La intransigencia del PP y las ansias de poder de Podemos harán imposible que un posible pacto del PSOE con Ciudadanos salga adelante en la votación de investidura que se celebrará la semana próxima.
La intransigencia del PP y las ansias de poder de Podemos harán imposible que un posible pacto del PSOE con Ciudadanos salga adelante en la votación de investidura que se celebrará la semana próxima.
Ni Rajoy ni Iglesias se abstendrán para hacer posible un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Uno esgrime que ha ganado las elecciones; el otro, que el cambio real sólo se producirá si manda una coalición de izquierdas.
Esa situación de bloqueo nos conduce a un territorio ignoto, jurídicamente hablando, en el que los constitucionalistas más reputados no se ponen de acuerdo sobre lo que debería hacer el Rey, si convocar o no una nueva ronda de consultas para volver a proponer la investidura a uno de los líderes políticos. La etapa que se abriría tras la probable doble derrota de Sánchez viene acotada por dos fechas: el 3 y el 8 de mayo.
En la primera de ellas se cumplen los dos meses que establece la Constitución para que, una vez que se lleva a cabo la primera votación de investidura -3 de marzo-, y si ésta ha fracasado, el Rey disuelva las Cortes para ir a unas nuevas elecciones, que se celebrarían el 26 de junio. La segunda es la marcada por el Comité Federal del PSOE para celebrar las primarias que han de decidir quién será el líder del partido para los próximos años.
Esas dos fechas van a actuar en favor de un acuerdo. Hay consenso en la clase política (con la única excepción de Podemos) de que unas nuevas elecciones no resolverían el problema de fondo, que no es otro que la necesidad de llegar a pactos en los que participen de alguna forma los dos grandes partidos.
Lo mismo ocurre entre la clase empresarial, que clama por un acuerdo y alerta sobre el riesgo de alargar la incertidumbre que supondría convocar otras elecciones ante la evidencia (como demostró la reciente rebaja en la calificación de Moody’s) de que la situación económica se va a ir deteriorando de manera progresiva y peligrosa.Aunque Rajoy presuma de resistir a las presiones de «empresarios y grupos editoriales», su empeño en navegar a contracorriente lo único que provoca es el aumento del rechazo a su gestión que, aunque todavía mudo, se está extendiendo dentro de su propio partido.
Una vez que se produzca el fracaso de Sánchez -si es que Ciudadanos no rompe la negociación antes de la votación de investidura debido a los coqueteos del PSOE con Podemos-, y el reloj comience a correr hacia el 26 de junio, las voces de la sociedad civil pidiendo el entendimiento de los partidos para constituir un Gobierno sensato irán día a día en aumento.
Pero ¿cómo desbloquear la situación? ¿Cómo hacer para que Sánchez logre salvar la amenaza que representa para él Susana Díaz sin echarse en los brazos de Podemos? ¿Qué fórmula conseguiría que Rajoy aceptase un Ejecutivo de coalición que no fuera presidido por él mismo?
La idea que ronda en las cabezas de algunos líderes políticos y que ha llegado a conocimiento de este cronista por boca de un alto cargo y de un dirigente de Ciudadanos consistiría en el ofrecimiento a Rajoy, a cambio de la abstención de su partido en una votación de investidura que tendría lugar antes del 3 de mayo, de un Gobierno en que se incluyeran algunos independientes negociados a tres bandas: PSOE, PP y Ciudadanos.
Es decir, estaríamos ante un Ejecutivo con mayoría de ministros socialistas, con la participación de Ciudadanos y la incorporación de personas no adscritas al PP pero que sí contarían con su visto bueno.
Sería, según las fuentes, un Gobierno de transición, que duraría no más de dos años y que llevaría adelante una agenda reformista ambiciosa, manteniendo como prioridad la unidad de España (con el rechazo sin paliativos al referéndum de autodeterminación en Cataluña) y la economía de mercado, que implica cumplir con los objetivos del Plan de Estabilidad, aunque con la petición a Bruselas de un plazo suplementario para alcanzar el objetivo de déficit. Ese Gobierno debería poner en marcha la reforma de la Constitución.
Rajoy tendría muy difícil rechazar un ofrecimiento que evitaría la repetición de elecciones, impediría un Gobierno de izquierdas con la participación de Podemos y, además, cumpliría con aspectos esenciales de su programa económico.¿Y si el PP aceptase ese planteamiento pero incluyendo en la negociación que el presidente del Gobierno fuera también de consenso? Ese es el asunto más espinoso de esta fórmula, porque Sánchez tiene que llegar al 8 de mayo con la cabeza bien alta.
Tras el 5 de marzo esta fórmula estará sobre la mesa. Y es muy probable que salga adelante.