El incremento de las horas extras roza el 200%. El gobierno ultraderechista de Orbán defiende el aumento de horas porque “permitirá trabajar más a quien quiera ganar más”. En la práctica, supondrá la obligación generalizada de trabajar seis días semanales. Eso sí, cobrando una sexta parte de las horas trabajadas, las extraordinarias, a tres años vista. El incremento de horas extras no es obligatorio, es voluntario. Tampoco es obligatorio que las empresas las paguen una vez transcurridos tres años. Dos meses de trabajo al año tardarían 36 meses en llegar al bolsillo de los trabajadores.
El gobierno del Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán, señala que “las horas suplementarias están vinculadas al consentimiento escrito previo”. Las horas extra son voluntarias. En la práctica, el miedo a perder su empleo forzará a muchos trabajadores a aceptarlas y acabar trabajando los seis días por semana. Oposición, sindicatos y estudiantes han advertido del peligro para los trabajadores.
Quienes se nieguen a hacer las horas extras quedarán expuestos y marcados en sus actuales empresas o para futuros trabajos. La aparente benevolencia de la voluntariedad conlleva un riesgo de discriminación laboral; incluso el despido. Durante el gobierno de Orbán, ninguna otra medida había provocado en Hungría tanto rechazo popular de sectores sociales tan diferentes y amplios.
¿El milagro de los panes y los peces?
El gobierno asegura que la multiplicación de horas beneficiará tanto a los trabajadores como a las grandes compañías y empresas: los primeros ganarán más y las segundas cubrirán puestos vacíos. Esa es la versión oficial, que la nueva ley daría respuesta a la grave escasez de mano de obra que enfrenta Hungría.
La tasa de paro en Hungría es una de las más bajas de la Unión Europea. Los salarios son tan bajos que muchos profesionales altamente cualificados han optado por emigrar hacia otros países de Europa. Desde 2015, los sucesivos planes políticos del gobierno para promover el regreso de jóvenes y trabajadores húngaros han dado un nulo resultado. El “milagro”, sin pan ni peces.
La nueva ley sube un escalón más contra las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. Es un suma y sigue del gobierno ultraderechista. Pero por primera vez asoma la posible gota que colme el vaso: “En los últimos ocho años, se aprobaron muchos proyectos de ley similares, pero esta, naturalmente, crea un sentido de solidaridad, porque afecta a casi todos los ciudadanos húngaros”, declara la oposición.
Hungría se ha mantenido firme, de la mano de Mikel Orbán, en sus políticas marcadamente reaccionarias, con medidas antiinmigrantes y xenófobas en medio de la ola de refugiados que continúan alcanzando las costas europeas. Hasta el punto de que representa un quebradero de cabeza para la Unión Europea que ha dado lugar a la reprobación reincidente por parte del Parlamento europeo.
¿Todas las horas extras van al cielo?
Hungría sube hasta 400 las horas extra por año. En España la ley fija un máximo de 80 horas extraordinarias anuales. Nadie conoce el futuro de Hungría. Pero tenemos los datos de España: en 2016, la mitad de las horas extra no se pagaron. De 6,2 millones de horas extra por semana, apenas 2,8 millones recibieron compensación. Los 3,3 millones de horas semanales restantes no se pagaron.
En España, en 2017, el coste medio de una hora extra remunerada fue de 21,22 euros. Las horas extras se convierten en horas “normales”, incluso en no remuneradas, por distintos cauces más o menos directos, como la eliminación de los pluses y las compensaciones por desplazamientos, o por trabajo nocturno o en días festivos. Actualmente los sindicatos denuncian que el 60% de las horas extras no se pagan. Cada semana son cuatro millones de horas. Un robo anual de más de 4.000 millones de euros a grosso modo en un país cuyo supuesto límite son 80 horas extra por trabajador. ¿Qué será de las 400 horas en Hungría?
¡Más madera, más madera!
Bajo la bandera de la ultraderecha transluce una vieja receta: endurecer las condiciones de trabajo, anular derechos, dar una y cien vueltas de tuerca a la legislación laboral en detrimento de los trabajadores…, en definitiva, aumentar la explotación para engordar la cuenta de beneficios de los grandes monopolios. No buscan otro objetivo más que generalizar las condiciones de superexplotación para el conjunto de la población.
La ultraderecha es reaccionaria para poder garantizar y aumentar la explotación. No son fachas porque sean de ultraderecha: son fachas para explotarnos más y mejor. Trump es racista para obtener mayores beneficios de las clases trabajadoras en su país: explotar más y mejor a los estadounidenses, y más aún a las mujeres inmigrantes, negros o hispanos. Como Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría… “Debajo de las sumas, un río de sangre tierna”, F.G. Lorca.