el seno de ellas, como en este caso entre y en el seno del PP y del PSOE, que son destacadas por la prensa oscurecen una situación muy grave. El dominio cuasi omnipotente que han adquirido las castas burocráticas en sus «territorios». Alianzas y luchas que desarrollan las castas «químicamente puras» para acaparar más recursos financieros y aumentar su poder económico. Recursos que se sustraen del dinero público y no se destinan a enfrentar la crisis y generar, mediante la inversión productiva en la pequeña y mediana empresa, un cambio en el modelo económico. Dominio de una casta burocrática que en el caso de Caja Madrid aparece con toda su crudeza como un cáncer maligno. ¿Qué une a todos estos personajes aparentemente tan distintos? El interés en controlar los recursos económicos de las cajas, en este caso, Caja Madrid, 4ª entidad financiera. Y simultáneamente, las luchas y las alianzas por el reparto del poder ante la crisis financiera, ya que Caja Madrid es también la tercera Caja con más morosidad, debido a la gran inversión realizada en la construcción y en el crédito a inmigrantes, es decir, lo que se llama «una entidad de riesgo sistémico». Y, por ello, el pacto no cuenta con el apoyo del presidente del PP, ni de la dirección nacional del PSOE, ni del Banco de España. Porque el Banco de España defiende los intereses de la gran banca y considera que la entidad afronta un momento difícil con caída de beneficios y alta morosidad, y que deberá protagonizar fusiones a corto plazo. Así han aflorado claras contradicciones entre la gran banca y las castas.