Macron ha logrado quedarse en el Elíseo para los próximos 5 años, pero la correlación de fuerzas parlamentaria con la que podrá o no gobernar cómodamente se va a decidir en las inminentes elecciones legislativas del 12 de junio. Y en esos comicios, el reelegido presidente no sólo va a tenérselas que ver con la ultraderecha encabezada por Marine Le Pen, sino con el tercer eje de la vida política francesa, una izquierda que encabeza la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y que ha logrado unir en las mismas listas al Partido Socialista, a los ecologistas, al Partido Comunista y a varias organizaciones de izquierdas.
Es histórico. Hay dos cosas que nunca habían pasado. Nunca había ocurrido que la hegemonía de la izquierda francesa pasara de un Partido Socialista que hace sólo seis años estaba ocupando el Elíseo, a un partido de izquierdas de orientación euroescéptica como La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon, que propone “desobedecer” las normas de la Unión Europea, o que Francia abandone el mando militar de la OTAN, que defiende reducir la edad de jubilación a 60 años, aumentar el salario mínimo y limitar los precios de los productos esenciales. También exige la derogación de las últimas reformas laborales (también la aprobada durante el mandato del socialista François Hollande) o la creación de una renta básica (de unos 1.000 euros) para los jóvenes de más de 16 años.
Y tampoco había ocurrido jamás que la práctica totalidad de la izquierda francesa -desde LFI, el Partido Socialista, el Partido Comunista, los ecologistas y diversos grupos trotskistas y anticapitalistas) concurrieran a las legislativas en unas listas conjuntas y con un programa común y pactado.
En la primera vuelta de las presidenciales, los insumisos de Mélenchon obtuvieron el 22% de los votos y estuvieron cerca, a sólo 400.000 votos, de arrebatar el segundo puesto a la ultraderechista Marine Le Pen y pasar a la segunda y decisiva vuelta. El segundo puesto en el campo de la izquierda lo lograron los ecologistas con algo menos del 5% de los sufragios, seguidos de los comunistas del PCF (2,28%). En último lugar -en una debacle electoral de un partido que ha sido parte del bipartidismo reinante en las últimas décadas- el Partido Socialista Francés, encabezado por Anne Hidalgo, obtenía un magro 1,74% de apoyos.
Ha sido esta catástrofe, que pone al PSF al borde de la desaparición, la que ha obligado a los socialistas a negociar con los que hasta hace poco eran sus archienemigos en el seno de la izquierda, la Francia Insumisa. Y de hecho el acuerdo con Mélenchon -en el que el PSF asume buena parte del programa insumiso- ha generado una aguda división en el PSF, donde la decisión de concurrir en listas conjuntas ha sido aprobada por un 63% de la directiva tras un acalorado debate. Muchos pesos pesados del socialismo critican haberse plegado a los postulados de la “izquierda rupturista”, -especialmente en lo que se refiere a la desobediencia hacia la UE- para obtener algunos puestos en la Asamblea Nacional.
El acuerdo para formar el Frente Unido de izquierdas -oficialmente llamado «Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES)»- incluye el reparto de candidatos para las legislativas: de las 577 circunscripciones electorales, un centenar de candidatos serán para los ecologistas, unos 70 para los socialistas, medio centenar para los comunistas, y el resto serían para el partido de Mélenchon.
Un problema para Macron… y para la oligarquía francesa
El sistema electoral francés, como todos los que consisten en dos vueltas, plantea un trágala a millones de ciudadanos: tener que optar en la segunda vuelta entre “lo malo y lo peor”, tener que votar con una pinza en la nariz al candidato que detestan menos.
Este bloque de izquierdas encabezado por los Insumisos, podrían obligar a Macron a cohabitar con Mélenchon, nombrándole primer ministro.
Pero esa distorsión antidemocrática -que permite que en el Elíseo pueda haber un presidente como Emmanuel Macron, al que sólo votó un 28% de los franceses como primera opción- se disipa en las elecciones legislativas, donde los ciudadanos votan como diputados a las opciones que consideran que los representan. Así que es muy posible que en las legislativas de junio Macron reciba un sonoro varapalo, y que queden claramente definidos los tres bloques del panorama político galo: el polo del centro, hegemonizado por Macron, el polo de la ultraderecha liderado por Le Pen, y el polo de la izquierda encabezado por Mélenchon.
Sin el chantaje de tener que elegir entre el «candidato de las élites y de los ricos» y la candidata de la ultraderecha, el voto del desencanto y de la indignación puede dar una sorpresa en estas legislativas. Según un sondeo reciente del instituto Cluster 17, este bloque unitario de la izquierda obtendría el 34% de los sufragios en la primera vuelta de las legislativas, por delante de la coalición macronista (24%) y de la ultraderechista Reagrupación Nacional (24%). Si esto sucediera, este bloque de izquierdas encabezado por los Insumisos, podrían obligar a Macron a cohabitar con Mélenchon, nombrándole primer ministro.
Tal eventualidad tendría un fuerte impacto en Francia… y en Europa. Aunque el programa común pactado elude las diferencias acerca de la OTAN, propone “no respetar ciertas reglas de la Unión Europea» y anuncia choques frontales con los centros de poder europeos y atlánticos crearía un problema nada pequeño para la burguesía monopolista gala… y para Berlín y Washington.