Más de medio millón de alemanes han salido masivamente a las calles -en las grandes y en las pequeñas ciudades- de todo el país para mostrar su repulsa a la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), después de que se hiciera pública una reunión secreta de algunos de sus cuadros con conocidos neonazis para impulsar lo que llamaron un «plan maestro» para deportar inmigrantes en masa, una oscura trama que claramente recuerda a los sucesos del III Reich.
La red de periodismo de investigación Correctiv sacó a la luz un escándalo el 10 de enero que ha generado una enorme ola de repulsa contra la extrema derecha en toda Alemania. El artículo revelaba el contenido de una reunión secreta en un hotel junto a un lago en las afueras de la ciudad de Potsdam el 25 de noviembre. A ella asistieron destacados cuadros de Alternativa para Alemania, neonazis y otros grupos de extrema derecha, pero también dos miembros de la CDU de su facción más derechista (la llamada Unión de Valores). Trataron de un “plan maestro” para deportar a millones de personas de ascendencia inmigrante, incluidos ciudadanos alemanes con pasaporte pero “no integrados”. En la reunión, los asistentes usaban el aparentemente inofensivo término «reemigración», para disfrazar sus fantasías ‘völkisch’, una palabra de difícil traducción, pero que podemos asimilar a ‘deportación’ o ‘limpieza étnica’.
La reacción ciudadana ha sido masiva porque todo lo que tiene que ver con el III Reich es altamente sensible en un país que aún lleva el estigma a cuestas de haber mirado hacia otro lado -o visto cuan buenos ojos- el ascenso electoral de los nazis. Pero también porque no deja de aumentar la preocupación -entre los demócratas, pero también entre las élites políticas tradicionales- ante el permanente auge de AfD.
La formación de extrema derecha crece en las encuestas al mismo tiempo que radicaliza su mensaje antiinmigración y anti-Unión Europea. Son ya los segundos en intención de voto a escala federal, y todos sondeos indican que en las próximas elecciones regionales de septiembre en Sajonia, Turingia y Brandenburgo, tres Estados federados en territorio de la antigua RDA, se harían con el primer puesto y más de un 30% de los votos.
Crecientes e influyentes sectores políticos alemanes -entre ellos ni más ni menos que el dirigente de la CSU bávara y presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, que ha apadrinado pactos con la extrema derecha, y que defiende el entendimiento con Giorgia Meloni en Italia o con Vox en España- se plantean prescindir del «cordón sanitario» que tradicionalmente se ha levantado frente a AfD, e incluso han abrazado parte de su ideario y discurso, como se puede ver en la reciente ley migratoria aprobada por el Bundestag que permite acelerar las deportaciones.
Esta masiva ola de movilizaciones contra la extrema derecha se produce poco más de un año después (finales de 2022) de que 3000 agentes de la policía alemana desmantelaran una red de neonazis y miembros de ultraderecha -entre los que habían miembros del Ejército- que planeaba un golpe de Estado contra la República Federal.
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Polémica
Contra la ultraderecha sí ¿Contra el genocidio en Gaza no?
David Bezoar
Colectivos que luchan contra la guerra genocida que el Estado de Israel perpetra en la Franja de Gaza también trataron de participar en las marchas contra AfD en varias ciudades, pero fueron expulsados por los servicios de orden de las manifestaciones. Quedando patente una sangrante contradicción en un sector del «antifascismo» alemán: está prohibido denunciar los crímenes del Estado de Israel o al sionismo como una expresión de nacionalismo étnico, racista y excluyente, que persigue un «Estado judío» étnicamente puro mediante el apartheid y la deportación de los palestinos de Gaza, Cisjordania o Jerusalén Este. Cualquier denuncia de Israel o del sionismo queda inmediatamente tachada de «antisemita» y asimilada al discurso de los grupos neonazis.
Este prejuicio, arraigado no sólo en la derecha alemana -la socialcristiana o la liberal- sino entre los socialdemócratas y entre el partido verde (que en Alemania no es exactamente de izquierdas), alcanza a buena parte de la sociedad alemana, aunque es de justicia decir que no a la mayoría. Según las encuestas más de la mitad de los alemanes (61%) critica la criminal acción militar de Israel en Gaza, y aunque las marchas propalestinas han sido prohibidas por el gobierno de Scholz, también se han producido en este país.
Sin embargo, el miedo a ser tachado de «antisemita» en un país donde el estigma del III Reich aún impregna la política, la mayoría de los alemanes no expresa este rechazo al genicidio de Gaza por el «qué dirán».