En noviembre de 2024 tendrán lugar unas elecciones presidenciales norteamericanas -todo apunta a que será entre Biden y Trump- cuyo incierto resultado marcará profundamente el escenario internacional, porque de ella saldrá la política exterior de la superpotencia.
Pero si hay un país que vive pendiente del resultado de las elecciones de EEUU, es Ucrania. El resultado de la pugna electoral entre republicanos y demócratas puede determinar la continuidad o el fin de la ayuda militar norteamericana al país invadido.
Desde hace muchos años, asistimos a una profunda y cada vez más aguda división en el seno de la clase dominante norteamericana y de sus élites políticas, representados por las líneas de Biden y de Trump. Cuanto más se agrava el ocaso imperial de EEUU, cuanto más golpea la lucha de los países y pueblos a la declinante superpotencia, cuanto más avanza el naciente orden mundial multipolar y más se agosta el unilateralismo norteamericano, perdiendo capacidad para gobernar los asuntos mundiales, más aguda y violenta se hace esta división. Ya no se da simplemente entre demócratas y republicanos, sino que recorre los aparatos fundamentales del Estado norteamericano.
Ambas líneas representan a distintas fracciones de la clase dominante norteamericana. Están juntos a la par que divididos. Ambas persiguen el mismo objetivo: conservar la hegemonía estadounidense. Ambas tienen como blanco prioritario la contención de la emergencia de China, adoptando una política cada vez más agresiva ante Pekín. Ambas deben mantener y ampliar la superioridad militar de la superpotencia.
Pero están profundamente divididas en su estrategia. Y uno de los puntos donde más diáfanamente se muestra esto es en su posición ante Ucrania… y Rusia.
Mientras que la linea de Biden, aunque necesita aminorar el envío de armas a Kiev para atender la escalada de tensión en Oriente Medio (Gaza, Mar Rojo), apuesta en lo fundamental por continuar con la asistencia militar a Ucrania para confrontar a Moscú, importantes sectores del poder norteamericano defienden sacrificar a Ucrania para alcanzar un acuerdo con Rusia, que enfrente a Moscú con Pekín. Por eso relevantes sectores del Congreso y el Senado norteamericanos mantienen bloqueado el incremento de la ayuda militar a Ucrania.
Esto es lo que intentó -sin mucho éxito- Trump durante su mandato, prodigándose a menudo en elogios hacia Putin. Incluso poco después del inicio de la invasión rusa, Trump calificó a Putin de actor político “inteligente” y expresó su admiración por la toma de una “gran cantidad de terreno” por parte de Rusia. Y recientemente, el líder republicano aseguró que en el caso de volver a la Casa Blanca, resolvería la guerra de Ucrania “en 24 horas”.