La crisis tensa las relaciones entre lo que han sido en los últimos años dos buenos vecinos. Ayer en Sao Paulo Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, y su colega y anfitrión brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se habían citado para hablar de la conveniencia de ambos países de llevar una posición común a la cumbre del G-20 del próximo 2 de abril, pero las desavenencias entre ambos por las contradictorias relaciones comerciales saltaron a la palestra. El proteccionismo y los intereses de una y otra burguesía se han antepuesto así a la imprescindible búsqueda de unidad en la cuestión más fundamental para Brasil, Argentina y toda América Latina: fortalecer la independencia ante las potencias imperialistas como condición sine equa non para salir de la crisis.
No es que las razones ara el desacuerdo sean baladíes. Las grandes empresas brasileñas están molestas porque el gobierno argentino mantiene barreras comerciales a una lista de 200 productos, muchos de ellos brasileños. Y más aún después de que Lula, en un gesto de buena vecindad y cortesía vetó un plan de restricciones a la entrada de 3.000 productos argentinos (el 60% de las importaciones albicelestes) en Brasil. La situación de Brasil no está como para tirar tracas, y por eso el generoso gesto de Lula que le costó el gesto arrugado de más de un consejo de administración. La crisis mundial ha impactado ya en el país carioca, y de un estimulante PIB del 5,1% en 2008, el último informe para este año da un exiguo crecimiento del 0,59%. Argentina también da razones para el enfado, y justifica sus barreras con el argumento de que la balanza comercial entre ambos países es abrumadoramente favorable a Sao Paulo. En tiempos de bonanza económica se puede soportar, en tiempos de crisis galopante no. "Con economías de diferente desarrollo y una desventaja en la balanza comercial, es natural que se adopten medidas para no agravar una situación que es estructural” dice Cristina Fernández. La presidenta argentina contraataca a las críticas de proteccionismo diciendo que la devaluación del real brasileño también es una medida de ese tipo. Estas son contradicciones reales que ambos gobiernos tendrán que encontrar la manera de resolver de una forma ventajosa para ambos –lo que seguro requerirá ciertas dosis de cintura política-. Pero lo que sería un error político mayúsculo anteponer estas diferencias a los intereses comunes de ambas naciones frente a las grandes potencias imperialistas que se reunirán en Londres el 4 de abril. Las más poderosas de ellas –principalmente EEUU, pero también las potencias europeas o Japón- han sacado riquezas del continente durante décadas, han sumido a Latinoamérica en el atraso, la división, el sometimiento y la pobreza. Ahora con la crisis mundial, pretenden que las pérdidas las tengan las potencias y países emergentes, conservar su posición de privilegio, seguir adueñándose de la parte del león de la plusvalía mundial. El fortalecimiento de las economías de algunos países sudamericanos, como Brasil o Argentina, y sobretodo la lucha de los pueblos del continente han permitido abrir otro camino, otro destino para la América Hispana. Esto es mucho más importante que las contradicciones comerciales entre dos países. Esperemos que ambos gobiernos tengan la suficiente visión estratégica para advertir esto.