Rusia usa el frío como arma de guerra contra los civiles ucranios

Kholodomor: el frío como crimen de guerra

Dejar a merced del frío a la población civil -afectando de manera mortal a niños pequeños, ancianos y enfermos- no cumple otro papel militar que el del castigo y el terror colectivo. Son crímenes de guerra, que se suman a la larga lista de horrores de la "doctrina Grozni" del Kremlin.

Desde principios de octubre -y aproximadamente una vez a la semana- Rusia ha ido lanzado andanadas de ataques aéreos contra objetivos energéticos en toda Ucrania, dejando sin luz, calefacción y agua potable a millones de ucranianos.

En un país donde el invierno boreal es extremadamente feroz, dejar a merced del frío a la población civil -afectando de manera mortal a niños pequeños, ancianos y enfermos- no cumple otro papel militar que el del castigo y el terror colectivo.

El Kremlin aplica así el “Kholodomor” (una derivación del vocablo ‘Holomodor’ que podría traducirse como “matar de frío), una versión gélida de la doctrina Grozni, usando los padecimientos de los civiles como arma bélica. Algo que constituye un crimen de guerra, uno de los miles que Moscú tiene en su haber desde que comenzó la invasión.

Los misiles siguen cayendo sobre Ucrania, portando su carga muerte, oscuridad… y frío glacial. Hasta tres regiones del país, la de la capital Kiev, la de Odesa y la de Chernígov, han quedado completamente a oscuras y sin suministro eléctrico a consecuencia de los múltiples proyectiles rusos -unos 70, de los que la defensa aérea ucraniana dijo haber derribado 51– principalmente dirigidos contra la infraestructura energética. Los daños han sido intensos: al ser alcanzadas las estaciones de bombeo, Kiev y Odesa se han quedado sin luz y agua, y por supuesto sin calefacción. Los cortes de luz han llegado a afectar al país vecino, Moldavia, que depende para su suministro de Ucrania.

Más de un 40% de la capacidad de producción de las infraestructuras energéticas ucranias, junto la totalidad de las refinerías de petróleo y cientos de kilómetros de red eléctrica y gasística, ha sido dañado cuando las bajas temperaturas ya imperan en el país.

Por primera vez, los ataques rusos han obligado a Kiev a apagar las tres centrales nucleares que aún controla. La cuarta, en territorio controlado por Rusia, también tuvo que activar la energía diésel de reserva. Los responsables del sector nuclear afirman que las interrupciones de la energía pueden alterar los sistemas de refrigeración y provocar una catástrofe atómica.

Sufrimiento y muerte para la población civil

El invierno ucranio es apenas menos crudo que el ruso. En Kiev, las temperaturas bajan a -7ºC y durante meses no superan el grado bajo cero. En otras zonas del país se pueden alcanzar hasta los -20ºC.

Los daños en la red de electricidad y calefacción en Ucrania «ya están teniendo unos efectos letales en el sistema sanitario y en la salud de la gente», ha declarado Hans Kluge, director regional de la OMS para Europa. «Los ataques a las infraestructuras sanitarias y energéticas significan que cientos de hospitales y centros de salud ya no son plenamente operativos, pues carecen de combustible, agua y electricidad”. Y así se puede ver en la recién liberada Jersón: los hospitales siguen sin suministro eléctrico, no funcionan ni los respiradores, ni las máquinas de rayos X, ni los ascensores, y se opera a la luz de las linternas y teléfonos móviles.

Kluge ha precisado los padecimientos sanitarios que sufre la población más vulnerable: niños, ancianos, embarazadas, enfermos y heridos. «Hasta tres millones de personas podrán verse obligadas a dejar sus hogares en busca de seguridad y calor. Tendrán que enfrentar desafíos sanitarios, incluyendo infecciones respiratorias como el COVID-19, la neumonía, la gripe», avisó. Además, habrá un «grave riesgo de difteria y sarampión para una población insuficientemente vacunada».

Pero la crueldad de la destrucción va mucho más allá de las estaciones eléctricas o del frío. Los misiles alcanzaron tres bloques de viviendas en Kiev, acabando con la vida de diez personas. El suceso más cruento tenía lugar en Vilniansk (Zaporiyia), cuando los misiles rusos alcanzaban una pequeña sala de maternidad del hospital de la ciudad. La madre y el médico pudieron ser rescatados con vida de los escombros. Pero el bebé recién nacido murió.

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Nueve meses de invasión de Ucrania: ¿Y ahora qué?

Se cumplen ahora nueve meses desde que el pasado 24 de febrero, Vladimir Putin diera la orden a sus tanques de iniciar la invasión de Ucrania, perpetrando toda clase de agresiones y crímenes de guerra, destruyendo para siempre la vida de 44 millones de ucranianos.

A lo largo de estos nueve meses, desde De Verdad hemos mantenido siempre una misma posición. Denunciamos a la potencia invasora, el imperialismo ruso, y apoyamos sin reservas al país y al pueblo invadido, a Ucrania. Porque ante una invasión imperialista no se puede ser neutral. O se está con los invasores o se está con los invadidos.

Quienes, hablando en nombre de la izquierda, apoyan, justifican o “comprenden” la agresión contra Ucrania, borrando que hay una potencia invasora y un país invadido, se han colocado en el campo del invasor. Los que se alinean con la propaganda del Kremlin han tratado de intoxicarnos con falacias como que, al lanzar su «operación militar especial», Rusia estaba «defendiéndose de la expansión de la OTAN hacia el este», o «desnazificando Ucrania».

La invasión de Ucrania entra ahora, a pesar de la llegada de un frío que todo lo congela, en una etapa incierta y voluble.

Sólo hay que buscar la verdad en los hechos para comprobar que lo que Putin y la clase dominante rusa pretenden es imponer a sangre y fuego su dominio sobre los países y pueblos de las antiguas repúblicas soviéticas. Y Ucrania es la clave de bóveda del agresivo proyecto del imperialismo ruso.

Defendemos una salida diplomática, pero el deseo de paz, que todos compartimos, no puede ir en contra del justo e inalienable derecho de la nación y el pueblo agredido a defenderse con las armas en la mano de la potencia invasora, y a recuperar el territorio que les ha sido arrebatado por la fuerza. Por eso hemos dicho, y volvemos a decir “Fuera tropas imperialistas rusas. Solidaridad con Ucrania”.

Nueve meses de muerte y crímenes de guerra

En estos nueve meses de infierno, de muerte y destrucción, el horror imperialista decretado por Putin ha generado decenas de miles de muertos entre la población civil. El fiscal general del país ha podido constatar más de 8.300 bajas civiles, entre ellos 437 menores de edad, y más de 11.000 heridos, pero él mismo reconoce que esta cifra no es la real, dado que muchos cadáveres no han podido ser rescatados de los escombros, y falta información de ciudades tan importantes como Mariúpol, donde antes de la conquista total por parte de Rusia, las autoridades ucranianas reportaron la muerte de más de 21.000 civiles.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) sostiene que la inmensa mayoría de las bajas civiles se han producido por el uso de armas explosivas con una amplia área de impacto, como bombardeos de artillería pesada y sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples, así como ataques aéreos y con misiles. Misiles y ataques en su inmensa mayoría perpetrados por Moscú.

En las regiones recuperadas por Ucrania continúan apareciendo fosas comunes y cuerpos con indicios de torturas y ejecuciones, restos que delatan la práctica sistemática de crímenes de guerra por parte de Rusia: hasta ahora se han documentado 45.000 delitos de lesa humanidad que apuntan al Kremlin.

¿Qué va a pasar ahora?

Sin embargo, a pesar de esta insondable destrucción, de esta criminal ración de dolor, es evidente que en los últimos meses Ucrania ha ganado la iniciativa y ha obtenido sonoras victorias, mientas que Rusia ha cosechado severos reveses. El más importante de todos es la pérdida de Jersón, la única capital ucraniana que había conquistado en la invasión. La reconquista de esta ciudad por parte de Ucrania apunta a una nueva etapa en la invasión, una fase mucho más incierta y la que los objetivos de Moscú son difusos.

Todos los objetivos militares anunciados hasta ahora por Putin han acabado en fracaso. No pudo capturar rápidamente Ucrania ni hacer caer al gobierno Zelenski en pocas semanas. No pudo capturar Kiev, ni Járkov, ni capturar toda la costa dejando a Ucrania sin acceso al Mar Negro. Parte del Donbás ha sido recuperada por los ucranios, como ahora Jersón.

¿Y ahora? ¿Cuáles son los objetivos militares del Kremlin? No es fácil contestar a esta pregunta, ni siquiera saber si en el Kremlin tienen la respuesta.

Parece claro que Rusia se ha retirado a la otra orilla del Dnieper, tratando de tener posiciones mejor defendidas, ganando tiempo para rearmar sus maltrechos arsenales y para que los 300.000 soldados reclutados forzosamente estén listos para entrar en combate. Pero parece que Ucrania no va tomarse un descanso en invierno, y va a seguir con sus ofensivas.

La guerra entra ya en sus nueve meses de duración. Y hay señales de cansancio entre los aliados de uno y otro bando. De EEUU y de otros países europeos llegan señales de hastío entre las clases dominantes, pero también llegan de Pekín y Nueva Delhi, que -de manera tácita pero firme- lanzan mensajes a Moscú para que cese sus hostilidades y se siente a negociar con Kiev.

La invasión de Ucrania entra ahora, a pesar de la llegada de un frío que todo lo congela, en una etapa incierta y voluble.

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