Una visita presidencial seguida por la gira de la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, por África no puede disimular una cruda realidad: China ha superado a Estados Unidos como el principal socio comercial del continente más pobre del mundo. Ese es uno de los principales problemas que enfrenta Clinton en un viaje por siete países de África. La realidad es que la crisis está acelerando el cambio económico y político de África hacia Asia, centrado en mayor medida alrededor de China. La implicación política de una África económicamente emergente en estrecha alianza con China está dando como resultado una nueva estrategia de Washington hacia el continente. El incremento del comercio y la inversión china en África amenaza con reducir sustancialmente la influencia política y económica de EEUU en ese continente rico en recursos.
La influencia de los aíses emergentes y sobre todo China en el sur del Sahara no es solo comercial. También crecen los proyectos de cooperación, los intercambios culturales, la presencia militar y la influencia política. Sobre todo está última -recientemente ejemplarizada con la negativa de Sudáfrica de permitir la entrada del Dalai Lama en su territorio- empieza a crear tensiones entre China y los países occidentales, con EEUU a la cabeza. China ofrece una alternativa política, económica y en seguridad para muchos países africanos, sobretodo para regímenes condenados al ostracismo como el de Sudán o Zimbabwe». Así, a diferencia de EEUU y la Unión Europea que condenan embargan ciertos países «no democráticos», China simplemente establece un tipo de relaciones en las que no excluye a nadie. La mayor presencia de los emergentes asiáticos en el mundo abre una ventana de oportunidad sin precedentes: el dominio imperial europeo y estadounidense se acabó en los patios traseros del mundo. Esta creciente vinculación entre Asia y África, es también simbólica del gran vuelco que está dando el mundo. El centro y la periferia se están rediseñando a gran velocidad. Para contrarrestar esta perdida de influencia en la región, Washington trata de establecer un eje de países «alidos», que puedan contener el avance de las «malas influencias», que están provocando una mayor oportunidad de desarrollo e independencia a los países africanos. EE UU esta aumentando su fuerza militar lo más rápidamente posible en el África Occidental y en el África Subsahariana. En febrero de 2007 la Casa Blanca anunció la formación del Comando Africano de EEUU (AFRICOM), un nuevo centro unificado de comando del Pentágono en África para establecerse antes de septiembre de 2008. centralizando e intensificando aún más la presencia militar de EEUU. La volatilidad de las instalaciones circundantes de petróleo en Nigeria y en otras partes del continente está siendo utilizada por el establecimiento de seguridad de EEUU para justificar un «apoyo» militar a los estados africanos productores de petróleo, bajo el modo de una ayuda que permitiría a los africanos defenderse por sí mismos de quienes obstaculizarían su adhesión al «libre comercio».La acelerada irrupción de una serie de potencias emergentes han creado una nueva correlación de fuerzas a escala mundial que hace impensable que EEUU pueda seguir aspirando a gobernar el mundo en exclusiva a través de un orden hegemoniota unipolar. La todavía mayor economía y al más imperio del planeta, eje de varias crisis y obligado a afrontar un descalabro económico, salir de dos guerras, impedir que sus adversarios obtengan ventajas en la coyuntura y mantener a raya a aliados oportunistas, le obligan a mantenerse a la ofensiva salvando tanto poder y liderazgo sobre los rivales como le sea posible.