Ha ocurrido lo que las élites de la clase dominante francesa temían. Tras ganar las presidenciales, el presidente galo Emmanuel Macron ha perdido las legislativas. La coalición macronista, Ensemble, logra quedar primera con 234 escaños, pero se despide de su objetivo de la mayoría absoluta
Por el contrario, irrumpe con fuerza NUPES, una gran coalición de izquierdas encabezada por Jean-Luc Mélenchon en la que están juntos la Francia Insumisa, comunistas, ecologistas y hasta (a regañadientes) el Partido Socialista. La ultraderecha lepenista de Rassemblement National queda tercera con 90 diputados y tendrá, a diferencia de la legislatura anterior, grupo parlamentario propio.
Las recientes elecciones presidenciales en Francia introdujeron una confusión, una visión deformada del panorama político galo. El antidemocrático filtro del sistema electoral a dos vueltas hizo que al final todo se redujese a que los franceses tuvieran que elegir a quién detestaban un poco menos, si al presidente Macron -un representante puro no sólo del establishment de tecnócratas de la elitista Ecole Nationale d’Administration (ENA), sino de la burguesía monopolista francesa- o a la candidata de la extrema derecha xenófoba y antieuropea, Marine Le Pen. O derecha o ultraderecha.
Pero Francia es mucho, mucho más compleja. Existe un tercer vector, que a punto estuvo de sorpasar a Le Pen en la primera vuelta de las presidenciales y disputarse el Elíseo con Macron en el balotaje: una izquierda antiausteridad, refractaria ante Bruselas pero también ante la OTAN y Washington, que exige subir salarios y pensiones, defender los servicios públicos y el medio ambiente, políticas de igualdad y de justicia social, y subir impuestos y tasas a bancos, monopolios y grandes fortunas. Es la Francia que se ha movilizado estos años en grandes Huelgas Generales o en manifestaciones de estudiantes, en las protestas de los Chalecos Amarillos o en La Nuit Debout. Esta izquierda gala es polifacética, pero su principal referente es ahora Jean-Luc Mélenchon.
Este tercer vector, este tercer protagonista político ha irrumpido en el ya endiabladamente complejo panorama político francés para postularse como opción ganadora, como posible presidenciable para 2027.
Obligado a mantener el veto a la extrema derecha, para poder gobernar, Macron va a tener que entenderse obligatoriamente con NUPES, lo que desecha sus intenciones de mantener políticas de corte liberal, y como mucho algunas tímidas reformas.
Sin aún constituirse la Asamblea, el frente de izquierdas de Mélenchon ya ha anunciado una moción de censura contra Macron para el 5 de julio. No tiene posibilidad de prosperar, pero anuncia el tono parlamentario de lo que va a ser una legislatura para el presidente francés. Una guerra de guerrillas en la jungla. Pero la alianza NUPES es demasiado heterogénea y frágil, está recorrida por múltiples fracturas y muy diversas posiciones en infinidad de temas, y en ella está un Partido Socialista que sólo aceptó formar parte de la coalición a regañadientes, y contra la voluntad de un 40% de sus cuadros dirigentes. Macron no perderá ocasión de explotar esas grietas. Veremos.
Empiezan ahora cinco años de una Francia que puede ser políticamente ingobernable para Macron. Pero con todo, el peso del ‘vector izquierda’ en la Asamblea francesa supone muchas mejores condiciones para el avance de los intereses de las clases populares y trabajadoras, en un país donde los enarcas y oligarcas se han acostumbrado demasiado tiempo a gobernar a la manera de Maria Antonieta: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», o «si tienen hambre, que coman pasteles».