En los últimos años, diferentes batallas judiciales han sentado a las entidades financieras en nuestro país en el banquillo de los acusados. Las preferentes, las cláusulas suelo, el impuesto hipotecario, y los más recientes fallos -acerca del índice IRPH, o el que impide los desahucios con menos de 12 meses de impagos- son múltiples ejemplos de un la larga lista de casos cortados por un mismo patrón. En todos ellos, los bancos han utilizado de forma abusiva las leyes y su situación de dominio para enriquecerse a costa de los más débiles.
«¿Qué delito es el robo de un banco comparado con el hecho de fundar uno?», decía el poeta y dramaturgo comunista Bertolt Brecht. No es una posición minoritaria. En nuestro país, la mayoría de la población hace suya esta máxima.
En noviembre del año pasado, casi al mismo tiempo que una vergonzosa sentencia del Tribunal Supremo se desdecía (en tiempo récord, apenas 24 horas) y decidía anular su anterior decisión -que cargaba sobre las entidades financieras el pago de los impuestos por registrar las hipotecas ante notario- y endosárselo de nuevo a los ciudadanos, una encuesta publicada por 40dB revelaba que el 92% de los españoles consideran «muy» o «bastante responsables» a los bancos como los principales culpables y beneficiarios de la crisis económica. La mayoría social, advertía la socióloga Belén Barreiro, directora de 40dB, está profundamente aquejada de una saludable enfermedad: la «bancofobia».
Razones no faltan a los españoles para pensar así, a la luz del largo rosario de abusos perpetrados por los bancos contra sus consumidores en los últimos años. Solo por citar algunos de los más conocidos:
- Comisiones abusivas y generalizadas para cualquier gestión y en multitud de productos y servicios financieros: cuentas corrientes, tarjetas, hipotecas, etc…
- El fraude de las preferentes, estimado en 30.000 millones de euros estafados a 700.000 clientes, en su mayoría ancianos que no podían entender la complejidad del producto financiero que se les ofrecía.
- Cláusulas suelo, una estipulación abusiva y falta de transparencia en los préstamos hipotecarios a interés variable, en virtud del cual se establecía un interés mínimo a pagar, que se mantenía a pesar de que el índice de referencia (normalmente, el Euribor) bajara de ese umbral.
- Estafas a pequeños accionistas. Por ejemplo, los del Banco Popular, que vieron cómo sus pequeñas carteras de acciones, los 2.000 millones de euros de la ampliación de capital de la primavera de 2016 se esfumaban con la ‘resolución’ de la entidad y su venta por un euro al Santander apenas un año después.
Y muchos casos más: créditos ‘swap’, ejecuciones hipotecarias y lanzamientos poco transparentes. Los abusos de la banca española han colapsado los juzgados con un millón de pleitos en los últimos cinco años, obligando incluso en la mayoría de las ciudades a crear salas especializadas en este tipo de casos.
En todos estos abusos se dibuja el modus operandi de una oligarquía financiera que valiéndose de su tiránico dominio de clase -son el corazón de la clase dominante española, en el país más bancarizado del mundo- impone las más variadas artimañas a sus clientes para adueñarse de sus ahorros, engordando su cuenta de beneficios.
Su grado de dominio sobre los ciudadanos es tan draconiano, se ha vuelto tan descarnado, que los bancos españoles están anunciando que impondrán a sus clientes un interés negativo por tener sus ahorros depositados. En cristiano: que nos cobrarán… por tener nuestro dinero guardado en el banco.
¿No tiene razón Bertolt Brecht?