Se ha instalado en la política española un “relato” donde la UE ha actuado como muro de contención, que ha protegido a España frente a los intentos de división protagonizados por las élites del procés.
Pero algunos hechos no encajan en ese discurso. Por ejemplo, la realidad de un Puigdemont que puede circular libremente por Europa y tiene instalado en Bruselas, centro político de la UE, su “cuartel general”.
En la segunda entrega de este serial, dedicado a las conexiones internacionales en las que se ha apoyado el procés, vamos a comprobar cómo una parte de las élites europeas practican una peligrosa “doble cara”, respaldando la unidad de España en los pronunciamientos oficiales, mientras alientan y dan cobertura a quienes la atacan.
72 horas críticas
“Siempre y cuando se solicite a la Comisión Europea que medie en esta crisis, la Comisión está dispuesta a hacerlo”. Estas palabras formaban parte de un pronunciamiento oficial del máximo órgano de la UE, fechado en las horas posteriores al 1-O. Por primera vez la Comisión Europea se ofrecía públicamente para actuar de “mediador” en el “conflicto”, equiparando a España y Cataluña.
Un momento crítico, documentado en el libro de Juan Pablo Cardenal -“La telaraña: la trama exterior del proces”- donde, en palabras del autor, “casi se abre una grieta en la Comisión Europea a propósito de Cataluña”.
El contexto no podía ser más delicado. Los dos grandes grupos del parlamento europeo -populares y socialistas- se habían negado a aceptar la celebración de un pleno monográfico sobre Cataluña reclamado por los eurodiputados independentistas, que debía celebrarse el 2 de octubre. Pero, sorprendentemente, el líder del grupo popular europeo, el alemán Manfred Weber, anuncia un cambio de postura, bajo el argumento de que “no podemos evitar el debate”. Se va a someter a España a la máxima presión en Bruselas.
Para imponer a España condiciones draconianas, ha sido «rentable» hurgar en las heridas contra su unidad
En esos mismos días, el gobierno suizo plantea pública y oficialmente una oferta para actuar de mediador entre el gobierno español y el catalán. Mientras el embajador suizo en España planteaba a Carme Forcadell -entonces presidenta del Parlament- que “la independencia de Cataluña es viable”.
Como siempre que se convoca un debate en el Parlamento Europeo, la Comisión estaba obligada a intervenir, planteando una posición oficial. Lo que no era previsible es que el llamado “gobierno europeo” planteara pronunciarse dando carta de naturaleza a la reivindicación de las élites del procés de imponer una “mediación internacional”.
La iniciativa, que llegó a tomar la forma de una propuesta de resolución con el membrete de la Comisión, corresponde al entonces presidente Jean Claude Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo. Y todas las informaciones señalan a su “mano derecha” y secretario general de la Comisión Europea, el alemán Martin Selmayr. El político germano ha sido calificado como “el implacable y oscuro motor” de la política europea, defendiendo desde el mismo centro de mando de Bruselas las políticas más duras e intransigentes.
La resolución acabó rectificándose, eliminando el ofrecimiento de la Comisión para una mediación internacional entre Cataluña y España. Pero durante 72 horas la espada de Damocles estuvo en alto.
Pocos días después, el mismo Juncker acudía a Oviedo a recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, concedido a la UE. Pronunciando un discurso donde cerraba filas con la unidad e integridad de España.
Esta doble cara ha definido la política europea ante el procés. A ninguno de los centros de poder europeos le interesa una España fragmentada. Pero hurgar en la herida, dando cobertura a las fuerzas disgregadoras para desestabilizar a la cuarta economía de la zona euro, puede ser una estrategia rentable.
Los círculos más duros de Bruselas, en un momento donde estaba en disputa la imposición a España de recortes draconianos, no dudaron en utilizar el “botón nuclear”, zarandeando la misma integridad nacional.
El peligroso amigo germano
Hoy todo son alabanzas hacia Alemania, y especialmente hacia Angela Merkel. Casi todos dan gracias al papel moderador y estabilizador que cumple la mandataria germana. Pero conviene recordar el lado oscuro de la intervención alemana en un asunto tan sensible como la unidad territorial española.
Roland Vaubel, catedrático de Economía en la Universidad de Manhein, ha sido uno de los principales asesores de Merkel durante sus años de presidencia. En los momentos álgidos del procés llegó a descalificar a Joaquín Almunia, entonces miembro de la Comisión Europea por parte española, afirmando que “se mete donde no le llaman” cuando afirmó que una Cataluña independiente estaría automáticamente fuera de la UE. Por el contrario el asesor de Merkel recomendó que “Europa respete una hipotética independencia de Cataluña”, afirmando que “una Cataluña independiente será perfectamente viable y aportadora neta de la UE”. Para darle mayor relevancia pública en España estas declaraciones fueron concedidas a una de las principales radios catalanas, RAC1.
No es la única vez que desde importantes centros de poder alemanes se ha amparado a las élites del procés.
“Europa debe respetar una hipotética independencia de Cataluña”
En otoño de 2015, cuando el procés se encontraba ya en plena ebullición, el Partido Popular Europeo celebró su congreso en Madrid. Se aprobó una moción donde se defendía la unidad de España, afirmando que “cualquier declaración unilateral de secesión está fuera de la legalidad”. Pero no se aprobó por unanimidad. Hasta 16 diputados de la CSU, la democracia cristiana bávara, se negaron a apoyarla, afirmando que “se centraba únicamente en la integridad territorial y relegaba la autonomía de las regiones”.
La Unión Social Cristiana, que gobierna Baviera desde el final de la IIª Guerra Mundial, ha sido un histórico punto de apoyo de las élites independentistas catalanas. A través del Comité de las Regiones de la UE, Baviera y Cataluña han tejido relaciones durante décadas. Y desde los tiempos de Pujol, la CSU y la entonces Convergencia compartieron iniciativas insolidarias comunes como la Liga europea de naciones, que reclama “el derecho a limitar la solidaridad interterritorial”.
Esta conexión bávara volvió a activarse ante la irrupción del procés. Thomas Silberhorn, portavoz europeo de la CSU y miembro del comité de Asuntos Exteriores del parlamento alemán, declaró en 2013 que “habrá que aceptar la voluntad democrática de escoceses y catalanes”, afirmando que “la combinación entre unas instituciones europeas más ágiles pero potentes y una intensa descentralización es el secreto para una integración europea exitosa que acomode los intereses de Baviera, Cataluña o Escocia”.
¿Qué ganan los más reaccionarios centros de poder germanos hurgando en la “herida catalana” de España?
La respuesta está en el informe publicado en 2013 por la Fundación Ebert, uno de los principales think thanks de la gran burguesía germana. En él se contemplaban cuatro posibles escenarios sobre el futuro de Europa. En uno de ellos, denominado “el síndrome Mezziogiorno”, se proponía una “hipótesis desintegradora” donde “no son los estados los que rompen con la unión monetaria, sino las regiones prósperas las que rompen con los estados para intentar incluirse en una zona de integración central”. Mencionando como claros candidatos a “Cataluña e Italia del Norte”.
La trituradora alemana ideando planes para que una Europa dividida y debilitada orbitara más rígidamente en torno a una Alemania que lejos de fragmentarse se recentralizaría.
¿Un lugar en la Europa de Trump?
“La coyuntura mundial nos volverá a dar una oportunidad. Europa cae. Europa cae a plomo”. Estas palabras pueden encontrarse en una de las conversaciones intervenidas por orden judicial entre Víctor Terradellas y Xavier Vendrell, ex conseller de ERC.
Terradellas fue uno de los hombres fuertes de la estrategia de internacionalización del procés. Recibiendo el encargo por parte de Puigdemont para “de forma discreta y confidencial” poder “activar” su “acción internacional” en busca del “reconocimiento” de otros países a una Cataluña independiente.
Las élites del procés estuvieron dispuestas a entregar Cataluña a Trump como ariete en Europa a cambio de cobertura a sus planes de ruptura
Cuando Terradellas ve una oportunidad en la debacle del viejo continente, la administración Trump está lanzando desde Washington una feroz andanada contra Europa, que amenaza con propiciar la disgregación de la UE. Es el momento donde, arropados por la Casa Blanca, bajo la figura de un Steve Bannon que busca fundar una “internacional trumpista”, las fuerzas de ultraderecha en Europa se activan multiplicando su papel desestabilizador.
Los agresivos planes de Trump para Europea es el hilo que une las simpatías de numerosos partidos de ultraderecha por el procés catalán. Desde la Liga Norte italiana de Salvini al Vlaams Belang y el N-VA belgas, desde el UKIP en Reino Unido al FPÖ o Partido por la Libertad de Austria o Alternativa por Alemania…
Lo más reaccionario de la política europea ha apoyado a Puigdemont y a las élites del procés… y ha atacado a España y su unidad.
Lo que es percibido por casi todos como una peligrosa amenaza, es para las élites del procés una nueva oportunidad. En una Europa disgregada, aunque sea bajo las banderas más reaccionarias, podrían saltar por encima de España.
Agustí Colomines -ex director de la poderosa fundación de Convergencia, CatDem, centro del escándalo del 3%- llegó a afirmar que con la victoria de Trump “para el soberanismo catalán se abre una ventana de oportunidades que el presidente Puigdemont tendría que explotar”. Y Víctor Terradellas planteó directamente que Cataluña debía ofrecerse a EEUU como “muro de contención occidental en el sur de Europa, codo a codo con Israel, el país que más en serio sigue el proceso catalán».