Hace 70 años que se fundó el Fondo Monetario Internacional en la conferencia de Bretton Woods. Fue el primero organismo internacional levantado por el naciente hegemonismo norteamericano. Desde entonces, los pueblos y países del mundo hemos sufrido las consecuencias. El FMI ha actuado como un auténtico «brazo armado» económico global de Washington para imponernos su dominio y explotación económica.
Pero esos tiempos están empezando a acabarse. Los pueblos sabemos que la premisa indispensable para nuestro desarrollo es liberarnos del dogal que supone la sumisión al FMI, es decir a Washington.El origen del FMILa ferocidad de la crisis de 1929 había puesto sobre el tapete la inabarcable capacidad autodestructiva del capitalismo, el mismo que durante los “felices años veinte” decía garantizar un crecimiento sin fin.«EEUU es el único país capaz de imponer el veto. Y por tanto gobierna el FMI a su antojo» Algunos economistas, como el británico John Maynard Keynes, clamaron en el desierto durante los años treinta reclamando una “regulación internacional de las finanzas mundiales” que “domesticara” la anarquía capitalista.Nadie le escuchó. Porque las grandes potencias imperialistas estaban preparando la IIª Guerra Mundial, que iba a definir por la fuerza de las armas un nuevo reparto del mundo.Fue necesaria la irrupción de EEUU como superpotencia hegemonista, concentrando en un grado desconocido el poder económico, político y militar en el mundo capitalista, para que pudiera cristalizar, bajo la estricta dirección norteamericana, ese centro rector global económico.En 1942, cuando EEUU ya había entrado en guerra tras el ataque japonés sobre Pearl Harbour, Harry Dexter White, entonces director del Departamento del Tesoro norteamericano, propuso la creación de un “Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas”, donde se integraran y regularan las monedas internacionales.No será hasta el 22 de julio de 1944 -cuando el curso de la guerra ha decretado ya la derrota alemana y encumbrado la hegemonía norteamericana- cuando una reunión en Bretton Woods, en el condado norteamericano de New Hampshire, fundará lo que luego se llamará Fondo Monetario Internacional.730 delegados de 44 países aliados durante la IIª Guerra Mundial certifican su nacimiento. Pero la hegemonía norteamericana aprueba y veta desde el principio.Durante las negociaciones de Bretton Woods, Keynes, representante británico e ideólogo principal de los nacientes Estados del Bienestar, sugirió la creación de una verdadera Banca Central Mundial que emitiese una moneda internacional, el “Bancor”. El representante norteamericano, Harry D. White, vetó la propuesta. El nuevo sistema monetario internacional debía tener como centro al dólar. Y era expresión de la nueva hegemonía norteamericana.«Es en el poder económico, político y militar de EEUU donde descansa la fuerza del “brazo de hierro” del FMI» Los estatutos del FMI, redactados por Harry D. White, lo refrendan. Las decisiones verdaderamente importantes necesitan una mayoría cualificada del 85%. En función de sus aportaciones, EEUU tiene un derecho de veto del 16,74%. Por el contrario, a pesar de ser ya la segunda potencia económica mundial, China solo posee un 3,8% en derechos de veto en el FMI. EEUU es el único país capaz de imponer el veto. Y por tanto gobierna el FMI a su antojo.No es la extensión de la globalización, de la “dictadura de los mercados”, lo que ha permitido al FMI dictar los recortes a los gobiernos griego, portugués o español. Es en el poder económico, político y militar de EEUU donde descansa la fuerza del “brazo de hierro” del FMI. Su nacimiento no puede entenderse sin la aparición del hegemonismo norteamericano. Y durante sus 70 años de existencia el FMI ha sido el “fusil económico global” de los intereses de la superpotencia estadounidense.El fusil económico de WashingtonEEUU dispone de los Marines o la VI Flota para invadir países o imponer su hegemonía militar. Y tiene al FMI como “gran cañonera” para garantizar su explotación económica mundial.Si repasamos la actuación del FMI lo encontramos siempre al servicio de los intereses hegemónicos norteamericanos.En los años ochenta EEUU necesitaba “disciplinar” su patrio trasero, revuelto por guerrillas y movilizaciones y por la intervención soviética.Dicho y hecho, en 1982 estalló la crisis de la deuda cuando países como México, Brasil o Perú se declaraban insolventes y Argentina se tambaleaba.El Plan Baker, orquestado por el FMI, obligó a 15 naciones endeudadas a abandonar sus planes de desarrollo y a privatizar sus activos y bienes públicos a cambio de facilidades en la devolución de su deuda.El Banco Mundial y el FMI impusieron un gigantesco rescate de los bancos, para asegurar el pago de la deuda a los grandes bancos norteamericanos. Obligando a los países implicados a socializar las deudas privadas y generar excedentes que pudieran ser transferidos a los bancos, es decir hipotecando las economías y las exportaciones de los países del tercer mundo para asegurar el reembolso de la deuda externa. El resultado fue la pobreza y la miseria de naciones enteras a cambio del “rescate” de la banca del vecino norteño orquestado por el staff del FMI.Pero además, el FMI y el BM, aprovechaban la ocasión (imponiendo “terapias de choque”) para desmembrar las economías «rescatadas» ofreciendo los despojos a las corporaciones multinacionales que pasaban a controlar la banca, las industrias extractivas, los monopolios públicos, la distribución comercial, …Este proceso fue el que permitió a la oligarquía española, gracias a su sumisión probada a EEUU, adquirir importantes bancos y monopolios en el mundo hispano, participando de la “subasta de rapiña” orquestada por el FMI desde Washington.Con un descomunal coste para la población. Las políticas de ajuste estructural (PAE) impuestas por el FMI obligaban, por ejemplo, a eliminar los subsidios para alimentos básicos, elevar las tasas de interés, suprimir regulaciones sobre movimientos de capitales externos, adelgazar o eliminar servicios públicos -como educación o sanidad- bajar aranceles, y reducir sus presupuestos, todo con el objetivo de reconvertir las economías en plataformas exportadoras de los grandes bancos y monopolios norteamericanos o europeos.Este mismo patrón, ejecutado en los años ochenta y noventa en el mundo hispano, es el que ahora están imponiendo en Europa el FMI y la Troika.