Parece que hace un siglo, pero sólo han pasado nueve meses desde que Vladimir Putin diera la orden de comenzar una invasión de Ucrania realizada bajo la goebblesiana bandera de “liberar al pueblo ucraniano de su gobierno nazi”.
La retórica “liberadora” de Moscú no duró demasiado. El mundo ha visto con sus propios ojos los crímenes de Bucha, los cientos de cadáveres en las fosas comunes de Izium o Liman, los escombros del hospital materno-infantil de Mariupol, o las cámaras de tortura de Jersón.
Ahora ya no se molestan en disimular. Es la sinfonía del genocidio.
En uno de tantos programas de propaganda del Kremlin en la televisión rusa, hace un par de semanas, el presentador presenta a los panelistas de la noche un mapa de Ucrania lleno de puntos rojos. Son los objetivos alcanzados por los misiles rusos.
«Echadle un vistazo, es impresionante. Estamos realizando ataques contra Ucrania. ¿Lo veis? Todo el territorio ucraniano bajo ataque. La novedad es que no solo estamos golpeando subestaciones eléctricas, centrales térmicas, etc… También comenzamos a golpear la infraestructura de gas. Obviamente se trata de una línea de actuación. Está claro a dónde podría llevar a Ucrania…»
Borys Chernyshov, vicepresidente de la Duma estatal y joven diputado por el ultraderechista Partido Liberal Democrático de Rusia, le respondía, exaltado de fervor belicista:
«Estos ataques de represalia son una expresión de nuestro odio, de nuestro santo odio. Se quedarán sin gas, sin luz y sin nada más. Si el régimen de Kiev ha elegido el camino de los criminales de guerra, entonces los ucranianos tienen que congelarse y pudrirse».
El resto de los tertulianos, lejos de escandalizarse, le dan la razón. Congelar a los civiles ucranianos provocará malestar contra el gobierno de Kiev, y con suerte una capitulación. Es la “doctrina Grozni” en un plató.
Este infecto y nauseabundo vertido de odio fascista es habitual y cotidiano en las cadenas rusas, ahora que las televisiones y medios opositores han sido clausurados o silenciados. A veces es tan obsceno que hasta tienen que taparse.
Pocos días antes de las criminales palabras de Chernyshov, el presentador del canal de televisión estatal ruso Russia Today, Antón Krasovski, era apercibido tras decir en directo (literalmente) que los niños ucranianos que veían a los rusos como ocupantes «deberían haber sido arrojados a un río, para que la corriente los ahogara, o ser metidos en una cabaña para ser incinerados».
Si este es el nivel de brutalismo, de abyecta banalización de los crímenes de guerra, que se exhibe de forma impúdica en los canales del Kremlin, poco cuesta imaginar el grado de crueldad genocida que los militares rusos aplican en el campo de batalla, o en las poblaciones conquistadas, o con la población civil ucraniana de los territorios ocupados.
Porque lo peor no es lo que dicen que van a hacer. Es que lo que perpetran en Ucrania supera con creces la crueldad de sus palabras.
Carlos pdfs dice:
Huy, qué gracioso el Borys, es que me parto con sus chistes del Kremlin-humor, sobre el genocidio de Ucrania
Pues hala, Borys, yo te pongo un video cachondisimo https://youtu.be/oDIAHnCCLIo. 😂😂😂
Pero qué finstro el de la ultra-derecha