Este año ha empezado con 163 personas abandonadas en mitad del campo, de madrugada, después de que el tren de la línea Badajoz-Madrid que las llevaba sufriera una importante avería. Un triste evento que ha vuelto de poner de manifiesto, para indignación de toda España, que sigue siendo una de las regiones más olvidadas de nuestro país. Un olvido que está generando un nivel de despoblación y empobrecimiento creciente y grave, en vez de aprovechar sus inagotables recursos y enormes capacidades.
Iniciamos con este artículo un serial para dar a conocer diferentes regiones y provincias de España que, a pesar de su capacidad para crear riqueza, sus múltiples potencialidades y su indiscutible riqueza histórica, sufren el olvido y el abandono de las instituciones estatales.
Empezamos con la avería del tren de Extremadura porque pone al descubierto la situación de pobreza estructural en la que están las infraestructuras de transporte en dicha región. No ha sido un accidente aislado. Todo lo contrario, la población extremeña lleva años manifestándose por la exigencia de un tren digno en la comunidad.
Repetidas veces se ha puesto sobre la mesa la propuesta de un corredor Madrid-Extremadura-Lisboa que permitiría modernizar las líneas ferroviarias extremeñas
Ninguno de los trenes de Extremadura funciona con electricidad, sino con diésel. Algunos de los trenes que están todavía en servicio tienen un siglo sobre sus espaldas. Las vías son todavía más viejas: el 15% de las traviesas de madera datan del siglo XIX.
Extremadura no tiene AVE ni Alvia, siendo la única comunidad autónoma que carece de un tren de larga distancia. En su lugar, los trenes que por ella circulan sufren de un deterioro histórico, fruto de una nula inversión. Ello da lugar a que tarden 6 horas en recorrer los 400 kilómetros que hay entre Badajoz y Madrid, o 4 horas para recorrer los 190 kilómetros que van de Sevilla a Mérida. Como consecuencia de ello, las averías son constantes. Se produce una avería cada 11 horas, según la Junta de Extremadura, lo que genera retrasos que van de los 20 minutos hasta las cuatro horas. Para colmo, en Extremadura no hay talleres de reparación, por lo que cada vez que hay que arreglar un tren es necesario trasladarlo a la capital.
Repetidas veces se ha puesto sobre la mesa la propuesta de un corredor Madrid-Extremadura-Lisboa, que permitiría modernizar las líneas ferroviarias extremeñas. Sin embargo, todavía no se ha hecho nada concreto en favor de esta línea.
Además, los extremeños no solo están abandonados por el tren. Desde el 1 de diciembre de 2018 hasta el 6 de enero de 2019, hubo en el aeropuerto de Badajoz 36 incidencias: 26 cancelaciones de vuelo y 10 vuelos desviados. La razón es simple: el aeropuerto de Badajoz carece de un sistema antiniebla que posibilite el aterrizaje y el despegue de forma segura en condiciones de niebla densa, como las que se producen por esas fechas en la zona.
El grave problema de la despoblación
Con 383 municipios y 1.067.272 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2018, Extremadura es una de las comunidades autónomas con menor densidad de población. Tiene menos de 26 habitantes por kilómetro cuadrado, empatando por la cola con las dos Castillas.
La despoblación es uno de los problemas más graves que sufre Extremadura. El año 2018 acabó con 3.314 habitantes extremeños menos que a finales de 2017, y con 10.234 menos en comparación con finales de 2016. No se trata de un problema que afecte solo a los municipios rurales. De las 13 poblaciones con más de 10.000 habitantes de Extremadura, 10 tienen menos población ahora que hace cinco años. Especialmente llamativa son las capitales de provincia y comunidad, Cáceres, Badajoz y Mérida, que han perdido 5.000 habitantes en tres años.
Se trata de un problema excepcionalmente grave, puesto que una gran parte de la población que abandona Extremadura son jóvenes, que marchan en busca de nuevas expectativas de trabajo y no regresan. En los últimos cinco años, 13.000 jóvenes emigraron de Extremadura por motivos laborales. Extremadura es una región especialmente dura para los jóvenes. El 40,8% de los extremeños menores de 25 años estaban en paro en los tres primeros trimestres de 2018, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Ello la convierte en la quinta comunidad autónoma con la tasa de paro juvenil más alta, solo por debajo de Andalucía, Castilla-La Mancha, Ceuta y Melilla.
Algunos trenes de Extremadura pueden alcanzar el siglo de antigüedad, y sus vías son decimonónicas.
No ayuda el hecho de que el paro, en general, también sea de los más elevados de nuestro país. En concreto, el paro afecta al 21,7% de la población, siete puntos por encima de la media nacional.
Además, Extremadura tiene el salario medio más bajo de toda España. Según el INE, es de 19.749 euros anuales, 3.407 euros menos que la media nacional (23.156 euros). Claro que esto es el sueldo medio. La realidad es que hay más de 400.000 extremeños que viven con 700 euros al mes. La tasa de pobreza se ha incrementado un 25% con respecto a la década pasada, de acuerdo con el indicador AROPE, según el cual 478.242 extremeños (casi la mitad) están en una situación de riesgo de pobreza.
Tierra de conquistadores
La pobreza de Extremadura no es congénita, le viene impuesta. Posee unas riquezas y unas potencialidades cuasi infinitas. Goza de un parque natural y unas dehesas que son la envidia del país.
Su producto interno bruto (PIB) en 2017 fue de 18.520 millones de euros, con un crecimiento superior al 2% en los últimos tres años. Aunque su principal base económica es el turismo, gracias a su enorme bagaje histórico y natural, también cuenta con más de 8.000 industrias. Son en su mayoría pequeñas y medianas empresas, que se especializan en los sectores de la energía, la agroindustria, la maquinaria, los productos textiles, el corcho y la piedra ornamental.
El sector de la energía goza de una infraestructura hidroeléctrica más que suficiente, con centrales como las de Cedillo, José María de Oriol, y Gabriel y Galán, que generan una cantidad de electricidad ocho veces superior a la que se consume en la comunidad, según la Asociación Española de la Industria Eléctrica (UNESA), colocándola a la cabeza de España en el terreno del autoconsumo eléctrico.
Históricamente, su valor es incalculable. Mérida, la antigua Emérita Augusta, es considerada la novena ciudad más importante del imperio romano, por encima de Atenas. Cáceres ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y Tercer Conjunto Monumental de Europa por el Consejo de Europa. Se conoce a Extremadura como “Tierra de Conquistadores”, pues ahí nacieron figuras de la talla de Hernán Cortés, Francisco Pizarro o Vasco Núñez de Balboa.
En el terreno artístico, las contribuciones son innumerables: pintores como Francisco y Juan de Zurbarán, Juan Barjola o Eugenio Hermoso; escritores como José de Espronceda, José Antonio García Blázquez o Dulce Chacón; dramaturgos como Diego Sánchez de Badajoz, Joaquín Montaner o Vasco Díaz Tanco; escultores como Luis Álvarez Lencero, Ángel Duarte o Eduardo Zancada; músicos como Edwin Zúñiga Flores, pianista y compositor, que, al igual que Mozart, ya era capaz de componer con cinco años sus propias melodías.
La sanidad extremeña se encuentra entre las mejor valoradas de España. En investigación científica ha contado y cuenta con destacadas personalidades. Eladio Viñuela se hizo famoso por sus estudios sobre la peste porcina africana, que permitieron extirparla de la región. María Domínguez Castellano es un referente en neurobiología e investigación contra el cáncer a nivel internacional. Juliana Fariña, presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid durante 12 años, fue la primera mujer catedrática en medicina de la historia de España.
Todo esto no es más que la punta del iceberg. Muchísimo produce Extremadura, y muchísimo más podría producir si se le entregaran los medios para ello, en vez de condenarla al abandono.
Sergi Elias dice:
Vegetación y animales y punto.