(…) Lo malo es que el abucheo se está extendiendo como forma de expresión ante los administradores públicos. Ayer hubo estudiantes expresando así su rechazo al ministro de Educación. Hace días tuvieron problemas los presidentes de Baleares, Extremadura y Galicia. Desde los tiempos finales de Felipe González es un ejercicio de riesgo acudir a algún acto en las universidades. Está surgiendo una forma de expresión que muestra la pérdida de respeto (en algún caso, rechazo) a determinada clase política, sin nadie que la organice ni convoque. Es, sencillamente, fruto de la insatisfacción popular. La calle empieza a ser una estancia poco grata para el poder.Lo que nadie sabe es la cantidad de gente que saca su silbato en las conversaciones privadas. Contra los ajustes y los copagos. Contra la ineficiencia europea para alumbrar un proyecto común. Contra los cálculos de necesidades de dinero público de la banca, que suben miles de millones cada día y nadie sabe la cantidad final. Contra espectáculos como el ofrecido esta semana por el Poder Judicial, donde ha fracasado la transparencia y han triunfado las vendettas personales. Y, sobre todo, contra la exigencia inagotable de austeridad como única fórmula para superar la crisis. Bien mirada, España es un inmenso abucheo contenido. Tan contenido, que no se expresa bien en las huelgas. Debe de ser que no hay un partido de fútbol que pueda convocar ese otro descontento nacional.