“La posibilidad de que el PT vuelva al poder es real, en el caso de que las elecciones sean limpias”.
Denise Assis ha trabajado en algunos de los periódicos más importantes de Brasil como O Globo y el Jornal do Brasil. Es autora de los libros: Propaganda e Cinema a Serviço do Golpe y Vende-se Vestido de Noiva. Autora invitada, como representante de Brasil, para escribir un capítulo del libro: Une Histoire Mondiale des Cinémas de Propagande, editado por la Nouveau Monde, en París. Fue asesora de la presidencia del BNDES, Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social. Investigadora de la Comisión Nacional de la Verdad (sobre los crímenes de la Dictadura Militar).
El PT denuncia el encarcelamiento de Lula como un encarcelamiento político. ¿Quiénes, cómo y por qué han encarcelado a Lula?
Primero hay que entender quién es Lula (Luiz Inácio Lula da Silva, presidente, del 1 de enero de 2003 – 1 de enero de 2011), y cuál fue su proyecto de país.
Lula gobernó con el cuidado de no desagradar a empresarios y banqueros, al mismo tiempo que mejoraba la vida de los que estaban por debajo de la línea de pobreza, elevándolos a una condición digna. Esto ha dejado muy claro antes de ser elegido, cuando lanzó la «Carta a los Brasileños», una especie de pacto para conseguir apaciguar los ánimos de la élite y poder competir en paz.
En los Gobiernos del PT, 46 millones de personas miserables pasaron a comer y muchos pobres pasaran a tener acceso a estudios universitarios. Estas personas empezaron a frecuentar los mismos ambientes de los ricos, como los viajes de avión, y aspirar a subir un escalón por encima de lo que hasta entonces era imposible. Los hijos de la élite se sintieron molestados en dividir las mismas clases con los hijos de las empleadas de sus madres.«A los EEUU no les gustó saber que el mayor país de América del Sur podría llegar a ser una potencia y trató de financiar un golpe»
La clase media, que se quedó entre una punta y otra, sin perder, pero sin tener ganancias significativas, tampoco le gustó esta proximidad con los de abajo, sin que tuvieran medios de subir y acercarse a los de arriba. En fin, se configuró, en Brasil, un cuadro típico de lucha de clases. Aliado a esto, hubo el descubrimiento del Pre-Sal (Petróleo en capas profundas del Océano Atlántico en la costa brasileña), y el Gobierno Lula dio todas las condiciones para que Petrobras, empresa Nacional, de excelencia reconocida mundialmente, lo explotara, lo que situaría el país en un nivel de mucha ventaja en términos de desarrollo económico y autonomía en el sector. A los EEUU no les gustó saber que el mayor país de América del Sur podría llegar a ser una potencia, y trató de financiar un golpe, con el apoyo del Congreso brasileño y del poder judicial. Los articuladores del golpe, para llegar a sus propósitos, necesitaban algo más que sacar del cargo de presidenta a Dilma Rousseff. Era necesario destruir el mito Lula y el partido que le da sustentación. ¿Cómo hacer esto? Desmoralizando su figura de político honesto. Al final, Brasil tendría al frente, este año, el de 2018, elecciones mayoritarias, y Lula anunciaba ser el candidato preferido por la población. Su arresto fuera una forma de solidificar el golpe y de mantener al expresidente fuera del campo para que tuviéramos una elección de derecha a derecha. O sea, una farsa.
La entrada en prisión de Lula ¿consuma la tercera parte de un golpe de Estado «blando» que lleva viviendo Brasil desde hace dos largos años?
Podemos decir que es, sí, otra etapa, pues no está claro cuántas fases más tendremos para vivir, de esta verdadera pesadilla que el golpe ha sido para el país.
En la realidad, el inicio de todo esto ocurrió en 2013, cuando la presidenta Dilma Rousseff se preparaba para una visita oficial a los Estados Unidos. En este momento se hizo público un telegrama, vía WikiLeaks, en el que aparecían los espionajes estadounidenses en torno al Pre-Sal y las actividades de Petrobras. La presidenta, en una actitud correcta, canceló su visita y cuestionó a Barack Obama sobre lo ocurrido. Brasil nunca había tomado una actitud de tamaña independencia y altivez, con relación a EEUU.
La situación, no solo demostró cuánto nuestra autonomía petrolera molesta a los estadounidenses, sino que ellos estaban tratando de infiltrarse en nuestra vida política y económica. Pronto, empezó un gran movimiento de manifestaciones en las calles, motivadas por la insatisfacción con el Gobierno, muchas de ellas organizadas por el Movimiento Brasil Libre (MBL), una organización de ultraderecha financiada por George Soros y los hermanos Koch, sabidamente del ramo de industrias petroleras estadounidenses. La prensa tradicional ha dado gran apoyo a dicho movimiento, abriendo sus canales para transmitir las manifestaciones, llegando incluso a cancelar su programación habitual para mostrar la «indignación» de la población en las calles. Es evidente que esto ha colaborado para aglutinar más fuerza en torno a la idea de sacar del poder a la presidenta, contra la cual, hasta ahora, no se ha podido probar ningún acto de corrupción.
Consumado el “golpe blando”, ¿cómo es la situación actual en Brasil bajo el Gobierno de Temer?
La situación del país va muy mal y la evaluación de su Gobierno, peor aún. Basta decir que el índice de rechazo de la población en relación al presidente Michel Temer está en la casa del 93%.
En el momento en que tomó el poder, Temer montó un ministerio de corruptos investigados y procesados, como forma de ofrecer a esos señores blancos y de la élite política, lo que llamamos “foro privilegiado”, es decir, beneficios especiales que les impiden ir a la cárcel. Él mismo pagó 14 millones de reales (unos 4 millones de dólares) para impedir que las acusaciones que pesan contra él fueran transformadas en procesos, por parte del Congreso. Es decir, los diputados fueron literalmente comprados para votar favorablemente a la no continuidad de los procesos.
¿Hay cómo trazar algún paralelo entre el golpe militar de 1964 y el “golpe blando” de 2016? ¿En qué aspecto?
Puedo señalar semejanzas entre los dos, con base en un estudio que hice para mi libro Propaganda y Cine al Servicio del Golpe – 1962/1964, en el que hablo de la influencia de la propaganda y la fuerza del cine en la preparación de la población. El objetivo era que la población no solo aceptase el golpe sin reacción, sino que lo deseara, pidiendo la caída del dirigente de la nación, en la época, el presidente João Goulart. Tanto en el golpe militar de 1964, como en el “golpe blando” de 2016, lo que llama la atención es el tiempo usado para el bombardeo por parte de la prensa: dos años. Si comparamos los titulares de los periódicos, de los dos períodos que precedieron a los respectivos golpes, percibimos que las estrategias utilizadas para la deposición de los dirigentes son muy semejantes. Hay el mismo modus operandi. No se pide la salida abiertamente. Se va minando la confianza de la población en el gobernante, por medio de un trabajo de apuntar fallas constantes en todos los sectores de actuación del Gobierno, y de plantar noticias falsas. Como salen en todos los vehículos al mismo tiempo, estas noticias quedan con aspecto de verdad. Y siempre poniendo la idea de la necesidad de que haya cambio de dirección. ¿Qué dirección? Ni en 1964 y tampoco en 2016, esto quedó explícito. El remate es siempre decir que el país retoma la democracia, dando a entender que la actual gestión abusa de su autoridad. La otra semejanza es la actuación del poder judicial, que dio total apoyo a los dos golpes, respaldando, incluso, situaciones que no se correspondían con lo que estaba previsto en la Constitución.
¿Se están desmantelando las conquistas sociales, y aprobando leyes como la reforma laboral que degradan las condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadoras? ¿Hay un empeoramiento de las condiciones de vida? y ¿cómo lo percibe la población brasileña?
Sí, el conjunto de leyes laborales fue modificado de modo que los trabajadores perdieron prácticamente todo lo que conquistaron a costa de mucho sufrimiento, muchas huelgas y muchas muertes, a lo largo de los años. Además, el alto índice de desempleo (14%), provocado por el golpe, llevó a una especie de incentivo a la informalidad. Los trabajadores crean sus propios negocios, en la ilusión de no tener patrones, se endeudan, y, además, dejan de contribuir a los fondos de jubilación. Mientras hay esta pérdida de contribuciones, el Gobierno, el mismo que creó el caos, insiste en hacer una reforma de las pensiones en que el trabajador de clase baja morirá antes de alcanzar la jubilación. Desde el punto de vista de los derechos sociales, Temer creó una medida que congela el techo de gastos del Gobierno en educación y salud por 20 años. Es decir, una medida insana y cruel que compromete la vida y el futuro de toda una generación. Los resultados ya se hacen sentir. Hace unos días el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) divulgó datos preocupantes. La mortalidad infantil, que había prácticamente desaparecido en el país, volvió a crecer, así como la mortalidad materna (mujeres parturientas), por falta de camas en hospitales y recursos para tratarlas.
En mayo, la política de alineación de precios de los combustibles a los niveles internacionales hizo que, en solo una semana, hubiera 16 aumentos. Los camioneros, principales afectados por esta política, hicieron una paralización que afectó fuertemente a la economía, provocando desabastecimiento y un aumento significativo en el precio de los alimentos.
Contrariamente a las intenciones del actual Gobierno, el caos instaurado en el país solo contribuyó a aumentar la popularidad de Lula: las encuestas lo apuntan como candidato preferido para presidente en las elecciones de octubre. El absurdo es que él se encuentra preso y corre riesgo real (dadas las persecuciones políticas) de no poder concurrir. El horizonte, por lo tanto, es una interrogación. Cada día aumenta la percepción, por parte de la población, de que Lula y Dilma fueron víctimas de injusticias y de que las propuestas apuntadas por la derecha no atienden a sus aspiraciones. Sin embargo, otra preocupación nos afecta, en medio de este escenario de caos. Se trata del crecimiento en el número de partidarios del candidato fascista de la ultraderecha, el Exmilitar Jair Bolsonaro, actual diputado federal. Un hombre aliado con los intereses imperialistas de los EEUU, que apoya el uso de métodos de tortura y la pena de muerte. Es decir, estamos ante una polarización que amenaza seriamente la democracia brasileña.
Con el presidente Lula, Brasil no solo sacó a más de 30 millones de personas de la pobreza, sino que se colocó como una de las potencias emergentes (BRICS). ¿Hay un retroceso en estos logros y de un Brasil emergente y unas políticas que favorecen la concentración de la riqueza en manos de la oligarquía brasileña y el capital extranjero?
Sin duda hubo un retroceso asustador. Brasil no tiene la misma fuerza en el grupo de los BRICS. Es clara la política alineada a los EEUU, cosa que habíamos logrado diversificar, con el rol fundamental del canciller Celso Amorim, que al lado de Lula abrió otros frentes de comercio en el exterior y logró el respeto internacional hacia nuestros productos y nuestra actuación en los diversos campos diplomáticos. Desgraciadamente lo que se ve hoy es una política exterior débil, equivocada y subordinada a los intereses de los países ricos. Y, lo más triste: totalmente entreguista. Hemos perdido toda la fuerza de Petrobras, con su desmoralización internacional, promovida por el juez parcial y persecutorio, Sérgio Moro, además del hecho que este Gobierno ilegítimo está vendiendo empresas estratégicas, como Embraer (Gigante aeronáutico y empresa pionera del Brasil, uno de los principales fabricantes mundiales de aviones), comprada por la multinacional norteamericana Boeing, en condiciones terriblemente desfavorables para Brasil. Una verdadera traición a la patria.
Ante la inminencia de las elecciones, el expresidente Lula ha dicho: «No basta con impedir que yo pasee por las calles de Brasil, porque hay millones de Lulas que caminarán por mí». ¿Estamos ante una nueva fase que puede generar un movimiento que lleve otra vez a Lula a la presidencia o a un Gobierno del PT?
Sí. La posibilidad de que el PT vuelva al poder es real, en el caso de que las elecciones sean limpias. La estrategia del PT es no renunciar a la candidatura de Lula hasta el último segundo. Hubo una arbitrariedad jurídica que permitió la detención de Lula antes de que se agotaran todos los recursos jurídicos que justificaron la necesidad de su arresto, de acuerdo con la Constitución en vigor. Digo en vigor, pero sin mucha certeza, pues en un país bajo el mando de un golpista, las leyes son las que ellos hacen vigorar. Y para esto Temer ha tenido la complacencia de un Judiciario connivente y acobardado. En el caso de que a Lula se le impida presentarse, hay nombres del partido indicados por él para competir. En este caso, se espera la transferencia de votos a su candidato. Esta transmisión de votos, sin embargo, no es segura. Las encuestas vienen diciendo que, en el caso de que Lula no pueda postular su candidatura, el número de votos nulos y abstenciones está en la casa del 42%. Es decir, casi la mitad de la población rechaza una elección sin Lula. De ahí se ha creado el bordón: «elección sin Lula es fraude».
La prensa monopolizada ha jugado un papel importante en la campaña contra Dilma, el PT y el propio Lula. ¿Cómo enfrenta el PT este problema para llevar adelante la batalla electoral. ¿Qué papel están jugando las redes sociales?
En Brasil las redes sociales están desempeñando un papel fundamental en la resistencia al golpe y contamos con blogs y canales en Youtube, en que toda la campaña difamatoria es contestada y combatida cotidianamente. Estos blogs han tenido un papel importante en el desenmascaramiento de las injurias que se crean contra el partido y contra Lula. Lo que pasa es que también tratamos con el fenómeno de los robots, que son creados para divulgar las fake news. En el último mes, la justicia sacó del aire nada menos que 196 perfiles de robots ligados al MBL (movimiento de derecha financiado por Soros). Está habiendo una verdadera guerra en el campo de la información, con la prensa hegemónica en gran ventaja, pero tenemos en el combate un importante ejército de blogueros.
Durante el encierro de Lula en el sindicato se vieron a otros dirigentes políticos, como Iván Valente, el presidente nacional del PSOL ¿Cómo han reaccionado las fuerzas de la izquierda? ¿Hay algún movimiento o política de alianzas para hacer frente al golpe y afrontar a la derecha oligárquica y a la intervención imperialista?
El problema es que los cambios en las reglas para las elecciones, implementados por el Gobierno ilegítimo, llevaron a algunos partidos de izquierda, como el citado PSOL y el PCdoB a lanzar candidaturas propias, a fin de garantizar la ampliación de su representatividad política, bajo el riesgo de dejar de existir. Ahora, con la unión de la derecha alrededor de Geraldo Alckmin, la izquierda comenzó a moverse concretamente para construir una alianza y reforzar su campo. Esta era una idea que venía siendo discutida, comentada, pero no se tenía todavía muy claro cómo se daría. Es una idea que encuentra resistencias, como la del candidato Ciro Gomes, que cree que su hora ha llegado, y por eso no renuncia a su candidatura. No acepta lo que él llama «hegemonía del PT». Pero el tiempo está corriendo, la derecha tiene sed de poder y alguien va a tener que ceder. De lo contrario, seremos tragados y tendremos la consolidación final del golpe.