Los análisis que se están haciendo sobre las consecuencias de la caída del precio del petróleo son bastante parciales y en su inmensa mayoría tremendamente complacientes sobre su repercusión en la actividad económica. Mi aproximación es diferente, y las previsiones sobre su impacto macroeconómico, por lo tanto, distintas. El descenso de precios del oro negro supone la confirmación de que ciertos países de la OPEP, aquellos del Medio Oriente, definitivamente han apostado por establecer una política de cuotas de mercado, y disolver de paso el cártel. Productores como Venezuela o Nigeria, por ejemplo, sufrirán importantes pérdidas. Sin embargo, el objetivo es expulsar a otros competidores nuevos, muy especialmente a los productores de esquisto estadounidenses.
Por debajo de 50 dólares el barril entre el 60% y 80% de los productores de esquisto estadounidense entrarán en pérdidas. Como consecuencia reducirán producción, despedirán trabajadores, y estaríamos ante otro ejemplo característico de sobreinversión. Y se trata en realidad del auténtico motor de la economía norteamericana, responsable directo e indirecto de gran parte de la generación de empleo de los últimos dos años. ¿Quieren ustedes una analogía histórica a la situación actual? ¿Se acuerdan de la burbuja puntocom o de las hipotecas basura? ¡Estamos al comienzo del pinchazo de la burbuja energética! Sigan la evolución reciente de los bonos de estas empresas como un adelanto de lo que pueda pasar.
En unos mercados financieros claramente sobrevalorados, como son los actuales, tendríamos identificado, por lo tanto, el sector que junto a la deuda soberana justificaría el pinchazo de las burbujas financieras generadas los últimos años por los Bancos Centrales Occidentales. Si fuera así, la explosión de la “madre de todas las burbujas” tendría un impacto de medio y largo plazo demoledorque más que compensaría la liberación de renta generada por la bajada de los precios del petróleo en el corto plazo. El proceso se vería amplificado por crisis financieras sistémicas en aquellos países productores de materias primas. Recordemos que no sólo el precio del petróleo está cayendo. Las cotizaciones de las materias primas industriales llevan ya varios meses descendiendo, reflejando la desaceleración de la economía global.
Renta, riqueza y deflación
Utilizando datos históricos, la caída actual de los precios del petróleo equivaldría a un estímulo para la economía mundial superior a 1,2 billones de euros, similar a una reducción de impuestos próxima al billón de euros en 2015. Se liberaría, en definitiva, renta. Éste es, por ejemplo, el argumento utilizado por el inefable Rajoy, me imagino que al dictado de quienes le asesoran en materia económica, para afirmar que la economía española crecerá más de lo asumido. Sin embargo, se equivocan. En última instancia el descenso del precio de las materias primas activará un ciclo infernal para las economías occidentales, y, muy especialmente, para la nuestra. Se olvidan de un elemento que no controlan, y que ellos presuponen incluso que se debe a su buen hacer, los ciclos de propensión y aversión al riesgo en los mercados financieros.
La realidad actual es mucho más compleja, poliédrica. Nos encontramos ante una de las mayores burbujas financieras de la historia, obra y gracia de unos Bancos Centrales “independientes”, responsables últimos de todas las crisis económicas sistémicas acaecidas desde 1998, y retroalimentadas siempre vía endeudamiento. En este contexto, el descenso del precio del petróleo contribuirá a un estallido seguro de la actual burbuja financiera, y acelerará la deflación por endeudamiento.
Muchos economistas siguen aún a fecha de hoy sin entender qué es la deflación. No estamos ante una deflación benigna consistente en un descenso en los precios asociado a progresos tecnológicos y mejoras de productividad, bien sea en determinadas industrias o en la economía en general. Si al final la actual burbuja financiera estalla se precipitará la actual deflación por endeudamiento, es decir, un descenso en los precios causados por la incapacidad de los deudores para pagar sus deudas. La deflación “causará” la depresión.
Ciclo infernal en la economía española
El motor del escaso crecimiento y del empleo en nuestro país está siendo el consumo privado y el sector servicios, en un contexto de deflación y caídas de rentas salariales. Dicho crecimiento se está financiando con más deuda pública, induciendo a su vez un aumento de la deuda externa neta. Y ese incremento de la posición de la inversión extranjera en España no es como consecuencia del aumento de la inversión directa foránea, sino de la inversión especulativa destinada a comprar deuda soberana y corporativa de las grandes empresas patrias, esas mismas que continúan reduciendo su plantilla. La tremenda propensión al riesgo de los mercados financieros es lo que ha evitado hasta ahora el derrumbe de la economía patria.
Sin embargo, cuando aumente la aversión al riesgo en los mercados financieros -nos aproximamos a un ciclo de aversión al riesgo global-, entraremos en un círculo vicioso: crisis de deuda soberana, crisis de balanza de pagos, crisis bancaria, y crisis de la Seguridad Social. Y todo este ciclo infernal lo puede acelerar y activar definitivamente el descenso del precio de las materias primas y del petróleo. ¡Qué paradojas!, ¿verdad?