Un manifiesto lanzado por la Coordinadora Marea Roja de la Investigación, y al que rápidamente se han adherido una treintena de organizaciones y colectivos de investigadores, científicos y sindicatos de personal de Universidades y Organismos Públicos de Investigación -por citar a unos pocos: la Federación de Jóvenes Investigadores, FPI en Lucha, Rebelión Científica, Marea Granate, FPU Investiga, y las secciones sindicales de CCOO, CSIF, USO, CNT, CIGa- ha lanzado una exigencia a los partidos que se presentan a las elecciones generales del 23J.
La ciencia española necesita un pacto que la impulse, que la dote de estabilidad, que proteja su talento y a su personal, y que la libre de las dolencias crónicas que la castigan.
Un pacto que se sostiene en cuatro pilares: que el 3% del PIB se destine a I+D+I; la creación de un estatuto del personal de investigación; la simplificación burocrática, y medidas de promoción de la diversidad y la inclusividad que ayuden -entre otras cosas- a romper el techo de cristal de género.
Entrevistamos a Guillermo Muñoz Matutano, un investigador del Instituto de Ciencia de los Materiales (ICMUV) de la Universitat de València (UV). Guillermo Muñoz forma parte de Piratas de la Ciencia -un colectivo unido por el interés en la comunicación y la divulgación de la ciencia, y compuesto por estudiantes, profesionales y profesores de ramas tanto humanísticas, artísticas como científicas- y que es una de los más de 30 organizaciones y colectivos que promueven el manifiesto «Un nuevo pacto por la ciencia».
.
¿Que ha llevado a esta amplia variedad de organizaciones y colectivos a impulsar este manifiesto?
El manifiesto ya se ha hecho público, y ya está abierto a que todo tipo de colectivo y organización de la ciencia y sus representantes lo suscriban, e invitamos a los partidos políticos a firmarlo y a comprometerse con sus líneas de actuación en un acto público que tendrá lugar el próximo jueves 29 en el Ateneo de Madrid.
El Nuevo Pacto por la Ciencia surge ahora, en esta campaña electoral, y es un eslabón más de una larga cadena de reivindicaciones y luchas de la comunidad científica en estos últimos años. Y quiere promover la idea de que para lograr una Ciencia española de calidad, cohesionada, y con alta transferencia social y beneficio para la ciudadanía, es imprescindible defender las condiciones de trabajo y los derechos laborales del personal investigador. Solo cuando se logre cubrir las necesidades materiales de la I+D+i y de las personas que la desarrollan, podremos lograr una ciencia excelente en equipo, una comunidad científica excelente que genere una gran cantidad de conocimientos y avances desde y para el conjunto de la sociedad.
Y esta reivindicación tiene una trayectoria histórica que viene de largo, podríamos decir desde los años 70, con luchas y reivindicaciones de los sindicatos para exigir derecho de sindicación en los Organismos Públicos de Investigación (OPIs). Y que luego ha tenido continuidad con la creación de redes, colectivos y organizaciones de investigadores, como la Federación de Jóvenes Investigadores, que tuvo un papel destacado en la transición del modelo de becas a contratos en el periodo predoctoral.
Ahora entramos en periodo electoral con este Pacto, basado en cuatro pilares, que pretende impulsar la I+D+I en España desde esa nueva concepción, situando como base inicial del sistema los derechos de los trabajadores que la hacen posible.
Hasta ahora, una enorme cantidad de talento e ilusión se ha perdido en la Ciencia española por un marco donde predomina la temporalidad y la precariedad. ¿Esto ha empezado a cambiar o sigue igual?
Bueno, esto es un conflicto, que existe en toda la sociedad, no sólo en la ciencia. En todos los ámbitos laborales, los trabajadores se enfrentan a la estrategia de la precariedad, que se traduce como una estrategia de mano de obra barata. Y en el ámbito de la investigación, este problema se ha convertido en trasversal y estructural.
¿Esto ha cambiado?. Bueno, lo que ha cambiado es que nos estamos organizando más, y por tanto tenemos más fuerza colectiva para poder luchar, exigir y reclamar, para poder entrar en ese conflicto en mejores condiciones. Sí, están cambiando algunas cosas, pero porque se ha luchado, porque se han exigido, no porque nos las hayan regalado
Pero lo cierto es que nos enfrentamos a concepciones y cuestiones estructurales muy arraigadas en la ciencia española, que vienen de décadas o siglos atrás. Por ejemplo, reclamamos que haya una carrera investigadora para que se puedan estabilizar profesionales investigadores de todos los tipos. Para que la ciencia avance, necesitamos investigadores jefe, investigadores senior, de equipo, técnicos de laboratorio, personal administrativo. Exceptuando el perfil de investigador estabilizado, todos los otros perfiles son muy precarios y temporales. Y esto se debe cambiar en profundidad, con un pacto trasversal entre diferentes fuerzas políticas, porque de esto depende el futuro de la ciencia en España.
Para una ciencia excelente, hay que defender al personal investigador.
Otra reclamación es la eliminación o al menos la simplificación de la enorme cantidad de papeleo burocrático que lastra y quema a los equipos de investigación, teniendo que hacer solicitudes y aprobar fondos hasta cuando se rompe una probeta. ¿Es así?
Desde luego. De nuevo la burocratización no es un problema exclusivo de la ciencia, pero tengo la impresión de que en España hay una tendencia a hacer los trámites innecesariamente complejos. Y parecía que las nuevas tecnologías venían a facilitarnos estos papeleos, a quitarnos trabajo, y ha sido al contrario. Estamos ocupando más tiempo de nuestro trabajo -que debe ser la investigación- en rellenar informes y solicitudes, en justificar las compras de material…
Y esto se agrava porque los que deberían ocuparse de esta tarea, que entiendo que es necesario porque hay que controlar cómo y para qué se gasta el dinero público, el personal administrativo, es escaso, está sometido a la misma temporalidad y precariedad que el personal investigador, y a una enorme sobrecarga de trabajo. Hay que simplificar los trámites, usar de manera inteligente las nuevas tecnologías, y dotar de personal y recursos a los equipos administrativos.
Pero también en ese punto hablamos de la desaceleración de los ránkings y de los sistemas de competitividad. Porque muchas veces esa cultura burocrática también se asocia con ese control meritocrático, de ránkings, de índices de productividad, que en realidad tampoco están ayudando a hacer una ciencia de excelencia colectiva en cuanto al producto -de conocimiento, o de tecnología- que retorna a la sociedad a través de la protección de equipos de trabajo, sino que se usa como una forma de seleccionar, de cribado, que justifica ciertos privilegios, además de justificar la cultura de los recortes y la precariedad.
La tercera demanda es mucho más profunda y estructural, porque habla de «transformar un sistema de ciencia basado en la competitividad, la excelencia y la singularidad meritocrática, hacia un sistema basal constituido por la habitabilidad, la cooperación y colaboración, la accesibilidad de los recursos y la promoción de todas las manifestaciones de la diversidad y la inclusividad».
Efectivamente, es un cambio de paradigma de cómo entender el sistema de la ciencia. Muchas veces pensamos que la ciencia es homogénea, que sólo hay una forma de entender el conocimiento científico, pero la ciencia forma parte de la sociedad, y como tal en ella existen controversias, disparidades de opiniones y debates tan inevitables como provechosos y necesarios. La ciencia la hacen las personas, y tienen que tener capacidad de manifestar sus diferencias y puntos de vista divergentes, en cuestiones científicas, culturales y de todo tipo. La ciencia tiene que ser un espacio de debate franco y seguro, no puede haber problemas de acoso y señalamiento por pensar o ser diferente.
La ciencia no es cosa de élites, sino un producto de equipo, social.
Por eso, desde nuestro punto de vista, la ciencia no puede perseguir sólo el criterio de la excelencia individual, de competitividad y acumulación de recursos. No puede ser que hayan tres centros de excelencia que concentren todos los recursos y después no hayan centros medianos con dotaciones suficientes. En realidad la excelencia de la ciencia, entendida como producto colectivo, social, se beneficia de que haya diversidad, cooperación, de que se comparta el conocimiento, que las semillas y los frutos de la I+D+I estén disponibles para toda comunidad.
Todo esto es lo que nos lleva a defender la I+D+I desde otro paradigma colaborativo. Porque la ciencia no es una actividad de y para élites, sino que se forma como un producto de equipo. Por muy bueno que sea tu perfil, por mucho talento que una persona pueda tener y llegue a ser líder de un grupo y a estabilizar tu situación… necesitas un equipo que tenga la misma estabilidad. Si conseguimos esta cohesión, ese ambiente de conocimiento y recursos compartidos, desarrollaremos mejor ciencia, y más y mejores beneficios a la sociedad. Esta es una batalla cultural muy importante dentro de la comunidad científica.
Es más, la ciencia también debe objeto ser de la ciudadanía, que los propios ciudadanos colaboren en la generación y producción de I+D+I. Existen ahora muchas iniciativas de ciencia ciudadana, de ciencia abierta, mucho más trasversales, que están desarrollando formas de implicar a la gente en co-producir el conocimiento científico
Por último, el manifiesto aborda el problema basal de la I+D+i: la financiación. En 2021 (último año que he podido consultar) España destinó 17.249 millones de euros, un 1,43% de su PIB a I+D+i. Muy lejos del 2,7% de EEUU y Alemania, del 3,5% de Japón, o del 4,3% de Corea del Sur. El texto exige que el presupuesto de ciencia se duplique hasta el 3% del PIB. ¿Esto es un gasto, un capricho… o es una inversión?
Fíjate que hemos puesto este punto el cuarta y última posición, no la primera, y no porque no sea importante, sino porque antes de exigir que se amplíe el dinero que se destine a ciencia, hemos querido desarrollar en qué tipo de sistema científico queremos que se invierta. No es que queremos que se dupliquen los fondos a I+D+I de forma general y abstracta, sino que tenemos un programa de puntos, como ya he dicho, de mejora de las condiciones laborales, de simplificación de la burocracia, de cambio hacia un paradigma colaborativo y trasversal, de perspectivas amplias y a largo plazo, que garanticen una transferencia social, etc…
Con todo ese programa y ese proyecto, sí nos vemos autorizados a decir «y para esto necesitamos más dinero», el 3% del PIB, para generar un sistema científico español mucho más cohesionado que pueda ser decisivo en resolver retos tan importantes para la sociedad, para el futuro de la humanidad, como lo es la crisis climática, por ejemplo, invirtiendo en todo tipo de tecnologías, pero también en análisis críticos desde las humanidades que permitan entender la complejidad estructural del mundo actual. Todo ello necesita de voluntad y acción política, pero también de mucha ciencia e investigación, de mucho conocimiento e investigación, de colaboración trasversal entre diferentes equipos y disciplinas científicas, pero también entre humanidades y la sociedad en general.
En cuanto al «retorno económico» de la ciencia, yo creo que hemos de dejar atrás esta idea de que la I+D+I genera ideas, que se transforman en tecnología que finalmente llega al usuario, como producto, y hemos de empezar a entender que el usuario, el ciudadano, también puede ser transformador y co-partícipe de la generación del conocimiento científico y de tecnología. Y por eso el sistema científico debe ser incumbencia de toda la ciudadanía en su conjunto. Y por eso creo que son tan importantes todas las experiencias que se están haciendo no ya para divulgar y popularizar el conocimiento científico entre la ciudadanía, sino para implicar e incluir a la gente dentro de los procesos de generación de conocimiento y de producción tecnológica.
Los jóvenes participan con mucha energía e ilusión en las luchas.
¿Quieres añadir algo más?
Sí. Me gustaría acabar la entrevista con optimismo, diciendo que estoy muy contento por todas las movilizaciones que llevan años promoviendo el colectivo de trabajadores de la investigación, coordinados por la Marea Roja. Un movimiento social que lleva una trayectoria ascendente, de crecimiento.
Las generaciones más jóvenes de investigadores e investigadoras, predoctorales y posdoctorales -quizá porque sienten más en sus carnes la precariedad y los recortes- se han ido implicando cada vez más y están siendo cada vez más activas, participando con una enorme energía e ilusión en las luchas, y eso es algo extraordinariamente positivo. De esta forma se está construyendo un futuro con esperanza para la comunidad de ciencia en España.