Educación

¿Ineficiencia o Modelo de Universidad?

De las 260.000 plazas distribuidas en 143 titulaciones oficiales, el 16% queda sin cubrir. Teniendo en cuenta que la oferta ha disminuido un 5%, la conclusión a la que se apunta es a la necesidad de eliminar carreras menos orientadas al mercado laboral – Filologí­a Portuguesa, Hebrea, Románica e Italiana, Ingenierí­a Textil, en Geodesia y de Materiales… -.

Aunque el Gobierno y diferentes rectores se han aresurado a negarlo, no hace falta desmentir algo si no es el problema. Se tendría que empezar por aquí, porque que la sexta parte de los servicios universitarios no se usen… es un escándalo en sí mismo. Y no es el problema, no porque las imposiciones del Plan Bolonia – rector del sistema universitario de los próximos años – no busquen poner la Universidad al servicio de los intereses de los principales monopolios, que lo hacen, sino porque evita plantearse un problema mucho más estructural que se agrava con la directiva europea, y al que se corresponde tan elevado número de plazas “congeladas”. El modelo universitario está orientado ha satisfacer las necesidades de un mercado y de un modelo de país ultra especializado en el sector servicios. Por lo tanto, no importa en cierta manera el grado de ineficiencia de una parte importante del diseño curricular y el directorio de carreras, al fin y al cabo sólo el 20% de los universitarios acabarán ejerciendo en base a sus estudios. Y por otra parte, cuando prima la especialización en el mercado laboral, lo que se demandan son técnicos de base, ni siquiera intermedios, mucho menos superiores. Así que la formación universal no prima, no es considerada. De tal manera está diseñado el directorio universitario. A esto hay que añadir la progresiva burocratización de unas estructuras que no han sido sometidas a la evaluación más que formalmente. En un ámbito como el universitario la calificación funcionarial no debería estar sometida a los mismos criterios que el resto de sectores profesionales. Con un 50% del fracaso en la población universitaria no solo hay que cuestionar el contenido y las condiciones sociales, también la dirección profesional del proceso. No cabe duda de que el profesorado sería el primero en agradecerlo. Los reconocimientos nunca deberían alcanzarse por records de alumnos suspendidos. ¿Qué tiene esto que ver con las plazas “congeladas”?. Pues que la simplificación del directorio de carreras, la unificación de asignaturas y ramas del conocimiento, y la mayor participación de la comunidad universitaria en la calidad y la exigencia de la formación daría otro ritmo y eficiencia a la universidad. Sin duda. Ésta es aparentemente la alternativa que se ha elegido: acabar con las “ineficiencias” redistribuyendo la oferta y agrupando en menos facultades las carreras con poca demanda. A parte del sentido de “tirita” que tiene la medida, no hay que olvidar quien la propone; los mismos que encabezan la implementación del Plan Bolonia, por lo que la eficiencia ha de ser para el mercado laboral y quien lo monopoliza, no para el conjunto de la sociedad, el avance científico, el desarrollo del país y la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Porque, para eso es la Universidad, ¿no?

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