Francia apoya a Mali en el combate a los rebeldes islamistas. El Gobierno maliense ha perdido el control sobre varias regiones del país. Pero esta tragedia es “hecha en casa” y el éxito de la intervención, incierto.
El Sahel es un vasto territorio. Se extiende a lo largo de 7.500 kilómetros, desde Senegal, en el oeste africano, hasta el llamado Cuerno de África, en el este. La zona más estrecha mide unos 150 kilómetros, la más ancha, unos 800. Es la región más pobre de la tierra, plagada de sequías y hambrunas. Considerada en gran parte por Occidente una “tierra sin ley”, sin cabida para “Estados de derecho”, sus habitantes tienen sus propias leyes.
Y tal descripción se ajusta también al norte de Mali, atravesado por el Sahel. A la relativamente joven República de Mali fue considerada, hasta hace poco, todo un ejemplo de nación democrática en África occidental. Con una Constitución, múltiples partidos y una Asamblea Nacional, el país se transformó en las últimas décadas de un Estado monopartidista a una democracia más o menos funcional.
Pero de esos “buenos tiempos” queda muy poco. “El golpe de Estado contra el presidente fue seguramente la llama inicial de lo que ahora vemos”, opina Peter Heine, profesor emérito de Ciencias Islámicas de la Universidad Humboldt, en Berlín.
En marzo de 2012 el Ejército maliense depuso al presidente Amadou Toumani Touré y se instaló a sí mismo en el poder. El argumento de los soldados: Touré se había mostrado incapaz de controlar la situación del país e imponerse contra los rebeldes Tuareg en el norte.
Pero al mandato de Touré apenas le quedaban unas semanas. La oportunidad de elegir un nuevo presidente estaba a las puertas. Y el golpe jugó, al menos en primera instancia, a favor de los Tuareg. En medio del vacío de poder que siguió al cuartelazo, los rebeldes Tuareg –que durante décadas se han sentido menospreciados por el Gobierno de Bamako- se aliaron con la red terrorista de «Al Qaeda del Magreb Islámico» (AQIM). Los islamistas traicionaron la alianza poco después y se impusieron. Los Tuareg perdieron influencia.
Aliados islamistas
AQIM y otras agrupaciones islamistas como «Ansar Dine» se han fortalecido en el Sahel mientras los gobiernos se debilitan. Los ingresos de estas redes terroristas crecen con el narcotráfico y los secuestros. “Algunos gobiernos pagan sumas altísimas para liberar a sus ciudadanos secuestrados”, explica Peter Pham, experto en África del think tank estadounidense Atlantic Council. «AQIM ha ganado así millones en los últimos años», asegura.
Pero también el derrocamiento del ex presidente libio, Muamar el Gadafi, ha reforzado a la red terrorista. Mercenarios del Sahel, que antes servían a Gadafi, regresaron fuertemente armados a sus países. «Los terroristas de Mali recibieron muchas armas desde el inicio de la guerra en Libia y hay muchos combatientes en busca de trabajo», insiste Pham.
Peter Heine, experto en temas islámicos, teme que la influencia de AQIM crezca también en los países vecinos. «Podría llegarse a algo así como una ausencia total de autoridad», prevé. «La toma de rehenes y el tráfico de increíbles volúmenes de drogas podrían reforzarse aún más», agrega.
Tierra de nadie
“En el norte de Mali no hay nada”, aseguraba al rotativo independiente argelino El Watan el ahora derrocado presidente maliense, Amadou Toumani Touré, en 2009. “Ni calles, ni escuelas, ni fuentes de agua potable, ninguna infraestructura para la vida diaria”, lo replicaba recientemente el rotativo mensual francés Le Monde diplomatique. “Un joven de esa región no tiene ninguna oportunidad de casarse o llevar una buena vida, a no ser que se robe un auto y se sume a los traficantes”; Touré lo sabía. Y como si esos no fuesen ya retos suficientes para cualquier Estado, diversos grupos islamistas, especialmente el AQIM, han hallado refugio en esta remota región.
En este marco, el envío de tropas de paz unánimemente aprobado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a fines de 2012 solo podrá aspirar a un éxito limitado. El objetivo de una misión como esa debe quedar muy bien definido, advierte el socialdemócrata Hans-Ulrich Klose, vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán): “¿Se trata de desplazar de la región a Al Qaeda del Magreb Islámico? Y, si así fuese: ¿hacia dónde?»
Reservas en torno al ejército maliense
El papel que puede jugar Francia en este complejo conflicto, en un territorio tan vasto e inaccesible, aún no está del todo claro. Las experiencias en Afganistán demuestran cuán difícil puede resultar la intervención en una región que ofrece al oponente innumerables posibilidades de refugio.
“Necesitamos la ayuda que está dando Francia para terminar con estos terroristas que dicen actuar en nombre del Islam. Las fuerzas armadas de mi país no pueden con ellos”, afirma una periodista de la cadena pública ORTM Télévision nationale en un contacto con DW vía Facebook.
Muchos malienses desean una fuerte participación europea, opina Charlotte Heyl, del Instituto GIGA de Estudios Africanos de Hamburgo, “por la sencilla razón de que no ven cómo el Ejército de Mali podrá resolver el problema. Los malienses señalan, además, que el Ejército se halla ahora mismo dividido, con muchos conflictos internos. Y son escépticos también en relación con el grado de preparación de ese Ejército”.