Con la nueva línea Trump, ¿EEUU y Rusia socios en la explotación del Ártico?
«No jugamos con Rusia en la misma categoría. Ni siquiera participamos en el juego». Esta rotunda afirmación corresponde nada menos que al comandante de la Guardia Costera de EE.UU., almirante Paul Zukunft, en un reportaje de la revista Newsweek. Se refiere a la ventaja adquirida por Moscú en la explotación de los inmensos recursos del Artico y en la apertura de los Pasos del Norte y el Noroeste, que se podrían convertir en la principal ruta comercial del planeta.
Un organismo oficial como es la Inspección Geológica de EE.UU. calcula que el Ártico (una superficie 40 veces mayor que España), contiene el 30% de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural, el 13% de las de petróleo, e importantes depósitos minerales de oro, platino, diamantes, uranio… La disputa por esos recursos se está colocando en primer plano porque el deshielo provocado por el calentamiento del Planeta (el volumen de hielo marino está diminuyendo a un ritmo del 12% cada 10 años) y los avances tecnológicos, hacen posible y rentable su extracción. Rusia ha iniciado la carrera antes de que se diera la salida y está construyendo 10 estaciones polares, 16 puertos, 13 aeródromos y 10 puestos militares. Desde 2015 la protección de sus intereses en el polo Norte ha pasado a ser considerada una prioridad, formulada en su documento «Estrategia integral para el Ártico» para la que ha asignado nuevas fuerzas militares. Una contestación a Washington que exigió su trozo de pastel a través de la militarización de la región por medio de sus aliados -Canadá, Noruega y Dinamarca-, siguiendo la doctrina Rumsfeld (ex secretario de defensa) quien en 2002 reclamó toda la región bajo el paraguas militar del Comando Norte de EEUU. Señalar que desde las posiciones submarinas en el noreste del mar de Barents se pueden alcanzar con misiles la mayoría de los blancos importantes en el mundo, haciendo inútil el escudo antimisiles en despliegue por el ejército estadounidense.
Noruega, Dinamarca (a través de Groenlandia), Canadá, EEUU y en menor medida Suecia y Finlandia también reclaman derechos sobre esa zona, tanto en las 200 millas de sus aguas territoriales sobre el círculo polar, como en el subsuelo, pues alegan que éste es la prolongación de la plataforma continental de sus naciones, lo que les otorgaría otros 500 kilómetros más. Pero Moscú no se detiene ahí. En 2007, el explorador polar y también vicepresidente de la Cámara de Diputados rusa, Artur Chilingárov, colocó en el lecho marino del Polo Norte una cápsula de titanio con una bandera rusa. Una, más que simbólica, toma de posesión. Y recientemente el viceprimer ministro, Dmitry Rogozin, tras una visita a la zona polar, escribió desafiante en su cuenta de Twitter: «El Ártico es una Meca rusa».
Saltan las alarmas
Pero lo que ha hecho saltar las alarmas en el puesto de mando del hegemonismo norteamericano ha sido la invitación formal que Putin hizo a China y Francia este pasado verano para que participasen en el proyecto suministrando tecnología, instalando directamente pozos de petróleo y gas natural, y aportando financiación. La alianza en la explotación del Artico entre Rusia y China supondría la consolidación de una relación iniciada en otros campos hace una década, un golpe enorme para los intereses estratégicos de EEUU. Más si a eso unimos el papel que Francia podría cumplir al sumarse, reforzando su tendencia a la independencia de Washington. Quizás el cambio de actitud en un sector de la clase dominante norteamericana, intentando impulsar a través de Donald Trump una relación de colaboración con Moscú, obedezca al desesperado intento de impedir que se refuercen los vínculos Moscú-Pekín, a quienes juntos no puede Washington aspirar a imponerles condición alguna sobre el señorío del planeta. De hecho, es conocido que el nuevo Secretario de Estado de Trump es Rex Tillerson, presidente del gigante petrolero Exxon Mobil, y anterior responsable de los negocios de Exxon en Rusia. Además el nuevo gobierno estadounidense quiere adoptar medidas para repatriar capitales y favorecer la creación de capital con nuevos productos financieros a través de los cuatro gigantes de inversión (Goldman Sachs -con ex directivos en el nuevo gobierno-, Merryl Lynch, JPMorgan y Morgan Stanley), en lo que parece un intento de generar un enorme excedente que ofrecer a Rusia para ser su socio en la aventura ártica y tentando a Putin a prescindir de China.