«Un retroceso severo de los índices de bienestar agravado por un bloqueo institucional en la vida pública. Una larga lista de imprescindibles reformas pendientes. El peligro de un rescate forzoso de la Unión Europea con dolorosos costes sociales y amenazas a la estabilidad de la moneda única. Un Gobierno de liderazgo débil y autocomplaciente, anquilosado en su desgaste y sobrepasado por las circunstancias; una oposición enrocada sobre sus propias expectativas de poder y una sociedad angustiada por el implacable deterioro de la productividad y la escandalosa tasa de paro. Ese es el cuadro general de España»
A día de hoy, ningún movimiento de la escena ública indica la inminencia de nuevas medidas destinadas a reducir el riesgo de impago apreciado por los acreedores. El Ejecutivo permanece aferrado a sus premisas y la oposición ha resumido sus conclusiones en una proclama política: el principal elemento de riesgo es el propio Zapatero, y la única salida viable es la convocatoria de elecciones anticipadas. A la crisis económica y financiera se suma así un bloqueo político de enorme gravedad, arrastrado de los últimos años y capaz de producir un colapso nacional. (ABC) LA VANGUARDIA.- El Rey ha recibido un informe, y en Madrid hace días que no se habla de otra cosa. Un centenar de empresarios, gestores y expertos en economía han hecho llegar al jefe del Estado un documento en el que advierten que la avería de España es muy grave y que la reparación exige repensarlo todo, o casi todo. El documento urge cambios estructurales en el modelo económico, en la concepción misma del Estado de bienestar, en el sistema educativo, en el funcionamiento de las administraciones públicas; en la ley electoral, en la configuración de la unidad de mercado, en la marca España y en la propia identidad del país. En pocas palabras: un segmento de la elite española ha enviado al Rey un informe que, leído con atención y sin el celofán de las bonitas palabras, contiene las bases para un hipotético Gobierno de concentración nacional. EL CONFIDENCIAL.- Se empieza a hablar de un gran Pacto de Estado capaz de desembocar en un Gobierno de concentración que, presidido por una personalidad independiente, más o menos bien vista por todos, abordaría las tareas económicas más urgentes y abriría un proceso constituyente destinado a redefinir el Estado autonómico, reequilibrar los poderes del Gobierno central, reformar la Ley Electoral, etcétera. En suma, corregir los traumas que han llevado a nuestra feble democracia a su actual estado de postración, ello en línea con el documento que, auspiciado por el ex ministro Eduardo Serra, le fue entregado al Rey días atrás. Ello con el objetivo puesto en la convocatoria de elecciones generales en un par de años, una vez cumplidas esas metas. Los peligros son obvios, y las resistencias de la clase política, totales Opinión. ABC La madre de todas las crisis Ignacio Camacho Una crisis política y estructural superpuesta a una grave recesión económica y a un colapso financiero. Una espiral de problemas encadenados que han estallado en una oleada de pánico. Un retroceso severo de los índices de bienestar agravado por un bloqueo institucional en la vida pública. Una larga lista de imprescindibles reformas pendientes. El peligro de un rescate forzoso de la Unión Europea con dolorosos costes sociales y amenazas a la estabilidad de la moneda única. Un Gobierno de liderazgo débil y autocomplaciente, anquilosado en su desgaste y sobrepasado por las circunstancias; una oposición enrocada sobre sus propias expectativas de poder y una sociedad angustiada por el implacable deterioro de la productividad y la escandalosa tasa de paro. Ese es el cuadro general de España a punto de finalizar la primera década del siglo en medio de un clima de incertidumbre y pesimismo que ha retraído el valor país a términos de más de diez años atrás. Renuncia gubernamental La tormenta bursátil desatada esta semana a partir de un estado general de nervios sobrevenido tras el rescate de Irlanda ha arrasado la confianza en la economía española, ya muy precaria por el peso acumulado de sus defectos estructurales. Los mercados de deuda han machacado el índice Ibex y hundido los valores de nuestras principales empresas, presas de un efecto de contagio incrementado por la renuencia gubernamental a nuevas medidas de ajuste. Los acreedores han desdeñado a Portugal para apuntar directamente hacia una España que se ha quedado sin cortafuegos ante la alarma por el peligro de impago. En tres días, de lunes a jueves, el diferencial con el bono alemán y los créditos de riesgo ascendieron a máximos históricos, y los bancos nacionales tuvieron que hacerse cargo a duras penas de una emisión de deuda a interés estratosférico que se negaban a adquirir los inversores extranjeros. El «blitzkrieg» financiero disparó de forma exponencial el riesgo-país y la suspensión de pagos, el temible «default», estuvo durante unas horas aleteando por segunda vez en la ventana del sistema económico. Sistema de pensiones El mismo día, domingo 21, en que los ministros del Ecofin imponían al Gobierno irlandés el rescate de su deuda, el presidente Rodríguez Zapatero descartaba en una entrevista con el diario socialdemócrata «El País» cualquier programa inmediato de nuevas medidas de ajuste, y ratificaba su intención de aplazar hasta la primavera la reforma del sistema de pensiones. Sus palabras incrementaron de forma inmediata el miedo en los mercados y contribuyeron en no poca medida al estado general de zozobra. Pero el Gobierno permaneció durante toda la semana inmóvil. En su análisis, se trataba tan solo de una crisis coyuntural y pasajera, que se aplacará cuando prevalezca la evidencia de las fortalezas de la economía española. Empeñado en mantener el «statu quo» actual hasta las elecciones locales de mayo, el Ejecutivo cifra su esperanza en que la propia escala económica de España haga desistir a los socios europeos de embarcarse en un rescate ultramillonario que podría tambalear incluso la viabilidad del euro. «Vamos a cumplir la previsión de déficit, y sin mayoría parlamentaria no tenemos margen de maniobra», afirmaba el jueves un ministro de Zapatero. Sin embargo, el horizonte del rescate aparece en estos momentos como una posibilidad tan real que ya se han puesto sobre la mesa cifras concretas: 350.000 millones, para salvar tan solo una parte de la deuda. Los medios económicos urgen decisiones inmediatas —impulso de las reformas del mercado laboral, de las pensiones y del sistema de cajas de ahorro— que atajen este riesgo, cuyas consecuencias serían gravísimas al provocar un estancamiento decisivo de la productividad y prolongar aún más la recesión que ha provocado cifras récord de desempleo. A día de hoy, sin embargo, ningún movimiento de la escena pública indica la inminencia de nuevas medidas destinadas a reducir el riesgo de impago apreciado por los acreedores. El Ejecutivo permanece aferrado a sus premisas y la oposición ha resumido sus conclusiones en una proclama política: el principal elemento de riesgo es el propio Zapatero, y la única salida viable es la convocatoria de elecciones anticipadas. A la crisis económica y financiera se suma así un bloqueo político de enorme gravedad, arrastrado de los últimos años y capaz de producir un colapso nacional. Falta de visión estratégica La realidad es que esa crisis política, mucho más profunda que la del simple agotamiento de un Gobierno incapaz de hacer frente a los problemas, resulta determinante en las incertidumbres que han provocado el deterioro del valor España. La desconfianza en las capacidades de un país que había vivido desde 1997 hasta 2007 una década de incuestionable desarrollo se debe a un deterioro estructural incubado en lo que va de siglo por falta de visión estratégica, y acelerado durante el mandato de Rodríguez Zapatero, cuya política, caracterizada por el énfasis en cuestiones superficiales y la retórica gestual, ha abandonado los aspectos básicos que garantizan el mantenimiento de la cohesión institucional y de las fortalezas sociales. La recesión no ha hecho sino agudizar y poner de manifiesto la debilidad de un proyecto de gran trivialidad, diseñado para explotar electoralmente las complacencias de una sociedad satisfecha, que se ha venido abajo cuando la crisis ha atacado, con las mutaciones de un virus maligno, sus enclenques defensas orgánicas. Han caído una por una: el sistema financiero, la burbuja inmobiliaria, el tejido industrial, las políticas de gasto y finalmente la deuda. De ahí que los análisis menos superficiales de la situación reparen en la necesidad de solucionar la crisis política como única fórmula de atajar la económica y estabilizar el país a medio plazo. Solución que no pasa solo por el adelanto electoral y la constitución de una nueva mayoría parlamentaria con legitimidad para abordar medidas urgentes de dolorosos costes sociales. La gravedad del colapso requiere un impulso de regeneración global con reformas en profundidad que pongan al día las estructuras funcionales de España y permitan sentar las bases de un desarrollo sostenido, so pena de que el retroceso de los últimos años se convierta en un retraso acumulado que anule la competitividad con un proceso de esclerosis. Las causas principales de este anquilosamiento competitivo aparecen definidas con prístina claridad en el informe que la Fundación Everis entregó al Rey Juan Carlos el pasado 15 de noviembre, y que bajo el epígrafe «Transforma España» transmite la necesidad de entender la crisis en su sentido etimológico como oportunidad de «transformación» y «decisión». El documento se basa en las opiniones plurales formuladas por un centenar de personalidades de primer nivel en la vida española, en el que destaca la presencia del núcleo directivo de la mayoría de las empresas del Ibex, así como de intelectuales independientes, responsables de medios de comunicación, academias y demás plataformas de la llamada sociedad civil. Partiendo de un diagnóstico demoledor —la pérdida en dos años del valor-país o media de indicativos de bienestar hasta los niveles de 1997 como consecuencia de una fuerte degradación de la gestión pública—, el informe establece un programa de reformas necesarias bajo razonables criterios de reconstrucción nacional. Junto con una revisión a fondo de los modelos vigentes en administración, autonomías, justicia, energía, educación y marco electoral, propone una dinámica de pactos de Estado que hagan posible la agenda de reconstrucción nacional con una mínima estabilidad política. Acuerdo político y social La envergadura de este marco de reformas exige, a todas luces, un acuerdo político y social de gran alcance que trascienda el juego tradicional de apoyos parlamentarios —basados en la compraventa de favores con minorías nacionalistas— para dotar al impulso de regeneración de un soporte estable y transversal. Resulta obvio que el crispado clima de enfrentamiento actual imposibilita cualquier clase de pacto de fondo, toda vez que las siempre difíciles relaciones entre los dos grandes partidos han entrado en estado de encono y que la alternativa de la oposición se basa en el relevo inmediato del Gobierno zapaterista, al que identifica como el principal factor de inestabilidad. Estamos, pues, ante un «impasse» generalizado en el que problemas y soluciones aparecen encadenados como en un círculo vicioso que solo puede romperse mediante un ejercicio de superación global. Las dificultades socioeconómicas y financieras exigen una determinación política que el Gobierno, sin liderazgo ni coraje, desbordado por la situación y preocupado por la caída de sus expectativas, no está en condiciones ni muestra voluntad de ofrecer. La oposición condiciona cualquier salida a un cambio de rumbo en la dirección política de la nación, y la sociedad civil no encuentra eco en las plataformas políticas. España ofrece así un bloqueo general que retroalimenta las dudas exteriores. El dilema es pacto o elecciones. El acuerdo no parece posible por la distancia sideral que separa las posiciones de los dos grandes partidos nacionales y por el egoísmo de los nacionalistas. Las elecciones anticipadas parecen descartadas por un Gobierno que ahora mismo estaría condenado a perderlas. En medio del bombardeo de los mercados, que reclaman mayores garantías de pago, el rescate europeo y su consecuente contrapartida de reformas impuestas se ha convertido en un horizonte verosímil a plazo medio o corto, quizá para el primer trimestre de 2011. Pero se trataría de una solución de emergencia y con un alto precio de empobrecimiento inmediato. La verdadera terapia de regeneración de un modelo social, político y administrativo agotado va a permanecer pendiente a la espera de un nuevo marco que pase obligatoriamente página de una década de parálisis y se apreste a leer el futuro con la determinación de transformar sus oscuras perspectivas. ABC. 28-11-2010 Opinión. La Vanguardia Informe al Rey Enric Juliana El Rey ha recibido un informe, y en Madrid hace días que no se habla de otra cosa. Un centenar de empresarios, gestores y expertos en economía han hecho llegar al jefe del Estado un documento en el que, con muy buenas palabras, con palabras satinadas y algo plastificadas por el léxico de las escuelas de negocio, advierten que la avería de España es muy grave y que la reparación exige repensarlo todo, o casi todo. Lleva por título Declaración Transforma España, pero su enunciado podría ser aún más contundente: Manifiesto por la Rectificación. El documento urge cambios estructurales en el modelo económico, en la concepción misma del Estado de bienestar, en el sistema educativo, en el funcionamiento de las administraciones públicas; en la ley electoral, en la configuración de la unidad de mercado, en la marca España y en la propia identidad del país. En pocas palabras: un segmento de la elite española ha enviado al Rey un informe que, leído con atención y sin el celofán de las bonitas palabras, contiene las bases para un hipotético Gobierno de concentración nacional. España se ha civilizado, forma parte del magmático Imperio Europeo y ha puesto su ejército a las órdenes de la Armada Occidental. Hace treinta años, cuando en Madrid se hablaba de golpe de timón todo el mundo se refería, como en el siglo XIX, a los cuarteles. Está en la memoria de todos y hay cuantiosa literatura al respecto. Javier Cercas lo ha explicado muy bien en Anatomía de un instante.Hoy las coordenadas son otras: mercados y opinión pública; flujos monetarios y emociones; élites, medios de comunicación y redes sociales. Y, en última instancia, elecciones. Aceleración, aceleración, aceleración. Habitamos otras esferas. El informe ha sido promovido por la Fundación Everis, entidad que preside el ex ministro de Defensa Eduardo Serra. Aunque el documento está avalado por las principales empresas del Íbex 35 y por entidades financieras de gran relieve, no todas ellas han aportado la firma de sus presidentes; en este sentido llama la atención la signatura de César Alierta, presidente de Telefónica. Contiene el documento destellos futuristas de Eduardo Punset y gravedades unitaristas de José María Fidalgo, ex secretario general de Comisiones Obreras. Podría ser la base para una reflexión abierta, plural y de muy largo recorrido, pero también es susceptible de ser utilizado como munición. Dice algunas obviedades y transporta mensajes cifrados. Pide grandes pactos de Estado; plantea cómo legitimar la reducción del Estado de bienestar sin recurrir al lenguaje de la crudeza; sugiere una reordenación a fondo de las autonomías y sus competencias; aboga por una nueva la ley electoral (sin mayores precisiones); insiste, insiste e insiste en que la propulsión de la marca España ha de ser el nuevo vector – comercial e ideológico, de cara al exterior y también para el interior-de la identidad española. No es un pronunciamiento, pero en Madrid hay quien quiere leerlo como el novísimo Manifiesto de los Persas (documento firmado por sesenta y nueve diputados en 1814 pidiendo a Fernando VII que pusiese fin a la aventura liberal y restableciese el viejo orden). Viendo venir a los persas, el presidente del Gobierno improvisó la reunión con los 37 principales empresarios del país, que tuvo lugar ayer en la Moncloa, después de una de semana vértigo para la economía. El objetivo inicial era el de retomar la iniciativa, reabsorber el espíritu del documento con una señal favorable al consenso que pide el Rey, y neutralizar la posible utilización del manifiesto empresarial como ariete contra el Gobierno en un momento de renovada dureza en el combate político, por el inexorable avance del ciclo electoral. Ese era el dibujo inicial de la cita en Moncloa y advino la semana trágica. El riesgo de derrumbe de España en el sistema euro – gravísimo riesgo aún no conjurado-transformó la reunión de ayer en los estados generales de la Emergencia Nacional. El Directorio Europeo pide que todos los sacrificios anunciados se cumplan y no se demoren por el calendario electoral. El presidente Zapatero tuvo que comprometerse ante los empresarios a agilizar la rebaja de las pensiones (edad de jubilación a los 67 años y nuevo sistema de cálculo), medida que puede dar lugar a otra votación de infarto en el Congreso. Y habrá protestas. Regresamos a los idus de mayo. Mayo del 2010: primer programa de ajuste tras el diktat europeo, chino y norteamericano; el Gobierno, salvado en el último minuto por CiU. Mayo del 2011: ajustadas las pensiones, las municipales y autonómicas serán el gran calvario de Zapatero. El Partido Popular aprieta para que no haya otra opción que adelantar las generales a mayo y así zanjarlo todo de una tacada. El PSOE intenta mantener en pie la legislatura y espera nuevos aliados. España, de nuevo en situación de vértigo. Bloqueada la política, se emitirán más informes y manifiestos. Inquietud, incertidumbre, desasosiego y una nueva evidencia: estamos bajo el Sacro Imperio Romano Germánico. Días difíciles. 28-N, trascendental. Hoy se decide la existencia, o no, de un sólido centro de gravedad catalán en el inevitable e incierto reajuste de las Españas. Esto es lo que está en juego. LA VANGUARDIA. 28-11-2010 Opinión. El Confidencial Otra de gambas en Moncloa Jesús Cacho (…) Algunos han querido ver en el vermú ofrecido ayer por Rodriguez Zapatero a los empresarios un cierto paralelismo con la consulta a la desesperada realizada hace más de 80 años por Primo de Rivera a sus compañeros de armas. Los grandes empresarios de hoy han sustituido a los Capitanes Generales de ayer. La debilidad extrema de ambos personas es idéntica; su descrédito, equiparable. Cien empresarios y profesionales de prestigio presentaron el pasado 15 de noviembre un memorándum al nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos I, dando cuenta de la calamitosa situación por la que atraviesa un país que, a principios de siglo, creía haber traspasado para siempre la barrera de la prosperidad y de pronto se ve amenazado por el fantasma de la pobreza, ello por culpa de un Gobierno presidido por un hombre con menos luces –intelectuales y morales- que un barco de contrabando. Alguien con talento bastante en Moncloa debió advertir al sujeto del peligro potencial que encerraba ese manifiesto, una enmienda a la totalidad de sus políticas, y le aconsejó ponerse al frente de la manifestación. Ese es todo el secreto que rodea la estrambótica, abracadabrante convocatoria de ayer, 25 primero, 30 después, más tarde 35, finalmente 41 y, ¿por qué no 58 o 136? El resultado hubiera sido el mismo. “La mayoría se han ido encantados” El badulaque espera que, hábilmente amplificada por unos medios de comunicación mayormente afectos, el empaste le sirva para distraer la atención al menos unos días. Esta semana inicia un periplo por Libia, Suiza, Bolivia y Argentina. Toma del frasco. Volverá a Madrid con las luces de Navidad encendidas, y a vivir que son dos días. Otra de gambas en Moncloa. Uno de los pocos que hablo claro fue Francisco González, a quien ZP quiso descabalgar del BBVA en escandalosa operación concertada con un ladrillero murciano y los bancos amigos: “usted tiene que hacer las reformas por vía de urgencia, porque los mercados no esperan”. Ninguno se atrevió a decirle que el problema, con serlo, no es el déficit, ni los balances de Cajas y Bancos, ni las cifras de paro, ni nuestra incapacidad para exportar: El problema es él. El drama de España eres tú, José Luis, y si al partido que te respalda le quedara un átomo de sensatez, no digamos ya de patriotismo, debería buscar de inmediato un acuerdo con la oposición para desbloquear cuanto antes esta agonía que nos lleva de cabeza al abismo de la intervención de Bruselas y el FMI, y a la pobreza. De modo que si el silencio ominoso de los Capitanes Generales sirvió en 1930 para descabalgar a Primo, el silencio de ayer de nuestros capitanes de empresa servirá para reforzar a ZP. “La mayoría se han ido encantados”. Como al soldado, el valor se les supone. Al hecho incontestable de que la cuenta de resultados de muchos de ellos depende del Gobierno –razón por la cual Amancio Ortega, el único empresario merecedor de tal nombre, no se tomó la molestia de venir a Madrid-, hay que unirle el miedo de todo español de por a significarse y hablar alto y claro. De un alto cargo de la extinta UCD: “La clave de la Transición fue que todos teníamos algo que perder si nos liábamos a mamporros; no le demos más vueltas: este es un país de cobardes. Fue el peor legado de Franco a la sociedad española”. El descrédito del personaje es total en las cancillerías europeas. El espectáculo ofrecido en la cumbre de la OTAN en Lisboa, cuando, cual pollo desnortado, buscaba afanosamente el emplazamiento que tenía asignado para la foto de familia, rebasa todo ridículo imaginable. Pero, por una de esas crueles ironías que a veces depara el destino, resulta que el futuro del euro y del propio proyecto de la UE ha venido a caer en manos de este badajo. Zapateuro. Se entiende el pavor mostrado por Merkel y Sarkozy, que han hablado esta semana varias veces al respecto: ¿Cómo evitar que el colapso de España se lleve por delante a la zona euro? La alarma es muy visible también en la Reserva Federal USA, alguno de cuyos funcionarios han contactado a diario con economistas –incluso cercanos al PP- y altos funcionarios españoles, por no hablar de la presión de la Administración Obama sobre el propio ZP. “Esto está peor que en mayo”, asegura uno de nuestros mejores expertos. “España no puede financiarse a estos costes y con los mercados bloqueados, y no vamos a tener más remedio que seguir el camino de Irlanda. No hay quien pare esta sangría. Solo un chute de confianza brutal, tal que el anuncio antes del próximo puente de la Constitución de la inmediata reforma de las pensiones por Decreto Ley. El clima de desconfianza es brutal, y no hay más salida que ir a elecciones generales cuanto antes, para hacerlas coincidir con las municipales y autonómicas de mayo”. Las maniobras del Rey con su amigo Eduardo Serra Por otra de esas paradojas del destino, ha sido un socialista, el comisario europeo Joaquín Almunia, quien esta semana ha puesto en evidencia la condición de España como país digno de toda sospecha: “La duda, por un lado, está en saber si España va a ser capaz de aplicar lo que ha decidido que hay que hacer […] Y la segunda duda es si España tiene algo más, aparte de lo que ya está encima de la mesa”. Ahí le duele. ¿Qué ha pasado, por ejemplo, con los 320.000 millones de crédito promotor que lastraba los balances de cajas y bancos a primeros de 2008 y que a día de hoy se mantiene inalterable porque, aunque se hayan entregado viviendas, el montante del crédito se retroalimenta por culpa de los intereses acumulados? ¿Dónde escondemos esa suma? ¿Y qué hacemos con el resto de mastodónticas cifras que lastran el futuro de un país que, por encima de todo, carece de una estrategia de crecimiento imprescindible para crear empleo y mantener nuestro nivel de vida? Se empieza a hablar de un gran Pacto de Estado capaz de desembocar en un Gobierno de concentración que, presidido por una personalidad independiente, más o menos bien vista por todos, abordaría las tareas económicas más urgentes y abriría un proceso constituyente destinado a redefinir el Estado autonómico, reequilibrar los poderes del Gobierno central, reformar la Ley Electoral, etcétera. En suma, corregir los traumas que han llevado a nuestra feble democracia a su actual estado de postración, ello en línea con el documento que, auspiciado por el ex ministro Eduardo Serra, le fue entregado al Rey días atrás. Ello con el objetivo puesto en la convocatoria de elecciones generales en un par de años, una vez cumplidas esas metas. Los peligros son obvios, y las resistencias de la clase política, totales. En las cúpulas de los partidos se rechaza la pretensión de un manotazo, recordando el intento, mitad de los noventa y con el felipismo acosado por escándalos de todo tipo, de un Gobierno de concentración secretamente auspiciado por el Monarca y encabezado por su entonces íntimo amigo Mario Conde. El protagonismo del Rey –¿cómo justificar ese pintoresco despacho del jueves con la ministra Elena Salgado?- en las últimas fechas no puede ser más llamativo. No faltan quienes apuntan al citado Serra, hombre brillante que goza de la confianza de los norteamericanos, muy cercano al Rey, ministro que fue del PP con Aznar y siempre bien visto por el PSOE, como cabeza de la iniciativa. Hay quien asegura, en fin, que todo se reduce a un intento de última hora de la Monarquía encabezada por don Juan Carlos de recuperar la imagen perdida tras años de carantoñas con un mentecato como Zapatero, complicidad que le ha granjeado la desafección de buena parte de la derecha política e incluso de amplias capas de población urbana no partidaria. Si la violación de la Constitución por parte de Alfonso XIII al apoyar el golpe de Primo de Rivera dio a “las izquierdas”, como entonces se decía, una popularidad que no hubieran podido lograr a tenor de los magros cambios operados en la estructura social y económica de España durante las décadas precedentes, el compadreo exhibido estos años por el Rey con un tipo como el aludido ha llegado a exasperar a millones de españoles que hoy se plantean si merece la pena seguir apoyando a la institución. Tal vez demasiado tarde, Majestad, para casi todo. EL CONFIDENCIAL. 28-11-2010