Mientras en el Congreso el candidato Pedro Sánchez se sometía a la más agitada sesión de investidura que se recuerda, el mundo contenía la respiración ante el aumento de la tensión en Oriente Medio, tras el asesinato en Bagdad por parte de drones estadounidenses del general iraní Soleimani.
Convulsiones nacionales y convulsiones internacionales. Unidas por un mismo factor tóxico: las maniobras de la superpotencia norteamericana para garantizar su hegemonía e imponer sus proyectos. Un marco global que va a afectar a España, y que plantea inevitablemente retos y riesgos a los que deberá enfrentarse el nuevo gobierno.
De Irán a China
Dos hechos se entrecruzan al contemplar la situación internacional a comienzos de 2020: la amenaza de una nueva guerra en Oriente Medio tras la agresión norteamericana contra Irán, y el acuerdo entre EEUU y China para contener la escalada de la guerra comercial.
Aparentemente apuntan en direcciones contrarias: uno a agudizar la tensión global, otro a suavizar la escalada que está torpedeando la economía mundial. En realidad, tienen un nexo común: la intervención de EEUU sacudiendo el tablero global.
El asesinato del general Soleimani no es otra alocada respuesta de un belicista como Trump. El objetivo ha sido cuidadosamente seleccionado. Soleimani no era solo el segundo hombre fuerte de Irán, sino que ha sido el arquitecto del aumento de la influencia iraní en Irak, Siria, Líbano, Palestina, Yemen…
Y este es el aspecto principal que Washington necesita revertir a cualquier precio. El fracaso de la ocupación de Irak o el intento de cambio de régimen en Siria, han debilitado la influencia estadounidense en un área clave. Al tiempo que convertían a Irán en un actor regional cada vez más relevante.
Al señalar de forma tan contundente a Irán, la administración Trump intenta contener su influencia regional y garantizar que EEUU seguirá siendo el “patrón” de una de las áreas más estratégicas del planeta. Y ha sido el propio Trump quien ha señalado en uno de sus famosos “tuits” como hacerlo: “Irán nunca ha ganado una guerra, pero nunca ha perdido una negociación”. Frente al acuerdo nuclear firmado por Obama, la amenaza de la desorbitada fuerza militar de la superpotencia.
Un camino que conduce a un aumento de la tensión mundial… en una de las fronteras de Europa.
Al mismo tiempo que esto sucede, EEUU y China se disponen a firmar un acuerdo comercial anunciado el pasado 13 de diciembre. Paralizará la ejecución de nuevos aranceles cruzados entre Washington y Pekín, y China ha anunciado la rebaja de las tasas de 859 productos, por valor de mas de 300.000 millones de euros.
Pero es una “tregua”, y no el fin de la “guerra” comercial.
Quien inició las hostilidades fue EEUU, con una intención clara: si China es la gran beneficiada de la “globalización”, entonces hay que ponerle palos en las ruedas. Contener el crecimiento de Pekín, aunque eso ponga en riesgo el crecimiento mundial.
La “guerra comercial” es un elemento más del aumento de las hostilidades norteamericanas conducentes a socavar el crecimiento de la influencia global de China. EEUU anuncia la retirada de tropas en Afganistán o África… para concentrar sus fuerzas en la región Indo-Pacífico, en torno a Pekín. Y Washington respalda revueltas como la de Hong Kong, que buscan instalar un foco de desestabilización en el interior del gigante asiático.
Mientras China es, objetivamente y al margen de la valoración que se tenga sobre su régimen, un factor de estabilidad global y motor del crecimiento mundial, las maniobras norteamericanas son un factor de desestabilización. La administración Trump se ha visto obligada a “modular” su andanada económica contra China, ante los costes que también comporta para la economía norteamericana, pero el FMI ya anuncia que la “guerra comercial” tendrá un coste de 635.000 millones para la economía mundial, que ha registrado en 2019 el menor índice de crecimiento de los últimos 10 años.
Los que también cuentan
Asistimos a una ofensiva norteamericana para poner orden en lo que siempre han considerado su patio trasero. El último episodio ha sido el golpe que ha desalojado a Evo Morales de la presidencia de Bolivia. Pero el tsunami de barras y estrellas incluye el aumento del cerco sobre Venezuela, la imposición del gobierno Bolsonaro en Brasil, la persecución a Rafael Correa en Ecuador…
Es evidente que la ofensiva norteamericana avanza amenazante. Pero no solo cuentan ellos. Aunque se pretenda ocultarlo, los pueblos demuestran capacidad de resistencia… y pueden ganar batallas.
En Argentina el gobierno pronorteamericano de Macri ha sido sustituido, en Venezuela los intentos por derribar al gobierno bolivariano han fracasado, en Bolivia la resistencia al golpe crece, en Brasil se ha impuesto la liberación de Lula… e incluso en Chile y Colombia, dos países donde el dominio norteamericano se presuponía estable, la rebelión popular gana terreno.
¿Otro noviembre frío?
Este año se celebrarán elecciones en EEUU, el segundo martes de noviembre, y el mundo se plantea una única pregunta: ¿tendremos cuatro años más de Trump?
No es una cuestión individual, a pesar de la histriónica personalidad del actual inquilino de la Casa Blanca. La “línea Trump” constituye la opción hoy dominante entre la gran burguesía norteamericana sobre como gestionar su hegemonía. Y puede presentar, en sus tres años de mandato, un saldo favorable a los intereses de la superpotencia.
La economía mundial se ralentiza, pero EEUU acumula el mayor periodo de crecimiento de su historia, con 127 meses consecutivos en positivo. Esa es la razón de que en EEUU hasta un 76% considere que la economía “va bien”, frente a solo un 48% al llegar Trump a la Casa Blanca.
La mayoría de gobiernos del mundo se posicionan en contra de la administración Trump. Pero la actual Casa Blanca ha impuesto a sus “aliados” -es decir a los países dependientes de EEUU- nuevas cargas y tributos que, por ahora, han sido aceptados.
La actuación de EEUU desestabiliza el tablero mundial, amenazando la paz mundial o boicoteando la lucha contra el cambio climático, pero a pesar del inexorable declive norteamericano la gestión de la “línea Trump” en sus tres años de presidencia no ha debilitado la posición global de la superpotencia sino que ha realizado avances.
EEUU debe enfrentar un declive de su hegemonía, mientras nuevos actores, como China pero también el resto de los BRICs, ganan terreno. Gestionar esta situación es la tarea encomendada al gobierno Trump. Existen diferencias en las élites norteamericanas -y el intento de “impeachement” para desalojar a Trump, impulsado por los demócratas es un ejemplo- pero los avances logrados por la actual Casa Blanca pueden hacer valer su peso en noviembre.
Una Europa más norteamericana
¿Y dónde ha avanzado la “línea Trump”, en qué región del planeta ha aumentado su presencia e influencia? Europa sería si no la primera, una de las primeras. Esta es la contradicción principal que hoy enfrenta el viejo continente, y que repercute directamente en España.
Se señala el “avance del populismo” como gran peligro político, pero se oculta el aumento de la intervención norteamericana sobre Europa, que se manifiesta en todos los ámbitos.
En el terreno económico, todos los analistas se alarman ante la entrada de capital chino en algunas grandes empresas. Pero lo que los hechos dicen es que asistimos a un repunte en la penetración del capital norteamericano en Europa. Lo vivimos en España, donde fondos norteamericanos han copado el mercado de la vivienda o se han hecho hegemónicos en los gigantes energéticos. Pero es, con diferentes formas y ritmos, un fenómeno generalizado en todo el continente.
Washington ha levantado la porra, imponiendo aranceles a productos europeos… y las grandes burguesías europeas han aceptado unas nuevas condiciones económicas más favorables a EEUU.
Las imposiciones norteamericanas -y no la “amenaza china”-, son el principal factor que amenaza con imponer una “japonización”, un estancamiento crónico, de la economía europea. Que golpea a gigantes como Alemania, pero que también se refleja en la “ralentización” -la disminución del ritmo de crecimiento- de la economía española.
Si miramos el plano político, en los últimos años se ha producido un incremento de la presencia e influencia política de las fuerzas y tendencias más pronorteamericanas. Lo que constituye la principal fuente de desestabilización.
La ejecución del Brexit, bajo la dirección de un Boris Johnson íntimamente unido a Trump, debilita a la UE y ata todavía más en corto al Reino Unido a Washington. En Italia, con la Liga de Salvini, en los gobiernos de Hungría y Polonia, o a través del avance de la ultraderecha, ganan fuerza quienes buscan someter Europa a los designios norteamericanos.
Una realidad que se refleja en España con la irrupción de Vox, directamente impulsada desde Washington, o con la dirección de Pablo Casado en el PP, vinculado a la hiperpronorteamericana figura de Aznar.
Y en el plano militar, EEUU, ahora con Trump y antes con Obama, ha impuesto a Europa un aumento de las aportaciones económicas a la OTAN, y un incremento en la participación en las operaciones militares -desde los países bálticos al norte de
África o Turquía- allí donde interesa a EEUU.
Retos y riesgos, para el nuevo gobierno y para el país
Esta situación internacional repercute con especial intensidad en España. Somos un país más dependiente del exterior, y esa es la gasolina que provoca que las convulsiones globales se conviertan en incendios nacionales.
El aumento de la intervención norteamericana impulsa a las fuerzas que quieren llevar más allá el programa de saqueo impuesto desde hace diez años a golpe de tijeretazos. Hemos visto prefabricar en nuestro país una ultraderecha como Vox, cuya principal razón de ser es defender un programa de recortes “sin complejos”.
Y nuestra cada vez mayor participación en la OTAN y el despliegue militar norteamericano, además de un coste excesivo, supone un riesgo para la seguridad nacional, nos encadena a conflictos como el que ahora puede estallar en Oriente Medio, o nos obliga a participar en operaciones que ponen en peligro la paz mundial.
A ello se le unen además las amenazas que vienen de las principales burguesías europeas, como la alemana, que utilizan el poder de Bruselas para intentar descargar su crisis sobre los países más dependientes de la UE, como España. Imponiéndonos la “camisa de fuerza” de draconianos objetivos de reducción del déficit para garantizar la continuidad de los recortes sociales. O amparando las fuerzas que atentan contra la unidad, como acaba de hacer el Tribunal Superior de Justicia de la UE desautorizando al Supremo, o el parlamento europeo concediendo la inmunidad a Puigdemont. Buscando una España más débil, con las heridas contra la unidad abiertas, sobre la que poder imponer condiciones más leoninas.
Los retos que no solo el nuevo gobierno sino el conjunto del país debe abordar este año, no solo dependen de una situación nacional enconada por la intención de fuerzas poderosas de atacar al nuevo gobierno progresista. También de una situación internacional donde las maniobras y exigencias de los grandes centros de poder globales repercuten de forma directa en nuestro país.
Damian Sánchez Núñez dice:
como un análisis de la situación internacional y a subir las repercusiones que tiene para Europa y concretamente para España cojonudo pero le veo una falta qué esda una alternativa para intentar unir a todas las amplias fuerzas izquierda y democrática de la comunidad Europea en contra de Estados Unidos y de la OTA