La nueva estructura -que supondrá unos 600 millones de euros más para Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Moldavia, Armenia y Bielorrusia- pretende establecer un área de libre comercio con la UE y, tal vez, de libre circulación de personas, aunque los Veintisiete están divididos sobre esta opción, a la que se oponen España, Italia o Francia.
La creación de «la Asociación Oriental» fue una iniciativa de dilomáticos de Suecia y Polonia expuesta el año pasado. De hecho, esta propuesta, fue la primera tentativa seria emprendida por la «nueva Europa» en calidad de países influyentes en la comunidad europea.Al inicio, Francia en calidad de presidente de la UE, apoyó la iniciativa sueco- polaca, pero otros países como Inglaterra y Alemania acogieron la idea con frialdad.Pero después ocurrió la guerra de los cinco días entre Rusia y Georgia, que desató en toda Europa la verdadera fobia contra Rusia que fue acusada de intentos de «restablecer el imperio», reforzar su influencia en Eurasia, y de volver a un régimen autoritario.En esta campaña contra Rusia, Polonia y las repúblicas bálticas desempeñaron un papel destacado. Después vino el reconocimiento unilateral del Kremlin a las independencias de Abjasia y Osetia del Sur, el cambio del estatuto de Rusia en el sur del Cáucaso. Y a consecuencia de todos estos cambios, en Bruselas apareció el documento que determinó las bases y perspectivas de la «Asociación Oriental».Además, Francia quiere aprovechar la nueva Asociación para no enfadar demasiado a Rusia y contentar a Turquía, a cuya adhesión a la UE se opone Nicolas Sarkozy; los galos defienden que estos dos países cooperen en proyectos euroasiáticos concretos.El Gobierno de Moscú sigue molesto por las malas intenciones que ve en cualquier acercamiento a sus antiguos aliados. «Algunos quieren que los países de esta Asociación elijan entre Rusia y la UE», dijo este miércoles el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, quien también acusó a algunos europeos de crear «nuevas líneas de separación».Teniendo en cuenta la cantidad de condiciones y obstáculos que la UE plantea a los países socios, en realidad la «Asociación Oriental» es una especie de cursos de preparación que si se aprueba, se puede decir que ese país pasó a la antesala de Europa.Algunos expertos han comparado la «Asociación Oriental» con el programa que se propuso a Lituania y a Polonia antes de la ampliación de la UE en 2004, sin embargo, es una comparación inadecuada, porque en el programa actual presenta matices y diferencias bastante considerables.En primer lugar los países postsoviéticos no son invitados a ingresar a la UE, a pesar de que sus líderes de cara a la opinión pública nacional, interpretan la «Asociación» como la apertura total de las puertas de Europa.En general, la UE como entidad trata de conservar su imagen. Impedida por argumentos de compostura política y consecuencia con su propaganda, la UE no puede rechazar abiertamente a los Estados postsoviéticos.La guerra de agosto pasado en el Cáucaso del Sur y la creciente falta de comprensión en lo concerniente a la seguridad energética transformaron la Asociación Oriental de un invento meramente burocrático en un notable factor de la política europea poniendo de manifiesto la competencia implícita en un espacio que tanto Rusia como la UE califican de vecindario próximo.La aspiración de actuar como patrono de Estados vecinos en el territorio de la ex URSS contrasta en el caso de la UE con su debilidad en tanto que sujeto político. Europa ha de ser consciente de que todos los miembros de la Asociación Oriental, lo mismo que el espacio postsoviético en su conjunto, van a generar únicamente problemas económicos y políticos en los próximos años. A pesar de las declaraciones de que el programa tiene un carácter integrador, lo determinante son los intereses políticos. Los Estados implicados en «Asociación Oriental» tienen compromisos aprobados al más alto nivel dentro de la Comunidad de Estados Independientes, de la Asociación de Cooperación Euroasiática, de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, del Estado Unificado Rusia-Bielorrusia. De tal modo, el programa apunta a destruir las tendencias integracionistas en el marco de la CEI. Es parte de la misma política de ampliación de la OTAN en el area de influencia rusa.Ampliar la OTAN incorporando a todos los antiguos países del Este y al máximo de repúblicas ex soviéticas, y rodear a Rusia de bases militares de la OTAN o de Estados Unidos (la mitad de las catorce repúblicas ex soviéticas las tienen) ha sido la manera de mantener la tensión con Rusia. Allí donde no había posiciones atlantistas se han fomentado revoluciones naranjas, con los cantos de sirena de la integración en la UE. En ese contexto se han producido tres puñetazos rusos sobre la mesa. Uno ha sido la fulminante respuesta a la crisis de Osetia del Sur, una agresión de Georgia armada por Estados Unidos, en la que el grueso de las víctimas fueron osetios que no quieren formar parte de Georgia.El otro ha sido la crisis del gas, que tiene que ver con la presión atlantista y del gobierno de Kiev por ingresar en la OTAN, pese a que la mayoría de los ucranianos se oponen a tal ingreso (59,6%, frente al 30,1%, según la última encuesta, con una mayoría del 54,4% a favor de una neutralidad y un 16,8% a favor de la alianza militar con Rusia).El tercero ha sido el anuncio de que se instalarán misiles tácticos «Iskander» en Kaliningrado, si Washington realiza su proyecto de despliegue de misiles en Chequia y Polonia.El mensaje es obvio; la Europa atlantista sólo hace caso a las medidas de fuerza. Nada sería más iluso que pensar que la crisis económica va a apartar a Rusia de la evidencia de este mensaje: a partir de ahora, cualquier nueva vuelta de tuerca del cerco ruso tendrá su respuesta.