¿A quién representa Kamala Harris, candidata demócrata a las presidenciales de EEUU?

La sonrisa de Wall Street

Desde su nominación, asistimos a toda una campaña de "embellecimiento" de la imagen de Kamala Harris. Pero ¿cuáles son los milmillonarios apoyos de clase de la candidata demócrata?

En la tumultuosa sucesión de noticias bomba en la que, como si fuera una serie de Netflix, parece haberse convertido la carrera a la Casa Blanca, siempre parece haber sitio para un plot twist más.

Si el 13 de julio todo el planeta quedó conmocionado con un fallido intento de asesinato de Donald Trump, que multiplicaba sus ya crecientes opciones de retornar a la Casa Blanca, frente a un Joe Biden visiblemente desgastado (política y biológicamente), apenas una semana después el demócrata -fuertemente presionado por los sectores oligárquicos que le sostienen- anunciaba que se retiraba de la competición presidencial, y que apostaba sin fisuras por su vicepresidenta, Kamala Harris, que ha recibido el respaldo de los pesos pesados de su partido, Bill y Hillary Clinton, Nancy Pelosi, y finalmente Obama.

Si durante los días posteriores al frustrado magnicidio, un Trump con la oreja vendada era ungido mesiánicamente en la convención republicana, recibiendo el apoyo incluso de sus más encendidos detractores, y parecía tener un camino expedito a la Casa Blanca, la deslumbrante irrupción de Kamala Harris en escena le ha arrebatado buena parte del protagonismo y de la iniciativa, y ha evidenciado que la carrera a la Casa Blanca está totalmente abierta. Nadie debe cantar victoria antes de tiempo.

Inmediatamente tras su nominación, hemos asistido a una masiva campaña de «embellecimiento» de la candidata demócrata, contrastándola con Trump y destacando su humor risueño -«la sonrisa de Kamala»- al tiempo que su fama de mujer dura e implacable contra sus rivales, o su destacado perfil profesional («la fiscal contra el delincuente condenado por la Justicia»)

Este clima de opinión, iniciado por grandes medios norteamericanos alineados con los demócratas, y repetido y amplificado por prácticamente todos los medios europeos, no sólo busca «blanquear» a la que ha sido vicepresidenta de Biden, y por tanto máxima corresponsable de todas las agresiones, intervenciones e injerencias de la superpotencia norteamericana en estos últimos cuatro años -como por ejemplo el apoyo político y militar al genocidio que el Estado de Israel lleva diez meses perpetrando en Gaza- sino sobre todo ocultar de qué clase es y a qué clase sirve fielmente Kamala Harris.

Así que ¿cuáles son los verdaderos apoyos de clase de la candidatura de Kamala Harris?

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¿Qué opina Wall Street de Kamala?

Un hecho dice más que todos los titulares sobre las opciones de Kamala Harris de convertirse en la primera presidenta de EEUU. Se trata del dinero.

Al ir en su mismo ticket electoral, Harris ha podido «heredar» las donaciones que ya había acumulado Biden. Pero la irrupción de Kamala las ha multiplicado en un 200%. Sólo en su primera semana tras anunciarse su candidatura, la campaña de Kamala Harris recaudaba 200 millones de dólares, acumulando 310 millones, más del doble de lo que acumula Donald Trump (139 millones).

Esta cifra no sólo es un indicador del revulsivo que significa Harris en la movilización de un voto demócrata que estaba hundido en el pesimismo con Biden. Es sobre todo un indicador del apoyo de los grandes donantes de la gran burguesía monopolista yanqui.

Son los grandes oligarcas financieros y monopolistas -y no las microdonaciones de ciudadanos- los que inyectan el grueso de la enorme suma de fondos que una campaña electoral presidencial en EEUU precisa. Una colosal suma de dinero -que superó los 5.700 millones de dólares en las elecciones de 2020, según la ONG Open Secrets- y que es condición necesaria para poner a alguien en la Casa Blanca, financiando gigantescas campañas de imagen y de propaganda.

¿Y quién son algunos de esos megamillonarios donantes? Nos lo cuenta la revista Forbes.

«Entre los financieros que respaldan a Harris se encuentran los multimillonarios Jonathan Gray, presidente de la gestora de activos de Blackstone; Marc Lasry, de la firma de inversión crediticia Avenue Capital Management; y el barón de los fondos de inversión George Soros”

“Otras figuras importantes del mundo de las finanzas son Ray McGuire y Peter Orszag, presidente y consejero delegado, respectivamente, del banco Lazard; Roger Altman, cofundador del banco de inversión tecnológico Evercore ISI; y Robert Rubin, antiguo copresidente de Goldman Sachs y secretario del Tesoro durante la administración Clinton».

También tenemos la donación récord a Harris de Tim Mellon, heredero de la fortuna bancaria Mellon, o las cuantiosas sumas de Robert F. Smith, director ejecutivo de la firma de capital privado Vista Equity Partners, entre otros muchos milmillonarios.

Muchos pueden sorprenderse de este fuerte apoyo de destacados tiburones financieros a la campaña de la demócrata y no del republicano, habida cuenta de algunos enfrentamientos pasados de la fiscal Kamala con el CEO de JP Morgan (2012), del patrocinio de la senadora del proyecto de ley de «Rendición de cuentas para los ejecutivos de Wall Street», y de que Trump prometa a los grandes banqueros una bajada masiva de impuestos o menores regulaciones, políticas que son miel para los oídos de cualquier banquero. No por nada hay también un nutrido grupo de poderosos oligarcas financieros, como Stephen Schwarzman (CEO y co-fundador de Blackstone), John Paulson o J. Joe Ricketts (TD Ameritrade) por dar algunos nombres que financian generosamente la campaña del republicano.

Pero los hechos son los que son. A pesar de los regalos de Trump, a la gran banca norteamericana le ha ido tres veces mejor con los demócratas. El elitista índice Standard & Poor’s 500 -que mide la capitalización bursátil de 500 grandes empresas que poseen acciones en Wall Street- subió un 24% durante los cuatro años de Trump… pero ha escalado un 75% desde que Biden está en la Casa Blanca.

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Más apoyos multimillonarios.

A estos grandes banqueros de Wall Street, pertenecientes al sancta sanctorum de la clase dominante norteamericana, hay que sumar destacados apoyos de Silicon Valley (la industria tecnológica y las redes sociales) o de Hollywood (el sector del entertainment) bien conectados con una Kamala desde su época de fiscal jefe en California.

Por citar solo algunos ejemplos, tenemos a Laurene Powell Jobs, viuda de Steve Jobs (fundador de Apple), a Drew Houston (Dropbox), James Clark (Netscapte), Craig Newmark (Craigslist); a directores y productores como Steven Spielberg o George Lucas, entre otras muchas y destacadas figuras de Hollywood, a Abigail Disney, heredera del imperio Disney, o al CEO de Netflix Reed Hastigns.

Entre los megadonantes de Kamala encontramos asimismo a magnates del petróleo, como Gordon Getty, pero también a magnates de las energías renovables, como James Cox Chambers. También tenemos al magnate de los medios de comunicación Barry Diller, almagnate de la construcción Bob Clark, o a Susan Pritzker, esposa del heredero de los hoteles Hyatt.

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Y por último, pero más importante: una parte del complejo militar-industrial

Collage de Josep Renau sobre el complejo militar-industrial

El entramado industrial, financiero y político que conocemos como complejo militar-industrial se ha alineado histórica y tradicionalmente con los halcones del partido republicano, y con las líneas representadas por Reagan o los Bush. Y se podría pensar que el complejo militar-industrial está prácticamente al completo respaldando la línea de Trump… pero no es así.

EEUU es un país donde con una trágica periodicidad se producen sangrientos tiroteos masivos, con decenas de víctimas mortales, que ponen en cuestión el enorme negocio -las cinco principales marcas de rifles de asalto ingresaron más de 1.700 millones de dólares en la última década- de los fabricantes de armas para la «autodefensa» en EEUU, sea de pistolas o de rifles de asalto como el mortífero AR15, el arma más usada en este tipo de asesinatos masivos. Tanto Biden como Kamala se han posicionado por las leyes de control de armas, ganándose la abierta enemistad de lobbies como la Asociación Nacional del Rifle totalmente alineada con Trump.

Pero la posición de los demócratas es diametralmente opuesta cuando de lo que se trata es de promover los intereses de la industria armamentística en el exterior de EEUU. Bajo la administración Biden-Harris, las trasferencias militares fueron toda una prioridad en la política exterior de Washington y son hoy una de las principales palancas económica del país. El comercio global de armamento con EEUU en el centro no sólo es una herramienta económica, sino de control militar y geopolítico, que las administraciones de Obama y Biden han cuidado especialmente.

Y por eso, una parte del complejo militar industrial también está apostando fuertemente por la candidatura de Kamala Harris.

Entre estos apoyos, destacan especialmente buena parte de los magnates de Silicon Valley con fuertes vínculos con el Pentágono, responsables de asociar los más recientes avances tecnológicos con políticas de seguridad y de defensa basadas en dispositivos y artefactos bélicos de última generación.

Por ejemplo, entre los grandes donantes de Harris tenemos a Eric Schmidt, exCEO de Google y actual presidente de la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial, gran inversionista en más de media docena de nuevas empresas de seguridad nacional.

Otro de los mecenas de Kamala es Reid Hofman, cofundador y presidente ejecutivo de LinkedIn, y con un asiento en la Junta de Innovación de Defensa y asesora al Pentágono sobre tecnologías emergentes. Como miembro de la junta directiva de Microsoft, vende sus servicios en la nube y en inteligencia artificial al Departamento de Defensa.

Más donantes de este sector: David Zapolsky, vicepresidente y abogado general de Amazon, con lucrativos contratos con el gobierno también en políticas de seguridad y defensa. También tenemos al empresario de origen hindú -como Kamala- Vinod Khosla con múltiples contratos a través de empresas subsididarias como Rocket Lab, dedicada a la construcción de satélites militares, o a desarrollar aviones hipersónicos para la US Air Force.

Por supuesto, otra parte de este sector «militar» de Silicon Valley -como Elon Musk, dueño de la red social X y de Tesla, o Peter Thiel, dueño de Palantir (Inteligencia Artificial) y de Anduril Industries (aviones militares no tripulados) son poderosos apoyos de Trump y de su vice JD Vance.

Pero el complejo militar industrial se cuida de no poner todos los huevos en una misma cesta, y de apostar a dos bandas.

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