Han pasado unas semanas desde que murió Juan Marsé y su ausencia ha comenzado el camino de la normalidad. Tal como ha sido recibida la noticia de su muerte, tal como vemos ahora su recuerdo, presente o ausente en los ambientes literarios, escolares o universitarios, así será. Esas cosas cambian poco y menos cuando todo parece indicar, hay demasiados ciudadanos contrarios a cualquier cambio.
Además, el mundo que vivimos ni conoce ni le interesa el pasado ni demasiado la cultura, y menos aún aquella que es testimonio de una época y de unos hechos luctuosos que la oficialidad prefiere olvidar, disimulando que olvida y así cree que no se mete en líos.
Además, no siempre es fácil introducir en el mundo cultural a un personaje que ha muerto, cuando se le negó este derecho estando vivo. Y Juan Marsé pertenece mas o menos a una generación de escritores cuya calidad literaria y creadora, en la mayoría de los casos no ha sido aún superada, y sin embargo, exceptuando los homenajes que se les otorgaron casi en el ultimo momento, se fueron sin un premio y sin un solo reconocimiento oficial. Entre ellos Juan Benet, Carlos Barral, Juan García Hortelano… Y prefiero no referirme ahora a los catalanes que por haber cometido el imperdonable error contra la patria de escribir sus versos o sus novelas en la lengua que conocieron , sea por razones familiares o simplemente porque era una de las dos lenguas que se hablaban en la tierra donde nacieron, vivieron y trabajaron, o porque era la que más conocían y la que más amaban, han sido expulsados en vida o tras la muerte de programas, homenajes, premios e incluso librerías y publicidad que estuvieran en manos de quienes se creen los dueños del territorio sin serlo aún, que todo llegará, siendo difícil imaginar al grado de mediocridad al que pueden llegar si siguen profesando tales ideas e imponiendo tan solapadas leyes.
El caso es que nadie o casi nadie se ha dado cuenta (no al menos en la medida que lo mereció su vida y su obra) de que silenciosamente Juan Marsé se había ido. Y no parece posible creer que los actuales y de hecho los verdaderos amos del territorio hayan tenido la voluntad de olvidarlo simplemente porque escribía en el idioma del invasor, como llaman al castellano sustituyéndolo sin darse cuenta por aquel tan conocido “idioma del imperio” que ya vamos olvidando hoy, ni por hacernos recuperar las agonías de los años de la postguerra. Y no porque no les parezca un motivo tan peligroso y delincuente como aquel otro que Juan Marsé dominaba como nadie: hacer en su vida lo que le daba la gana.
Sí, más bien creo que para el olvido su personalidad puede haber jugado un papel importante, lo poco que trascendió de ella o lo que dedujeron quienes lo leyeron y tuvieron el valor de transmitirlo. Aunque a estas alturas ni de esto estoy segura, porque si ya es raro pensar que los hay que son incapaces de reconocer la genialidad si no ha sido escrita en su propia lengua, mas raro sería aún que fueran capaces de valorar en grado sumo y en consecuencia hicieran merecedor del olvido a quien tuvo la genialidad de vivir como quiso en un país pensado y trabajado para que nadie descubriera la poderosa fuente de felicidad y energía creadora que nos deja descubrir lo que queremos y tener el coraje de convertirlo en nuestro modo de vivir y de ser.
Este fuiste tú, queridísimo Juan Marsé, tú que nos enseñaste a desvelar nuestro coraje sin exigir premio alguno por la protesta que supiste colocar en el lugar adecuado ajeno a las consecuencias. Sólo por esto, por tu compromiso sin nombre pero sin pausa, por tu protesta, por tu lucidez, por tu capacidad suprema de fabular, porque creíste e hiciste que la literatura fuera creación y no copia de la realidad, deberíamos estarte siempre tan agradecidos como por tus maravillosas historias. Claro que sin esta lucidez, ni esta capacidad de protesta, sin tu amor por tu propia historia, nunca habrías escrito la de una postguerra de barrio que nos enseña mas que un tratado y nos proporciona tanto placer como el de asistir a un maravilloso proceso de creación que se convierte en arte: sí, este es el tronco de tu literatura, y esta la mentalidad de postguerra de barrio que, como dijiste una vez, sigue esperando que alguien acabe con ella.
Estarás mucho tiempo aún con los que te admiramos y amamos, tanto como dure el nuestro sobre la Tierra.
Y aunque ahora nos parezca imposible, los años traerán sus cambios y con ellos cientos de miles de lectores nacidos y educados en la cultura te leerán y te dejarán para siempre en el lugar que mereciste.
¡Por ti este deseo, querido Juan, por ti esta utopía!
Carlos dice:
Hombreeee, Marse.De la generacion del 50 y de escritores como Terenci Moix o Vazquez Montalban. Hay muchas paginas donde descargarse su ingente obra,como librosgeniales.com .Yo, cateto de mi,solo he leido «el embrujo de Shanghai «,llevada al cine. Lo malo es que ha ido a morir en mala epoca,donde todo lo catalan esta politizado. Pero vamos, que a Marse se la traia floja, tiene una obra donada al estudio Cervantes, para dar a conocer en 2029,tal cual hizo Dali ,pasando de nacionalismos de campanario