«Los años de apuros económicos han afectado a los comportamientos familiares, reproductivos, migratorios y en el bienestar», según un informe de investigadores del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superio de Investigaciones Científicas (CSIC) dirigido por Teresa Martín.
La crisis ha dejado huella no sólo en los bolsillos, también en los comportamientos y la calidad de vida. «Menos población, menos fecundidad, más suicidios entre quienes están en edad de trabajar, más años de vida con mala salud, un retroceso en la igualdad entre sexos y un cambio de signo del saldo migratorio son algunas de las principales secuelas».
Los indicadores de salud empeoran por el estrés para aquellos colectivos en paro, pasan necesidades o sufren desahucios. Así la tasa de suicidios ha pasado del 7,3 al 8,3 por 100.000 habitantes, especialmente visible entre los hombres desde 45 hasta 64 años, la franja en la que se concentran los desempleados de larga duración. «Los años de vida ganados por los mayores de 65 años se viven en peores condiciones»
El aumento de la esperanza de vida no se corresponde con una mejor calidad de vida. Al contrario, los años de vida ganados por los mayores de 65 años se viven en peores condiciones por la reducción del gasto público social y sanitario, que ha mermado los tratamientos, las prestaciones y los servicios.
La crisis ha paralizado el crecimiento de la población. Desde 2012 la población se reduce. Y desde 2013 la emigración, especialmente de jóvenes nacionales, supera las entradas.
La profunda precarización del empleo y la incertidumbre laboral y económica han truncado la recuperación de la natalidad en la década anterior a la crisis. La tasa de natalidad ha caído del 1,44 al 1,32 hijos por mujer en el período 2008-2014, y es una de las más bajas de la Unión Europea.
Hay un aumento de los nacimientos de madres «solas», que han pasado del 10% en 2007 al 17,2% en 2013. Y una marcha atrás en la igualdad entre hombres y mujeres por el abandono de las políticas de conciliación e igualdad.