El pasado miércoles 17 de diciembre, en pleno temporal de frío, los Mossos d’Esquadra llevaban a cabo el desalojo más masivo en décadas. Más de 400 trabajadores migrantes eran expulsados a la fuerza de un edificio abandonado, el antiguo institut B9 de Badalona (Barcelona). Un inmueble que ante la falta absoluta de alternativas -el propio ayuntamiento de Badalona había cerrado antes, en mayo de 2024, el albergue municipal- se había convertido en el único refugio posible para estos trabajadores.
El desahucio fue ejecutado a petición del alcalde, Xavier García Albiol (PP), conocido desde hace años en toda España por sus diatribas racistas y xenófobas, como cuando hizo campaña en las elecciones municipales con el eslogan «Limpia Badalona». Antes y después de este desalojo, Albiol se ha encargado de sembrar de odio la localidad, vinculando sin pruebas y de manera demagógica la migración con la delincuencia.
El lanzamiento estaba amparado en una resolución judicial que autorizaba al consistorio a recuperar la propiedad, pero Albiol ha ignorado las advertencias del juzgado, que le exhortaban a atender las necesidades de refugio de los desalojados en pleno invierno.
Después de consumar el desahucio del B9, Albiol, volvió a mandar a los agentes a expulsar a los migrantes de una plaza cercana. Y cuando una parroquia católica se ofreció a dar techo a algunos de estos trabajadores, el alcalde alentó y encabezó una turba de ultraderechistas y xenófobos que se concentró delante del local de la Iglesia, para entre gritos y amenazas, impedir que los migrantes encontraran refugio.
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Una «escuela» que viene del otro lado del Atlántico

Las campañas racistas y xenófobas de Gabriel García Albiol, un personaje que exhibe impúdicamente su odio contra los trabajadores migrantes, y que se ha lanzado a competir con Vox, con Junts o con Aliança Catalana por ver quién encabeza las políticas más reaccionarias contra la clase obrera de origen extranjero, no son nuevas y vienen de lejos.
Pero no es posible entender este vergonzoso episodio -lo mismo que las violentas razzias racistas de este verano en Torre Pacheco (Murcia)- sin mirar a los tenebrosos vientos que llegan de EEUU, en concreto de un Trump que impulsa las más ultrareaccionarias políticas de odio, persecución y criminalización de los trabajadores migrantes.
Esta es la batuta que sigue Vox y Aliança Catalana, junto al resto de extremas derechas del continente: Meloni en Italia, Orbán en Hungría, Le Pen en Francia, AfD en Alemania… Pero también partidos de derechas como Junts o -cada vez más- el Partido Popular, en particular su ala más dura, de la que Albiol siempre ha sido un exponente.
Detrás del racismo y la xenofobia contra siempre está el objetivo de segregar a un sector de los trabajadores -por su color de piel, sus rasgos culturales o su origen nacional- para hiperexplotarlo, para poder imponerles salarios de miseria o de semiesclavitud, para poder degradar aún más sus condiciones de vida y de trabajo. El trumpismo y sus «emuladores» buscan crear una especie de «sub-clase» obrera migrantes a la que poder oprimir y perseguir… para super-explotarla.
Persiguen el objetivo de tirar a la baja el coste de la fuerza de trabajo de origen inmigrante, pero también (por chantaje) la de origen nacional: «acepta este trabajo por 4€ la hora, porque tengo a cincuenta migrantes que lo harán a 3€ la hora». Enriqueciendo con ello a los dueños del capital.
Por eso, los trabajadores -sin importar nuestra nacionalidad- debemos unirnos como un puño para defender nuestros intereses comunes contra los explotadores.
Por eso, contra los reaccionarios como Albiol, como Abascal, como Sillvia Orriols o como Trump, debemos gritar ¡española o extranjera, una misma clase obrera!

