Adrián Ramírez. Coportavoz de las Juventudes de Unificación Comunista de España (UCE)
El curso educativo comienza con movilizaciones y protestas en toda España. Sindicatos de docentes y de alumnos denuncian que las condiciones en las que se vuelve a poner en marcha la actividad lectiva no garantizan una «vuelta al cole» segura. Tampoco están resueltas las condiciones docentes. Hace falta una triple inversión para poner la educación a la altura del reto de enseñar en tiempos de Covid.
El curso escolar ha empezado con manifestaciones de estudiantes y profesores. La verdad es que no es de extrañar, el pasado 27 de agosto se celebró una reunión entre los Ministerios de Sanidad y Educación y las consejerías correspondientes de las diferentes Comunidades Autónomas con el objetivo de tratar de poner orden en este nuevo curso que empezará próximamente. Esta reunión ha presentado varios problemas: en primer lugar, llega tarde tanto para el profesorado como para el alumnado. Para los alumnos, por la incertidumbre de cómo van a seguir sus estudios en una situación donde no siempre se tienen condiciones. Para el profesorado, porque se han visto en la impotencia de no poder ejercer la docencia en unas condiciones que garanticen que los conocimientos puedan ser transmitidos. El otro gran problema es que los protocolos que proponen ejecutar son pequeños parches a un problema que necesita una reparación de arriba abajo.
Un remedio que no cura.
Está claro que esto no es una “nueva normalidad” porque todos sabemos que este curso tampoco va a ser normal. Los informativos que vemos y escuchamos hora a hora, nos hablan de cómo en un lugar y en otro se pretenden hacer cosas diferentes. Eso supone echar más leña al fuego de la incertidumbre, que esta ahogando a estudiantes y docentes por igual.
A esto hay que sumarle el hecho de que primaria, secundaria, universidad y formación profesional han seguido planes de estudios completamente distintos sin ningún tipo de criterio. Mientras que los de secundaria han empleado el tercer trimestre para repasar todo lo aprendido durante el curso, los de universidad no sabían hasta las últimas semanas del segundo semestre si realizarían exámenes de evaluación. No es de extrañar que estos días hayan estado marcados por manifestaciones de alumnos, AMPA, profesores, sindicatos… Todos unidos en una cosa: una vuelta al curso escolar con garantías.
La educación telemática ha demostrado ser una trituradora de estudiantes. El 15% no tenían un dispositivo para conectarse. Dentro de los que sí tienen un dispositivo el problema está en que una tercera parte solo tienen un único ordenador o tablet para toda la casa. Esto significa que si algún miembro de la casa teletrabaja o son hermanos que están en diferentes clases se dificulta la posibilidad de seguir el curso de forma estable.
Esta situación empeora en la España Vaciada, donde además se encuentran en una situación en la que miles de pueblos carecen de una conexión a Internet estable. Luego está el problema de que ante la imposibilidad de adaptar algunas asignaturas de forma online ha provocado que los alumnos renunciaran a presentarse a las clases y solamente se presentaran al examen. Muchos colegios han visto cómo aulas online han sufrido entre un 30 y un 50% de absentismo. Unas cifras impensables hasta ahora, que dejan claro la necesidad de una serie de medidas.
Pero la solución no puede ser solo la de los “grupos burbujas” , donde 25 alumnos se encontrarán en un “supuesto aislamiento” que garantiza que no se contagien. Esta burbuja nos puede explotar en la cara de varias formas. Por un lado, omite el riesgo de contagio en zonas comunes como pasillos, aseos, o incluso en los transportes públicos empleados para ir al colegio. Por otro lado, se pretende que los profesores ejerzan de médicos. Plantearlo simplemente es una cuestión absurda, no por menospreciar el trabajo y la buena disposición del profesorado, sino porque ese trabajo corresponde a un personal sanitario que a marchas forzadas se han convertido en especialistas en tratar y prevenir. No se puede pretender que los profesores, aparte de impartir su materia, tengan que saber distinguir los síntomas a simple vista y tratarlo.
Sí que hay alternativa: ¡Invertir, invertir, invertir!
Todos a una, tanto profesores, estudiantes, como el conjunto de la población hemos de exigir una vuelta al curso escolar con garantías. Donde los jóvenes puedan aprender y formarse sin riesgo a ser contagiados y lo propaguen a sus familias. España tiene mucha riqueza, somos la cuarta economía de la zona euro. Hemos de poner todos los recursos al servicio de las necesidades de la población. Otro futuro para la educación es posible si aplicamos la línea de inversión, inversión, inversión:
- Inversión en educación. Solo con que se invirtiera un 7% del PIB en educación tendríamos una partida presupuestaria de 100.000 millones de euros. Exactamente la misma cantidad con la que se ha rescatado a los bancos con el dinero de todos.
- Invertir en profesores. Aumentar la plantilla del profesorado un 33%. Esto supondría un aumento de la plantilla de 165.000 nuevos profesores. El coste anual de esta ampliación de plantilla solo supondría 5.151 millones de los 100.000 de la partida presupuestaria; y no solo contribuiría a mantener las medidas sanitarias, sino que serviría para que los estudiantes pudiesen tener una educación más personalizada y mejoraran sus notas.
- Inversión en aulas. Hay que desterrar las aulas masificadas de 40 alumnos o más, y la situación sanitaria actual lo ha hecho aún más evidente. Las aulas deben ser de 15 alumnos máximos para garantizar las medidas de seguridad, y como hemos dicho antes también se revertirá en una mejora en las notas. Hay que construir 87.543 aulas nuevas para evitar la masificación,
- Inversión en personal auxiliar. Personal sanitario, de limpieza, de comedor, transporte escolar. Si queremos garantizar las condiciones sanitarias hay que atender a todas las necesidades que los centros educativos puedan tener.
- Inversión en material sanitario. Imprescindible que todas las aulas cuenten con Gel hidroalcohólico, mascarillas y todos los productos sanitarios y de desinfección necesarios.
- Inversión en dispositivos digitales. En caso de otro inevitable confinamiento, es necesario acabar con la brecha digital. Las tres cuartas partes del estudiantado la han padecido en el primer confinamiento. No podemos permitir que vuelvan a pasar por la trituradora y tirar a la basura su futuro.
Estas medidas, no solo servirían para que los jóvenes puedan estudiar y forjarse un futuro, sino que serían una gran ayuda en el campo sanitario. Ya que se anularía un posible foco de contagio y ayudaría a aliviar, ligeramente, la carga que los sanitarios llevan sobre sus hombros. Es importante que estudiantes y profesores trabajemos codo con codo en esta situación. Ambos buscamos lo mismo y es importante que en esta etapa se demuestre con unidad y solidaridad.