La Nueva Ruta de la Seda, el mayor proyecto económico mundial, encabezado por China, copa ya la atención mundial. Proyectado para estar operativo en 2049, los 68 países ya adheridos concentrarían y representarían el 35% del comercio mundial, el 75% de las reservas energéticas y el 55% del PIB mundial.
Tiene una rama terrestre, que conecta China con Lisboa, y otra marítima, que llega desde enclaves asiáticos al este de África. Pero también tiene una desconocida rama que pasa por Groenlandia.
En 2013, China elaboró un “Documento blanco sobre la Política en el Ártico”, donde se planteaba la visión de una “ruta de la seda polar”, adicional a la terrestre y la marítima. Cuatro años más tarde, en 2017, Rusia y China anunciaron la constitución de la “Ruta de la Seda del Hielo”.
La posición estratégica de Groenlandia la ha convertido, desde la IIª Guerra Mundial, en un importante enclave para EEUU
La asociación con Rusia permite que la prolongación de la ruta de la seda al Ártico pueda convertirse en realidad. Moscú controla el 45% del territorio del Ártico y su mayor franja costera, tiene un enorme interés en la explotación de sus recursos -de los que depende el 20% de su PIB-, y posee una red, recientemente modernizada, de siete grandes bases militares en el Ártico.
Pero el aspecto principal de esta “ruta de la seda polar” no es el militar, sino el de abrir nuevas vías marítimas. En concreto la que conectaría Europa y Asia por el ártico siberiano. Una ruta permitiría conectar Shanghai y Rotterdam, ahorrando además un 24% del tiempo que hoy se tarda en hacerlo.
Y que permitiría eludir lo que la diplomacia norteamericana llama “choke points”, es decir puntos de estrangulamiento. Se refieren al canal de Suez, el canal de Panamá, Gibraltar, Band al Mandab en el Mar Rojo, los estrechos de Ormuz y Malaca… Puntos neurálgicos del comercio mundial, que hoy las mercancías chinas deben cruzar obligatoriamente si quieren llegar a Europa, y que EEUU estaría en disposición de bloquear.
China está empezando a ser un jugador activo y con cada vez mayor presencia en el Ártico.
Con la “Ruta de la Seda del Hielo”, Pekín rompería cualquier posibilidad de cerco y aislamiento por parte de EEUU, garantizándose tanto el suministro energético como los intercambios comerciales con el resto del mundo.
Se trata además de un gigantesco proyecto económico, de inversiones e infraestructuras, al que ya han anunciado su disposición de unirse países como Finlandia, Islandia, Noruega o Suecia, dentro de la órbita norteamericana.
Este es el “gran juego”, uno de los vectores claves de la actual situación mundial, que ha provocado el renacido interés de Trump por Groenlandia.