La tramitación parlamentaria de la Ley de Memoria Democrática, que amplía la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007, ha desatado una agitada discusión.
Algunos sectores han protestado contra las enmiendas presentadas a la ley por Bildu, bajo la consigna de “reescribir la historia de la transición”. Este es un asunto especialmente sensible, cuando hay importantes sectores de Bildu que todavía no han condenado el terrorismo de ETA, evidentemente incompatible con cualquier memoria democrática.
Pero también han elevado su voz algunas asociaciones de víctimas del franquismo, que reclaman más ambición a la ley, abordando por ejemplo la derogación de la Ley de Amnistía para poder actuar judicialmente contra los delitos cometidos antes de 1977.
La exigencia de reparación histórica a las víctimas del franquismo, y la necesidad de que una memoria limpia sobre lo que significó el fascismo impida debilitar los fundamentos de la convivencia democrática, están profundamente arraigados en la sociedad española. Como lo demuestra el hecho de que la ley sobre memoria histórica, aprobada en 2007, haya permanecido vigente, sin derogarse, bajo gobiernos de muy diferente signo político.
Independientemente de las diferencias, legítimas, que puedan tenerse con la Ley de Memoria Democrática, una amplia mayoría compartimos el objetivo, que figura en su redacción, de “conseguir la reparación integral de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura”.
¿Por qué no debemos cultivar también la memoria histórica sobre la intervención de centros de poder mundiales en episodios clave de nuestra historia reciente?
Y una amplísima mayoría compartimos también la necesidad de cultivar la memoria histórica sobre lo que supuso el terrorismo de ETA, su carácter fascista, y el homenaje y reparación de sus víctimas.
Pero la memoria histórica, para ser verdaderamente limpia, exige que sea integral, que no admita “zonas de sombra” o territorios declarados como “tabú” para el gran público.
En este mismo número de Foros nos hacemos eco de investigaciones sobre la intervención de potencias extranjeras, principalmente EEUU, en episodios traumáticos que han determinado el rumbo de la política española en las últimas décadas. Recuperar la memoria histórica es también poner los focos sobre estos hechos.