Desde principios de marzo, con el desembarco de la pandemia de coronavirus en Europa, Italia no ha dejado ni por un momento de monopolizar la atención y la información en Europa. Sin embargo, esa sobreexposición informativa no siempre ha ido acompañada de una reflexión adecuada sobre la singularidad y la importancia de los movimientos que están teniendo lugar en el país, y sobre el papel crucial que Italia puede jugar en el destino de Europa de forma inmediata.
La explosión de la pandemia en el Norte de Italia, cuando casi toda Europa aún se creía libre del virus, aunque ya estaba temerosa del contagio, dio lugar a episodios que los italianos van a tardar mucho en olvidar. Como en todas partes, la violenta irrupción de la pandemia estuvo a punto de colapsar el sistema hospitalario y puso al desnudo la falta de material asistencial y de protección, por lo que las autoridades sanitarias italianas pidieron ayuda a sus socios comunitarios, en especial Francia y Alemania. Hacían falta mascarillas, respiradores, EPIS… para salvar vidas. Pero Francia y Alemania se negaron, arguyendo que las podían necesitar, aunque en ese momento ni Francia ni Alemania sufrían ni de lejos el brote que estaba asolando Lombardía.
La insolidaridad de los países de la UE con Italia ha sido tardíamente reconocida por la propia UE, cuya presidenta, la alemana Ursula von der Leyen, pidió hace unos días solemnemente perdón al pueblo y a las autoridades italianas.
Hasta un 58% de los italianos estarían en este momento dispuestos a votar la salida de Italia de la UE
Pero entre estos dos momentos, muchas cosas han ocurrido en Italia y algunas son dignas de mención. Ante la insolidaridad europea y el momento crítico que estaba atravesando el país, desbordado por la pandemia, las autoridades italianas (encabezadas por el gobierno de Giuseppe Conte, respaldado por el Partido Democrático y el Movimiento 5 Estrellas) no dudaron en recurrir a otras vías de colaboración y ayuda: el país comenzó a recibir material sanitario, gratuito y adquirido, de China, médicos y consejeros sanitarios de China que habían estado en primera línea en el combate con la enfermedad en Wuhan, médicos y material procedentes de Rusia (entonces poco afectada por la pandemia) y hasta una brigada de médicos cubanos. Italia, en vez de resignarse, demostró, una vez más, que en el mundo actual existen muchas alternativas, que quizá los “viejos socios” ya no son los mejores amigos, que ningún país tiene que estar atado por una cadena a los mismos amos de siempre, que en un mundo multipolar uno puede diversificar y alternar sus aliados en función de sus necesidades e intereses. Y que ese puede ser, sin duda, un buen camino para evitar la dependencia excesiva de determinados países, que no solo abusan de su poder sino también de su egoísmo y de su mezquindad.
Pero no todo acaba aquí. La insolidaridad de los socios europeos (que ya viene de lejos, y que también se puso en evidencia en crisis anteriores, en la de 2008 y luego en la crisis migratoria) ha agudizado el malestar y el desengaño de los italianos con la UE. Ya no se trata solo de los sectores sociales instigados por el exministro del Interior, Matteo Salvini, y su euroescepticismo de ultraderecha. Ahora ya es una amplia mayoría de la sociedad italiana la que, según las encuestas y los sondeos de opinión, se muestra contraria a la pertenencia de Italia a la UE. Hasta un 58% de los italianos estarían en este momento dispuestos a votar la salida de Italia de la UE.
El trato recibido por Conte en los debates de la UE sobre los fondos para abordar la emergencia sanitaria y la reconstrucción económica, donde fue el blanco de los ataques de los holandeses (punta de lanza de las posiciones alemanas), sin duda también ha agravado la situación. Italia, que fue junto a España, uno de los países más fervorosamente europeístas, ha devenido estos días en una nación que sopesa muy seriamente si le conviene seguir en la UE. Si en una situación de emergencia, son tratados por sus socios como “apestados” y “pedigueños”, ¿para qué seguir en semejante club?
La deriva de Italia no preocupa, sin embargo, solo a la UE, también a EEUU
La deriva italiana preocupa sin duda en la UE. Si la salida de Gran Bretaña la ha dejado muy tocada, la de Italia sería sin duda el fin de la UE o, al menos, el fin de la UE tal y como la conocemos. Italia es en la actualidad la tercera economía de la UE, no muy lejos de la de Francia. Su zona norte (precisamente la más afectada por la pandemia) es uno de los mayores emporios industriales de Europa. Y en Roma sigue estando el Vaticano, un centro de poder menguante, pero con un peso a considerar todavía.
La deriva de Italia no preocupa, sin embargo, solo a la UE. EEUU también está al acecho de cualquier movimiento que pudiera socavar sus intereses en un país trascendental para ellos. De hecho, Trump no ha tardado en enviar un guiño al país: las diez fragatas que el Pentágono había sometido a subasta, y para la que había concurrido como gran favorita la empresa española Navantia, ahora se van a construir en unos astilleros italianos. Hay razones de política interna para esta decisión, pero sin duda también ha pesado hacer un gesto a Italia. En EEUU preocupa que Italia haya sido el más destacado de los países europeos que se ha sumado a la iniciativa estratégica china de La nueva Ruta de la Seda o que esté instalando el sistema 5G de Huawei en su territorio. Tampoco la autonomía de recurrir a Rusia o Cuba en la pandemia ha gustado en Washington.
Lo dicho: Italia, un caso a seguir.
ANARKOÑ dice:
Y tanto… Un Gobierno, el anterior de Salvini, que decide partir peras con el comercio desigualitario e, igual que Trump, declara: No aceptaremos importaciones por encima del Valor total de nuestras exportaciones. El monto total mercantil (en valor de cambio) debe dar = 0 en la balanza de pagos. Si no podemos importar, eso significa que debemos crecer como nación y empezar a generar por nosotros mismos. El sobreproducto exportable será condición permisiva para importar, pero no queremos déficit comercial. ESO ES TRABAJAR POR LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
ANARKOÑ dice:
Total, que el mundialismo le declara la guerra a Salvini y a los italianos, y empieza a bombardear Italia a través de sus organizaciones supra-nacionales (ése es el término correcto para un Tinglado que persigue regir a las naciones y ordenarlas como dispositivos en un circuíto funcional global). Les meten terroristas, las ONGs anclan en el Norte para arruinar el ordenamiento social nacional a través de millones de lúmpenes con promesa de ser mantenidos a la fuerza si cumplen con su misión encomendada de ser un vampiro clavado a la espalda de los trabajadores italianos, quienes han contribuido al plusproducto (que les pertenece) durante dos siglos de explotación industrial. La nueva mafia: los polizontes oportunistas y sin principios a la orden del Estado italiano profundo (alias Estado hampón) y de su Padrino Wall Street Corleone.