Todo parece preparado para que la aragonesa Ibercaja se trague a Caja Castilla La Mancha, inmersa en una profunda crisis que amenaza su continuidad. La entidad manchega es uno de los ejemplos más claros del «ladrillazo» que golpea a las cajas de ahorros, considerablemente expuestas al crack de la construcción, pero sin la fortaleza de los grandes bancos para enfrentarlo.
Ibercaja es la sexta entidad de ahorro esañola, con activos totales de 45.000 millones de euros. Pero Caja Castilla La Manca (CCM), tampoco es una minúscula entidad local. Es la duodécima caja, con activos de 25.000 millones. CCM nació en junio de 1992 como resultado de la fusión de distintas cajas provinciales (Caja de Ahorros Provincial de Albacete, Caja de Ahorros Provincial de Cuenca y Ciudad Real y Caja de Ahorros Provincial de Toledo). Se pretendía crear un “gigante financiero manchego” que dotara de solvencia a los proyectos del gobierno autónomo y al desarrollo de la burguesía local. Y para ello cogió, como muchas otras cajas locales, el camino más fácil, meterse hasta las cejas en el boom inmobiliario. CCM englobó todas sus participaciones en Caja Castilla La Mancha Corporación, que aglutina a un total de 30 empresas, ocho de ellas inmobiliarias. Entró con un 10,5% en el gigante de la construcción DHO, que un año después de crearse presentó concurso voluntario de acreedores, dejando en el aire todos los proyectos, entre ellos el complejo de ocio Rino de Don Quijote, con pérdidas de 3,4 millones. Compró el 3% de Astroc, la primera gran inmobiliaria víctima de la crisis. Y sufrió la quiebra de Global Cartera de Valores, arrastrada por los malos resultados de Colonial y Reyal Urbis, participadas por CCM. Todos estos fiascos inmobiliarios han llevado a Caja Castilla La Mancha a la práctica quiebra, hasta el punto de que el Banco de España impuso una intervención encubierta, enviando un equipo de cinco investigadores para llevar a cabo “una acción preventiva que mantenga un acceso directo, casi en tiempo real, a la operativa de a caja”. Pero la quiebra de una caja –en esta caso CCM es la más importante de Castilla La Mancha- es además de un problema económico también, y sobre todo, un problema político. Las cajas son el brazo financiero de los gobiernos autonómicos, en estrecha alianza con la burguesía local. Por eso el gobierno de Zapatero y el PSOE están moviendo cielo y tierra para buscar un “caballero blanco” que salve a CCM. Primero lo intentaron con Unicaja, aprovechando los estrechos vínculos de la caja andaluza con la Junta de Chaves. Y ahora parece avanzada la opción Ibercaja. Pero la solución también genera problemas. La absorción de CCM por una caja de otra comunidad –Ibercaja es aragonesa- afecta directamente a los equilibrios de poder en las élites locales manchegas. Por eso ha dimitido –expresando su desacuerdo con la operación- el vicepresidente de CCM, Jesús Bárcenas, que ocupaba el cargo en representación de la Confederación de Empresarios de Castilla La Mancha.