Con el lío del Brexit sin resolver, Reino Unido celebrará elecciones el 12 de diciembre. Unos comicios para los que los centros de poder defensores del Brexit -tanto los de dentro de Gran Bretaña como, sobre todo, los del otro lado del Atlántico- están despejando el camino para el triunfo de Boris Johnson. El líder del ultraderechista Partido del Brexit y ariete del Brexit duro, Nigel Farage, ha retirado la mitad de sus candidatos para facilitar la victoria del candidato torie.
El mayor defensor a ultranza de un Brexit sin acuerdo -además de defensor de las más reaccionarias y xenófobas políticas contra los trabajadores comunitarios dentro de Reino Unido- se llama Nigel Farage. Tal es su obsesión porque Londres dé portazo a Bruselas y rompa los puentes con el continente -dejando vía libre a un tratado comercial entre EEUU y Reino Unido,- que está dispuesto a pegarle un tiro en el pie a su partido, el ultranacionalista Partido del Brexit.
Farage ha decidido retirar a la mitad de sus candidatos para facilitar la victoria de Boris Johnson en las elecciones del 12 de diciembre, y ha anunciado que el UKIP no concurrirá en 317 circunscripciones de las 600 en las que pensaba participar inicialmente y que a partir de ahora concentrará sus esfuerzos en los bastiones del Partido Laborista en el norte industrial de Inglaterra. Más que un «pacto de no agresión» con los tories, es toda una revelación de qué es el Partido del Brexit en realidad: las fuerzas de choque de la línea Trump en Gran Bretaña.
“Entre bomberos no hay que pisarse la manguera”, dice el refrán, aunque cabría mejor decir entre pirómanos. Uno y otro tienen el mismo padrino. El «pacto de no agresión» entre Johnson y Farage llega pocos días después de que el presidente norteamericano instara a ambos a «unir fuerzas» para las elecciones británicas.
Porque detrás del laberinto infinito del Brexit, y de esta convocatoria electoral, se encuentran los esfuerzos del actual gobierno norteamericano para que su fiel mayordomo inglés rompa abruptamente todos los lazos comerciales y económicos con la UE, condición sine qua non para poder abalanzarse sobre la economía británica con un tratado de libre comercio que, como los firmados con México o Canadá, está diseñado para ser draconianamente favorable a los intereses de Washington.