Australia

Australia: Occidente en Asia

Australia lleva el camino de ingresar muy pronto en el top ten de las mayores economías del mundo.

La primera paradoja que salta a la vista al considerar a Australia es la absoluta desproporción entre la vastedad de su territorio y la escasez de su población. Para un territorio que es similar al de China (donde viven 1.250 millones de personas) o al de los Estados Unidos (con más de 300 millones), Australia solo cuenta con 25 millones de habitantes. Es, de hecho, uno de los países con más baja densidad de población del planeta. Cierto que el interior es un vasto desierto, árido y despoblado, pero aun así las cifras de Australia son muy llamativas.

Con un territorio casi similar al de China o EE.UU., Australia solo tiene 25 millones de habitantes

A ello contribuye, sin duda, que es un continente conquistado y colonizado por los británicos muy tardíamente, a finales del siglo XVIII; que tenía una escasa población aborigen (se calcula que entonces había unos 350.000 nativos), población que además fue brutalmente esquilmada (siguiendo el modelo de los Estados Unidos), y que el nuevo territorio colonial se encontraba bastante alejado de casi todas las rutas comerciales. Pero 200 años después de su fundación, la explicación de la despoblación australiana necesita incidir en otros puntos. Por ejemplo, en que Australia en uno de los países que tiene uno de los controles migratorios más férreos del mundo. Controles que incluso se han acentuado en los últimos años.

Pese a ello, Australia cuenta en la actualidad con un 28% de población inmigrante, más de 7 millones. En esa cifra van incluidos más de un millón de británicos que residen y trabajan en Australia, pero en los últimos años la inmigración que más crece es sin duda la de origen asiático: chinos, coreanos, filipinos, indonesios, malasios, vietnamitas, tailandeses, indios… que le van dando a las grandes ciudades australianas un cierto color oriental.

Australia es crecientemente un país multiétnico, pero no multicultural. La cultura y la lengua anglosajona son indiscutibles. Y mantener esta hegemonía anglosajona indiscutida es sin duda una de las razones que explican los estrechos controles migratorios y el cierre fronterizo. Aunque ya en 1972 se abolió una ley que solo permitía la inmigración “blanca”, la mayoría anglosajona quiere seguir manteniendo y preservando la identidad del país.

Sin duda, Australia forma parte del primer anillo del poder anglosajón en el mundo, que capitanea EE.UU., y del que forman parte países como el Reino Unido, Canadá o Nueva Zelanda. Australia es un aliado militar indiscutible de EE.UU. (con el que tiene firmado un acuerdo militar preferente) y suele seguir muy fielmente los vaivenes de la política estadounidense: tenía un primer ministro progresista en la etapa de Obama y ahora, con Trump, ha virado al conservadurismo.

Australia lleva el camino de ingresar muy pronto en el top ten de las mayores economías del mundo. Actualmente ocupa el puesto 14, detrás de España, a la que podría superar próximamente. Tener un producto interno bruto (PIB) similar al de España, pero con la mitad de la población, se traduce como es lógico en una renta per cápita muy alta. De hecho, Australia ha ingresado ya en el privilegiado círculo de países que tienen una renta per cápita superior a los 50.000 dólares: o lo que es lo mismo, está al nivel de Alemania, Holanda o Suecia, los países más ricos de Europa.

La renta per cápita de Australia ya está en los 50.000 dólares, como Alemania, Holanda o Suecia

El incremento de la riqueza del país y de la renta de la población tiene mucho que ver con su creciente relación con las otras economías asiáticas, y en especial con China, que ya es su primer socio comercial: su mejor cliente y su principal proveedor. China copa el 30% de las exportaciones australianas, que corresponden ante todo al sector de la minería, aunque el país está diversificando su oferta exportadora y complejizando su economía. EE.UU. sigue siendo su segundo proveedor, pero a bastante distancia.

Por otra parte, hay en Australia más de medio millón de ciudadanos chinos, que juegan un papel destacado en el comercio y la restauración, y son clientes de muchas universidades y propietarios de residencias en el país. Muchas familias de la nueva burguesía china envían a sus hijos a estudiar en las universidades anglosajonas australianas, en vez de enviarlos a Cambridge o Yale. La presencia china es bien ostensible en las grandes ciudades australianas, especialmente en las dos megalópolis: Sidney y Melbourne, que, con sus cinco millones de habitantes cada una, reúnen ellas dos solas casi la mitad de la población del país.

Símbolos de la nueva y próspera Australia, Sidney y Melbourne son dos ciudades modernas y poderosas, que superan en muchos aspectos a capitales europeas como Madrid o Roma, y pueden competir con Berlín. Mezcla de tradición y modernidad, han sabido erigirse en megalópolis con “rostro humano”. Así, por ejemplo, Melbourne lleva varios años encabezando una lista de la UNESCO sobre las ciudades donde mejor se vive del mundo. Cierto que estas listas son bastante objetables, y que los baremos que utilizan son puros datos estadísticos, pero aun así no dejan de tener un cierto sentido a considerar.

China es el principal socio comercial de Australia, tanto en las importaciones como en las exportaciones

Sidney y Melbourne compiten por liderar el país. Sidney se inspira más en el modelo estadounidense, y Melbourne en el europeo. Aunque esas son las dos fuentes que nutren al país, lo cierto es que Australia va poco a poco definiendo su propia singularidad; el australiano cada vez se parece menos al “estirado y excéntrico” británico, ni tampoco al “hiperactivo y dolarizado” yanqui. Australia busca su propio perfil.

Y en ello influye su situación estratégica. Situado en el extremo sureste de Asia, Australia, pese a su inequívoco carácter occidental, se ve obligada a mirar cada vez más a los ojos de sus poderosos vecinos: no solo China, Japón, Corea o la India, también Filipinas, Vietnam, Indonesia, Tailandia o Singapur. Australia ya está integrada en todas las grandes asociaciones creadas en los últimos años para agrupar a los países del Pacífico y del sudeste asiático. Y su comercio con los países de la zona supera ampliamente al que tiene con las naciones occidentales.

Precisamente esa situación es la que ha propiciado que Australia sea el único país de Occidente que apenas si notó la gran crisis de la década 2007-2017. El país siguió creciendo a su ritmo habitual y el desempleo estuvo siempre en torno al 5%, lo que técnicamente se considera como “pleno empleo”. Durante años se habló de la “burbuja inmobiliaria australiana”, y se pronosticó su estallido violento y devastador, pero el caso es que tal cosa de momento no se ha producido. Quizá, sin embargo, la previsible ralentización del crecimiento de la economía china sí llegue a ser un freno del crecimiento australiano a corto plazo. Está por ver.

Fuera de sus aspectos políticos, sociales o económicos, Australia destaca por su poderosa y atractiva  geografía. La naturaleza en Australia es un prodigio difícil de agotar. Ya sea en la zona norte, subtropical y boscosa, ya sea en su centro árido y desértico durante miles de kilómetros, ya sea en la zona sur, la de clima más templado, y donde se concentra la mayor parte de la población, Australia es un país de un enorme atractivo natural. Pero también de grandes riesgos. En las bellísimas playas del oeste uno no se puede bañar por temor a las picaduras de las medusas asesinas. En el sur, no es extraño que comience a sonar la sirena que avisa de que se ha avistado un tiburón. Arañas gigantes, cocodrilos, serpientes venenosas… no hay un rincón del país donde un cartel de “Warning” (peligro) no advierta a la gente de los riesgos que corre. La obsesión por la seguridad parece exagerada, pero a la vez es hija de unos riesgos que no carecen de todo fundamento. El cuidado de la naturaleza ha devenido una política y una obsesión en Australia, donde algunos animales míticos, como el canguro, el koala, el emú o el uómbat se han erigido en símbolos nacionales y vagan en relativa libertad por todo el país.

Un acuerdo militar estratégico vincula a Australia con EE.UU.

Australia mira cada vez con mayor respeto a su población aborigen, cuyo crecimiento ha sorprendido a todos. Hoy se calcula que hay unos 750.000 en toda Australia, cuando a principios de los años 50 del siglo pasado no quedaban más que unos 100.000. Pero, pese a las políticas proteccionistas del Estado, los aborígenes siguen siendo los grandes marginados de Australia y no se ha producido ninguna integración real con la población blanca. El alcoholismo y la marginación siguen campando entre ellos, y en las grandes ciudades se hacinan en los barrios más pobres y engrosan las cifras del desempleo. Como en todos los países anglosajones, la integración sigue siendo una asignatura pendiente.

Australia sigue siendo un país a cuya cabeza está la monarquía británica, de hecho la reina Isabel II continúa siendo la monarca de Australia, aunque todo esto no deja de ser más que una formalidad, que, sin embargo, expresa el deseo de la mayoría del país de continuar vinculado al mundo occidental y anglosajón. A finales del siglo pasado, un referéndum rechazó la posibilidad de convertirse en una república independiente. No obstante, los partidarios de mantenerse dentro de la corona británica solo fueron el 55%, no fue algo abrumador. Por el momento, no cabe dudar de que Australia quiere seguir siendo el mejor baluarte occidental en Asia. Pero el tiempo dirá. El progresivo declive de EE.UU. y el creciente empuje de Asia sin duda van a tener consecuencias muy importantes en el futuro de este país, de cuya emergencia, por el momento, no cabe tener la menor duda.

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