La democracia derrota al golpismo en Brasil

La violenta intentona golpista de miles de seguidores radicalizados de Bolsonaro -que no aceptan la victoria de Lula en las urnas e invadieron tumultuariamente las sedes del Congreso, la Presidencia y el Tribunal Supremo de Brasil- ya ha sido sofocada y derrotada. La democracia ha prevalecido en Brasil.

Siguiendo órdenes del presidente Lula da Silva, las fuerzas policiales ya han retomado el control de la plaza de los Tres Poderes en Brasilia, expulsando a la turba fascista y realizando más de 300 detenciones. La intentona sediciosa, que ha sido condenada por la práctica totalidad de los gobiernos latinoamericanos, por la UE y por la Casa Blanca, no ha encontrado respaldo alguno en las Fuerzas Armadas.

Pero el peligro ultra no ha sido conjurado, y los huevos de la serpiente fascista siguen puestos, listos para eclosionar. Si bien los que han participado en esta violenta intentona no representan más que a una minoría radicalizada y fanática de los seguidores de Bolsonaro, el 1% de los 58 millones de votantes del ultraderechista constituyen -como se ha demostrado- una amenaza más que seria, ante la cual la democracia debe de responder con firmeza y la Constitución en la mano.

Queda depurar responsabilidades, investigar y apresar a los responsables políticos, financieros y organizativos de esta intentona, detrás de los cuales nadie puede dudar que se encuentra no sólo Jair Bolsonaro, ahora residente en EEUU, sino oscuras tramas ligadas a los más reaccionarios sectores de los aparatos de Estado, la oligarquía brasileña y los centros de poder hegemonistas.

“¿Quién ha financiado todo esto?”

La democracia le ha torcido el brazo al golpismo, y el presidente Lula -que se encontraba de viaje por la región de Araraquara, en el interior de São Paulo- ya ha vuelto a la capital después de ordenar la intervención de las fuerzas federales para asumir el control de la seguridad pública en Brasilia y el resto del Distrito Federal hasta el 31 de enero.

El mandatario ha advertido de que “los vándalos fascistas” que han atacado las sedes de los tres poderes y sus financiadores “serán identificados y castigados”. Lula se ha quejado de que la Policía Militar de Brasilia no ha cumplido su cometido de garantizar la seguridad y proteger las instituciones. También ha acusado a su predecesor, Bolsonaro, de “estimular la invasión de los tres poderes” y de “huir” a EEUU para no colocarle la banda presidencial.

“Esa gente que llamamos fascistas invadió el Congreso Nacional, la Corte Suprema y el Palacio del Planalto. Todas las personas que hicieron esto serán encontradas y castigadas”, ha señalado en una rueda de prensa en la que ha anunciado que volverá a la capital. “Voy a volver a Brasilia a visitar los tres palacios y vamos a intentar descubrir quién ha financiado todo esto. Investigaremos también si alguien del Gobierno federal está metido en esto”, ha dicho el presidente. 

“Todo el mundo sabe que hay discursos del expresidente Bolsonaro estimulando lo ocurrido y que él es responsable”, ha añadido Lula señalando explícitamente a Bolsonaro, que imitando descaradamente el guion de Donald Trump, ha alimentado durante muchos meses antes de las elecciones las teorías de la conspiración sobre un fraude electoral, insinuaciones que ha repetido tras ser derrotado por Lula da Silva.

Por su parte, el expresidente ultraderechista, residente ahora en Orlando (Florida, EEUU) -después de horas de clamoroso silencio y cuando estaba claro que el golpe no iba a prosperar- ha rechazado de forma tibia la asonada. “Las manifestaciones pacíficas, dentro de la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, el vandalismo y las invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”, ha escrito el exmandatario en sus redes sociales. Bolsonaro, que sigue sin reconocer abiertamente su derrota en las elecciones del pasado 30 de octubre.

Tras el resultado electoral, Bolsonaro se encerró durante semanas en la residencia oficial y minimizó sus actos públicos, mientras sus seguidores más radicales bloqueaban varias de las principales carreteras del país, acampaban en la puerta de los cuarteles llamando a la intervención militar, o promovían graves disturbios en Brasilia en vísperas de la toma de posesión de Lula. De hecho, Bolsonaro llegó a intentar revocar los resultados electorales con un recurso ante el Tribunal Superior Electoral, que acabó multando al partido del expresidente con 4,2 millones de dólares por presentar un recurso sin aportar pruebas de sus acusaciones.

Las tiendas de campaña del golpismo

Desde el pasado 30 de octubre, centenares de bolsonaristas radicales llevan acampados frente al Cuartel General del Ejército, en Brasilia, y en otras ciudades del país. De este campamento frente al cuartel general de las Fuerzas Armadas, a escasos kilómetros de Planalto y el Congreso Nacional, salió el grueso de las fuerzas vandálicas que han protagonizado el asalto.

Tras ser desalojados por las fuerzas federales, muchos de los integrantes de las turbas golpistas en la explanada de los Tres Poderes se han vuelto a refugiar en sus tiendas de campaña, donde -según ellos- se sienten a salvo. Otros han comenzado a retirarse, dispersándose en grupos pequeños para evitar ser identificados y detenidos.

El juez del Tribunal Supremo, Alexandre de Moraes, ha ordenado que este campamento golpista sea desmontado inmediatamente, encargando la operación a la Policía Militar del Distrito Federal, con el apoyo, si es necesario, de la Fuerza Nacional y de la Policía Federal, y además, el comandante militar del cuartel general del ejército deberá prestar toda la ayuda necesaria. “Absolutamente nada justifica la existencia de campamentos llenos de terroristas, patrocinados por diversos financiadores y con la complacencia de autoridades civiles y militares”, criticó el juez..