Fracturas internas en UGT por el apoyo al gobierno

«En el último Comité Confederal de UGT, que se celebró el pasado 9 de febrero, varios dirigentes del sindicato aprovecharon sus intervenciones en el Comité para destacar la «paciencia» que está teniendo UGT con este Gobierno y preguntaron que hasta cuándo se iba a soportar antes de realizar una huelga general.»

En la reunión sindical se hicieron evidentes las divisiones internas que corromen la unidad del sindicato. De hecho, una parte más crítica con el Gobierno puso en entredicho la independencia de UGT y se habló de la especial relación que existe entre la Unión General de Trabajadores y el PSOE. (EL ECONOMISTA) PÚBLICO.- Estuve en la manifestación del martes en Madrid, y de vuelta a casa, cuando me preguntaron qué tal, dije: “Mucha gente, más de la que esperaba.” Sin embargo, al despertar ayer comprendí que todo era una ilusión óptica, en realidad éramos cuatro gatos, pues toda la prensa, radios y tertulias me aseguraban que los sindicatos habían pinchado. LA VANGUARDIA.- La situación económica es grave. La duración de la crisis, incierta. La desesperanza ciudadana, elevada. Sólo hay una forma de empeorarlo todo: que empiece a ocurrir lo que ayer retrataba La Vanguardia, resumido en la frase "el malestar social por la crisis se extiende por Europa". Que en España, con más parados que todos esos países juntos, sólo haya habido una protesta importante, sólo tiene dos explicaciones: las ingentes cantidades de dinero que se gastan en protección y ese ejercicio de diálogo con los sindicatos. Si fallase cualquiera de las dos, quizá no estaríamos hablando de manifestaciones. Estaríamos hablando de revuelta social. Opinión. El Economista UGT se resquebraja: primeras fracturas internas por el apoyo al gobierno Inma Pardo Hasta los miembros de UGT están empezando a cuestionar la actuación del Ejecutivo y no sólo por la propuesta de reforma del sistema de pensiones. En el último Comité Confederal de UGT, que se celebró el pasado 9 de febrero, varios dirigentes del sindicato aprovecharon sus intervenciones en el Comité para destacar la "paciencia" que está teniendo UGT con este Gobierno y preguntaron que hasta cuándo se iba a soportar antes de realizar una huelga general. En la reunión sindical se hicieron evidentes las divisiones internas que corrompen la unidad del sindicato. De hecho, una parte más crítica con el Gobierno puso en entredicho la independencia de UGT y se habló de la especial relación que existe entre la Unión General de Trabajadores y el PSOE. No obstante, miembros de la parte más moderada del sindicato encabezada por el secretario general de UGT, Cándido Méndez, quisieron aclarar que "el Gobierno nos va a tener enfrente", gobierne quien gobierne, si se deterioran los derechos de los trabajadores. Pero añadieron, intentando clamar los ánimos de algunos representantes que defendían que ya era hora de realizar una huelga general, que en este momento "hay que hacer las cosas en su justa medida y ahora toca manifestación". La posibilidad de realizar una huelga general está cada vez más cercana y es que, aunque no estaba reflejado en el acta del día, el Comité Confederal también trató lo perjudicial que puede ser la propuesta del Ejecutivo sobre la reforma laboral. Zapatero pide confianza y unidad El tono conciliador con el que aparecieron los sindicatos el pasado 5 de febrero, tras la reunión celebrada con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la que presentó la propuesta de reforma laboral a los agentes sociales, fue también muy cuestionado en el Comité. El presidente del Gobierno solicitó a los agentes sociales que dieran un mensaje de confianza y unidad dada la situación de incertidumbre a la que se enfrentaba la economía española, acuciada por la sombra del fantasma griego. Pero, en el Comité Ejecutivo, el mensaje de confianza se traducía en una severa advertencia. Varios miembros del Comité, que no se encuentran a favor de la permisividad que se da a la actuación del Gobierno pidieron a la cúpula negocia- dora "prudencia" a la hora de concretar la reforma laboral. Es decir a Toni Ferrer, secretario general de Acción Sindical de UGT, y Cándido Méndez. Y, desde la perspectiva más radical del sindicato, el documento presentado por el Gobierno puede ser muy perjudicial para los trabajadores. La reforma más temida El punto de la reforma que más temen algunos es la regulación de la causas del despido procedente. Actualmente, los empresarios cuando despiden suelen recurrir al despido improcedente y pagan la indemnización máxima del contrato, por ejemplo, en el contrato indefinido compensan con 45 días por año trabajado con un máximo de 42 mensualidades. Esto se debe a la dificultad que tienen los empresarios de justificar un despido por causas objetivas, ya sean económicas, por registrar un descenso en la producción o por realizar una remodelación en la organización de la empresa. Para solucionar estas trabas empresariales, el Gobierno recoge en su propuesta la concreción de las causas del despido ordinario. Según fuentes de UGT, "esto se puede convertir en una descausalización del despido". Y añaden que puede ser "un coladero" para despedir a trabajadores de forma improcedente e indemnizarles con el mínimo que establece el contrato. A modo de ejemplo, si esto sucediera, una empresa pagaría 20 días por año trabajado a un empleado que tenga un contrato indefinido de 45 días por año de indemnización. EL ECONOMISTA. 24-2-2010 Opinión. Público ¿Fueron un fracaso las manifestaciones? Isaac Rosa “Por lo visto, hubo un cierto pinchazo. Fue una manifestación de muchos delegados sindicales en la que faltaban muchos pensionistas.” -Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz de CiU en el Congreso- Estuve en la manifestación del martes en Madrid, y de vuelta a casa, cuando me preguntaron qué tal, dije: “Mucha gente, más de la que esperaba.” Sin embargo, al despertar ayer comprendí que todo era una ilusión óptica, en realidad éramos cuatro gatos, pues toda la prensa, radios y tertulias me aseguraban que los sindicatos habían pinchado. Según los cálculos más fiables, en Madrid hubo más de 15.000 personas, 10.000 en Barcelona, otras tantas en Valencia o Alicante. ¿Es mucho o poco? Si lo comparo con manifestaciones históricas, es muy poco. Si tomo como referencia cualquier marcha de las que cada semana salen en esas mismas ciudades, es mucho. Si me fijo en la última sindical, la del 12 de diciembre, es menos. ¿Caben comparaciones? No creo. Las circunstancias nunca son las mismas (la del 12-D era una única convocatoria nacional y en sábado, mientras las del 23-F eran locales, en martes y lluvioso). No se trata de buscar excusas, al contrario: yo creo que, al margen de esas circunstancias, hoy en día sacar diez mil personas a la calle es un éxito. Pero es que las manifestaciones se han puesto muy caras en España. Entre los disparatados cálculos de los organizadores, y la memoria de las grandes citas históricas, parece que si no sacas un millón a la calle casi mejor que te quedes en casa. El que quiera pensar que ha sido un fracaso y que a la gente le da igual la reforma de las pensiones, allá él. O que convoque una a favor de la reforma, a ver cuántos van. Mi lectura es otra: una convocatoria apresurada, sin apenas publicidad, en varias ciudades y fechas, contra algo que aún es sólo intención, y por parte de unos sindicatos que midieron mucho su lenguaje –sólo pretendían decir “aquí estamos”-, nos juntó a muchos. Tras más de cinco años en que la izquierda se retiró de la calle (no así la derecha católica), un nuevo ciclo de protesta no se activa de un día para otro, va rodando poco a poco. Y como algunos se solacen en la imagen de un fracaso sindical, acabarán llevándose un susto. PÚBLICO. 25-2-2010 Opinión. La Vanguardia El oasis español Fernando Ónega No es fácil entender algunas reacciones ante el descriptible éxito de las protestas sindicales del 23-F. Los mismos que sugieren a los sindicatos una huelga general, se toman a broma las manifestaciones: les parecen poco ejercicio de fuerza. Los mismos que les reprochan su luna de miel con el Gobierno, se alegran ahora del poco público que acompañó las protestas. Y los mismos que le exigen a Zapatero que rectifique su política económica celebran ahora que las concentraciones no hayan tenido capacidad para forzar esa rectificación. Ni con sindicatos anestesiados ni con sindicatos activos tienen sus penas remedio. O quizá sea muy fácil de entender: merecen igual celebración las dificultades del Gobierno y la pérdida de fuelle sindical. Al fin y al cabo, ambas circunstancias contienen el mismo diagnóstico: la decadencia de la izquierda, desorientada en el poder y débil en la calle. Quizá eso explique también el tono sarcástico con que parte de la opinión publicada analiza las relaciones entre Zapatero y Cándido Méndez y Fernández Toxo. Al primero se le llama vicepresidente en la sombra o asesor áulico de presidente. Y no faltan voces que consideran a ambos líderes cómplices de la situación o secuestradores de la voluntad de un gobierno convertido en su rehén. Ciertamente hay algo de eso. Digo más: multitud de medidas muy urgentes están aparcadas, en espera del visto bueno de los agentes sociales. Ese visto bueno nunca llega, porque necesitan mucho tiempo y reuniones interminables para decidirse. Por ejemplo, de la propuesta de reforma laboral nunca más se supo desde que el Consejo de Ministros la entregó a los agentes sociales para deliberación y consenso. Ahora, esa reforma ya estará en dos mesas: la del diálogo social y la del pacto político que hoy se reúne. La confusión está garantizada. Pero el señor Zapatero no sabe o no quiere gobernar de otra forma. No es que sea rehén de los sindicatos. Es que tiene pánico a la protesta callejera. ¿Saben lo que les digo? Que, si sabe meter más prisa a los lentísimos negociadores, quizá sea lo mejor que hace Zapatero. La situación económica es grave. La duración de la crisis, incierta. La desesperanza ciudadana, elevada. Sólo hay una forma de empeorarlo todo: que empiece a ocurrir lo que ayer retrataba La Vanguardia, resumido en la frase "el malestar social por la crisis se extiende por Europa". Las crónicas hablaban de conflictos multiplicados en Francia; de paz social amenazada en el Reino Unido; de indignación y huelga en Grecia… Que en España, con más parados que todos esos países juntos, sólo haya habido una protesta importante, sólo tiene dos explicaciones: las ingentes cantidades de dinero que se gastan en protección y ese ejercicio de diálogo con los sindicatos. Si fallase cualquiera de las dos, quizá no estaríamos hablando de manifestaciones. Estaríamos hablando de revuelta social. LA VANGUARDIA. 25-2-2010

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