Entrevistamos a Pepa Moleón, militante de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, miembro del grupo de liturgia de una parroquia madrileña y del consejo de redacción de la Revista Alandar.
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El dossier elaborado por El País es la primera y más exhaustiva recopilación de los casos de abuso sexual en el seno de la Iglesia en España. ¿Cuál es vuestro sentir y el de los cristianos y las cristianas de base ante lo que está sucediendo?
Lo hemos vivido siempre con un enorme dolor, por las víctimas y por la no reacción de la Iglesia. Se ha hecho evidente que es una realidad sistémica y esto es gravísimo. Es decir, no son circunstancias coyunturales o hechos anecdóticos.
Y el profundo dolor se acrecienta por la reacción de la Iglesia, que en las últimas décadas ha ocultado o no ha prestado la atención que debería a los hechos y las víctimas, también para poder defender así a la institución.
¿Por qué no se había hecho un seguimiento por parte del Estado o de la Iglesia?
Pensamos que la Iglesia no le dio la importancia que tenía fundamentalmente por miedo. Un miedo que se ha ido enquistando y perpetuando. Cuando llegaban las noticias de estos hechos a la jerarquía de la Iglesia, se decidía enviar a los presuntos victimarios o abusadores a otros lugares. Pero aunque alejaras al presbítero del colegio o el lugar donde estuviera, no se estaba poniendo ninguna medida y no se resolvía el problema.
Otra razón terrible para los cristianos ha sido que se ha realizado más una valoración del pecado, a nivel moral de la conducta de los abusadores y maltratadores que una denuncia como delito. Es decir, no se derivaba a la Justicia Civil para que hubiera investigaciones y estas personas pudieran ser juzgadas como cualquier ciudadano o ciudadana.
De momento la respuesta de la jerarquía de la Iglesia se ha diferenciado entre el Vaticano, que apoya las investigaciones, y la Conferencia Episcopal, que recientemente se ha desmarcado. ¿Qué pensáis vosotras de esto?
Depende del papa del momento. Pareciera que durante el Pontificado de Juan Pablo II hubo connivencia con algunos de los presuntos maltratadores, como el sacerdote mexicano Marcial Maciel que, a pesar de las denuncias, fue arropado por la Santa Sede y por la Congregación de la Fe. Benedicto XVI tuvo una mirada más crítica y seria, mucho más responsable y claramente Francisco es el papa de tolerancia cero, es su “leitmotiv”.
«Los cristianos de base lo hemos vivido con un enorme dolor, por las víctimas y por la pasividad de la Iglesia»
Los países han ido reaccionando de acuerdo a las características e idiosincrasias de las distintas Conferencias Episcopales. Se ha evidenciado que los medios jugáis un papel importante, como en el caso de Boston que fueron los periodistas quienes destaparon los abusos sexuales. En Francia, decidieron hacer una auditoría externa, lo cual demuestra una gran valentía y clarividencia.
La CEE ha puesto en marcha las oficinas de acogida y apoyo a las víctimas. Prefieren recoger los hechos con rostros, con historia, persona a persona. Pero no tenemos tan claro que se estén llevando a cabo medidas punitivas respecto a los maltratadores.
¿Crees que las Oficinas de Acogida son una buena idea o la Iglesia debería hacer como en Francia? Allí no solo han formado estas auditorías independientes sino que están pagando importantes indemnizaciones a las víctimas…
A mí me parece que una cosa no quita la otra. Estas instituciones de las diócesis que están abiertas para que cualquier persona pueda denunciar no solo los abusos sexuales sino la violencia física o abusos de poder. Además, se han abierto para personas que han sufrido maltrato fuera del ámbito eclesial, y esto puede estar muy bien.
Pero eso nada quita el que la Iglesia, como institución y como pueblo de Dios, como mujeres y hombres que intentamos creer en la propuesta de Jesús de Nazaret para tener una vida digna para todos, lleve adelante una investigación profunda y seria.
“Lo que se esconde debajo de las alfombras, lo que pretendemos no ver, es lo que muchas veces causa más daño, más dolor y más miedo”
¿Qué necesita cambiar la Iglesia?
Desde un punto de vista de actitud, la Iglesia tiene que perder el miedo. Porque lo que se esconde debajo de las alfombras, lo que pretendemos no ver, es lo que muchas veces causa más daño, más dolor y más miedo. Y es cuando salen a la luz, cuando se pueden verbalizar, cuando se puede subsanar.
Además no hay que olvidar a qué causas se deben estos sucesos, sobre todo si se confirma que son sistémicos. Yo creo que hay que revisar, como ha denunciado el papa Francisco, la estructura tan clerical de la Iglesia. Así como el tratamiento del sexo, algo que el papa no está abordando, cómo la la sexualidad es una asignatura pendiente dentro de la Iglesia, para ser vivida, educada y gozada. Y finalmente es necesaria una revisión de la figura sacralizada del presbítero. Subyace una visión de que es “la imagen de Cristo” y eso no es así. El presbítero es una persona de la comunidad que se pone al servicio de ella, es un continuador de los seguidores de Jesús, de los doce apóstoles y las mujeres que lo acompañaron.
Mari Puri dice:
¨la sexualidad es una asignatura pendiente dentro de la Iglesia, para ser vivida, educada y gozada¨