En torno a esta disputa entre Bruselas y los ultraconservadores gobierno y Supremo polacos nos quieren colar de tapadillo una elección capciosa, un chantaje de contrabando.
Por supuesto que las maniobras autoritarias y los ataques a las libertades del ultraderechista gobierno de Morawiecki, junto a su corte de magistrados afectos, merecen el más severo rechazo de la mayoría social progresista de nuestro país. Por supuesto que sus antidemocráticas leyes para limitar de forma casi total el derecho al aborto -incluso en casos como el de la malformación del feto- o el respaldo del gobierno de Ley y Justicia a políticas tan reaccionarias como las «zonas libres de ideología LGTBI» deben ser denunciadas, combatidas y derrotadas.
Nadie debe considerar a gobiernos como el de Ley y Justicia o el de Orbán en Hungría como defensores de la “soberanía nacional”. Son instrumentos de Washington para intervenir en las contradicciones internas de la UE
Pero dicho esto, se nos presenta como algo bueno y deseable, como la «salvaguarda de la democracia frente a las derivas autoritarias» de gobiernos como el polaco o el húngaro, que la legislación de un país deba subordinarse a la europea, que las decisiones de un Estado miembro -también en materia macroeconómica- puedan y deban ser enmendadas desde Bruselas.
La soberanía nacional es la premisa para poder desarrollar políticas redistributivas de la riqueza, para poder zafarse de las imposiciones de Bruselas y el FMI, de Washington y de Berlín. La independencia va unida a la libertad.
Nos presentan como un bálsamo democrático lo que no es otra cosa que un trágala. Porque lo que implica es el completo secuestro de la soberanía nacional, la completa sumisión de cada país a los centros de decisión europeos, hegemonizados por las burguesías monopolistas más poderosas de la UE, la alemana y la francesa.
En julio de 2015 el pueblo griego votó en referéndum si debía aceptar las draconianas condiciones del rescate propuesto por la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo. El resultado fue un rotundo NO del 63%. Acto seguido, las brutales amenazas de Berlín y Bruselas -incluyendo la posibilidad de lanzar a Grecia al caos con la expulsión súbita del euro- obligaron a Atenas a aceptar el chantaje de la troika. ¿Entonces lo democrático era ignorar la voluntad soberana del pueblo griego y aceptar la «liberadora» primacía del Pacto de Estabilidad que condenaba al país al infierno de la austeridad y los recortes?
En estos momentos en España está abierto el debate sobre si debe derogarse la reforma laboral de Rajoy. Pero Bruselas ha puesto como condición para que nuestro país pueda recibir los 140.000 millones Next Generation, que no se toque la reforma laboral, o que se apruebe una reforma de las pensiones que pone los raíles de la semi-privatización. ¿Entonces lo democrático es aceptar la subordinación de la voluntad de la mayoría progresista española a las «recomendaciones» y mandatos de la Comisión Europea?
Todo lo contrario. La soberanía nacional es la premisa para poder desarrollar políticas redistributivas de la riqueza, para poder zafarse de las imposiciones de Bruselas y el FMI, de Washington y de Berlín. La independencia va unida a la libertad.