Atentados de Boston: el pánico regresa a EEUU

Inquietantes preguntas sin repuesta

La doble explosión de Boston causó tres muertos y decenas de heridos, algunos de ellos en situación crí­tica. Vaya por delante nuestro pésame y solidaridad con todas las victimas de este acto criminal. Sólo 24 horas después, Obama y dos senadores norteamericanos recibí­an sendas cartas rociadas con ricina, una sustancia altamente tóxica que provoca la muerte si entra en la corriente sanguí­nea.

A continuación, en la misma ciudad de Boston había que evacuar la sede del Tribunal Supremo del Estado Massachussets ante un falso anuncio de bomba. E inmediatamente después se producía el incendio y la posterior explosión de la fábrica de fertilizantes, en un pequeño pueblo de Texas situado a 20 kilómetros de Waco, la ciudad donde hace ahora exactamente 20 años (el 19 de abril de 1993) el asalto del FBI provocó el incendio del rancho de la secta de los davinianos, con el resultado de 80 personas fallecidas, incluidos 20 niños. Una sucesión de acontecimientos tan precisa y singularmente encadenados que llevan a preguntarse hasta qué punto son fruto, simplemente, de la casualidad. «La concatenación de acontecimientos lleva a preguntarse hasta qué punto son fruto de la casualidad» Que más de tres días después de los atentados de Boston ni las autoridades policiales ni políticas hayan querido dar una sola hipótesis sobre la autoría, que el FBI retrasara por dos veces, para finalmente desconvocarla, una rueda de prensa para dar mas detalles, que se insista en desligar las cartas con sustancias tóxicas del ataque de Boston cuando se supone que de éste no existe información fiable todavía, o que siete horas después de la explosión de la fábrica de fertilizantes no se haya querido dar siquiera un número aproximado de víctimas no hace más que aumentar la inquietud y el pánico de la población. A pesar de todo este hermetismo, las primeras palabras de Obama tras el atentado de Boston (“investigaremos por todo el mundo hasta dar con los responsables”), son una clara invitación a pensar en una autoría externa del atentado. ¿O qué quiso decir si no? Las imágenes de un posible sospechoso de haber colocado una de las dos mochilas mortales no hacen más que añadir confusión al caos: la mitad de la prensa norteamericana afirma que en ellas se ve a un “hombre de rasgos caucásicos” (es decir, blanco), mientras la otra mitad asegura que se trata de un hombre “de tez oscura”. Sea como fuere, la “ansiedad y agitación” de la población estadounidense por la seguridad interior que habían desaparecido tras el 11-S, “han vuelto a reaparecer este lunes”, como decía el editorial del Washington Post al día siguiente del atentado. Y ya sabemos por experiencia que estas situaciones son habitualmente aprovechadas por los sectores más reaccionarios y militaristas de la burguesía imperialista norteamericana para crear climas de opinión que favorezcan sus agresivos planes, bien sean sobre su propio pueblo bien sobre otros pueblos del mundo.No está demás recordar ahora cómo, tras los atentados del 11-S, Washington puso inmediatamente el foco en Afganistán y, posteriormente en Irak, convertidos de esa forma en objetivos preferentes de su política de guerra y expansión imperial. Hoy, desde luego, no domina en la Casa Blanca una línea militarista y aventurera como la de entonces de los Bush, Cheney y Rumsfeld. No obstante, la historia nos enseña que ante acontecimientos de este tipo, siempre hay que preguntarse qué puede haber detrás y cuál va a ser la reacción de la superpotencia. Y estar alertas ante ella.

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