A la larguísima lista de crímenes de guerra y de lesa humanidad que el gobierno de Netanyahu y el ejército israelí ha cometido en sus cinco meses de guerra genocida contra la Franja de Gaza, a los bombardeos a hospitales o escuelas, campamentos de refugiados, caravanas de gente huyendo o haciendo cola para llenar un recipiente de agua, se suma ahora el uso de la hambruna contra los 2,2 millones de gazatíes.
Israel está matando de hambre a la Franja de Gaza. De manera consciente y deliberada. Delante de los ojos del mundo.
«La bebé Heba Ziadeh murió el 1 de marzo en Kamal Adwan, el único hospital pediátrico del norte de la Franja de Gaza, por falta de alimentos y medicinas», explica al fotoperiodista gazatí Mousa Salem una enfermera, mientras envuelve cuidadosamente el cuerpo diminuto, pálido, famélico e inerte en un pequeño sudario blanco. La enfermera no llora. No puede. Ya no le quedan lágrimas. Su propia hermana pequeña también ha muerto de hambre dias antes en el mismo hospital, delante de sus ojos.
No son casos aislados. En el norte de Gaza -donde el hambre es más aguda, al haber sido completamente aislada por las fuerzas israelíes, sufriendo largas semanas de cortes de suministro de alimentos – la desnutrición mata ya a más personas (especialmente niños y ancianos) que las bombas o las balas de los francotiradores. Al menos 20 personas han muerto por desnutrición y deshidratación en los hospitales del norte, a los que hay que sumar los 16 bebés prematuros fallecidos por inanición en el Hospital Emiratí de Rafah.
«La situación de privación y falta de comida en toda la Franja alcanza niveles catastróficos», dice un informe de expertos de la ONU, que aseguran que «Israel está matando de hambre intencionalmente a los palestinos de Gaza desde el 8 de octubre”. Gran parte de la población malvive buscando e hirviendo las malas hierbas que crecen en los baldíos.
No hablamos de hambre, sino de hambruna. Es el quinto y máximo nivel en la escala de magnitudes de crisis de inseguridad alimentaria. Es un término muy bien definido que requiere de tres criterios: que un 20% de los habitantes esté muriendo de hambre, que un 30% de los niños esté gravemente desnutrido y que dos de cada 10.000 muertos al día se deban a la desnutrición o falta total de comida. La situación en la Franja desborda todos y cada uno de estos items.
Todos y cada uno de los 2,2 millones de gazatíes que están atrapados en la Franja están en situación de crisis alimentaria (fase 3), un 50% de la población está en situación de emergencia (fase 4) y al menos en uno de cada cuatro hogares están en situación catastrófica o hambruna. Si no comienzan a llegar alimentos, el número de muertes se multiplicará cada día.
Esta dantesca situación tiene responsables. El ejército israelí lleva meses destruyendo con saña almacenes de alimentos y canalizaciones de agua, impidiendo el paso a los convoyes de suministros en los pasos fronterizos -muchas veces bloqueados también por turbas de colonos ultrasionistas- y cuando llega algún camión, acribillando a la población que hace cola para conseguir alimentos o agua.
«Israel está violando todos los derechos a la alimentación. Se está quitando a la población cualquier posibilidad de sobrevivir porque no tiene acceso a la comida y al agua”, denuncia Máximo Torero, economista jefe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO)
Y las bombas siguen cayendo
Mientras el hambre azota, las bombas de Israel sigue castigando con saña el centro y el sur de Gaza, atacando viviendas y barrios residenciales.
A fecha de 5 de marzo, la cifra oficial de víctimas mortales roza los 31.000, pero incluyendo los cuerpos que se estima que yacen bajo los escombros, el número real supera los 39.000. De ellos hay más de 14.600 niños y casi 8.900 mujeres. Los heridos ascienden a 73.300.
Los ataques de Israel han causado que el 90% de la población, más de dos millones, sean desplazados internos. Las bombas han destruído 106.000 casas y dañado seriamente otras 251.000. La IDF han bombardeado hasta 279 instalaciones sanitarias -28 hospitales, 65 clinicas y 186 ambulancias de Gaza-, asesinando a 756 trabajadores sanitarios, así como más de 400 escuelas, muchas de las cuales funcionaban como centros de refugiados. Y los ataques inteligentes del autodenominado «ejército más moral del mundo» han matado a 132 periodistas.