De la política a la economía y viceversa. Pasado el efecto mediático de la cumbre del G-20 los asuntos domésticos vuelven a ocupar la primera plana de la prensa nacional. El histórico vuelco político en Euskadi empezaba a materializarse ayer con la elección de la diputada del PP, Arantza Quiroga, como nueva presidenta del parlamento vasco. Algo que, como dice en su editorial de hoy El País, «habría sido inverosímil hace poco».
Desde distintos ámbitos, y no sólo desde el lado nacionalista, se ha tratado de descalificar a la nueva residenta con argumentos tan peregrinos como su no utilización del euskera –idioma que más del 85% de la población vasca, incluido el propio Ibarretxe, no domina– o, más extravagante aún, por su posición frente a la utilización del preservativo, apoyando las palabras de Papa en su reciente viaje a África. Argumentos que en realidad esconden una ofensiva de ataque en toda regla contra el acuerdo PSE-PP, protagonizado principalmente por sectores políticamente cercanos o incluso del entorno político de los propios socialistas. De momento, Patxi López y la cúpula del PSE se mantienen firmes en su decisión de mandar al PNV a la oposición y gobernar a través de un pacto preferente con el PP. Veremos si una vez investido lendakari Patxi López se mantienen en la misma posición durante toda la legislatura. De momento, el PP ha jugado un baza política muy inteligente. Obligando al PSE a comprometerse por escrito a una serie de puntos fundamentales del cambio, ponen la pelota de una posible ruptura del pacto en el tejado socialista. Mientras el PSE se atenga a lo acordado, ha insistido Basagoiti, los populares mantendrán con sus votos a Patxi López. Si por el contrario las presiones –tanto las externas del PNV y el mundo nacionalista (a cuyos sindicatos les ha faltado tiempo para convocar una huelga general para el próximo mes), como las internas del propio PSOE– se intensifican hasta el punto de hacerle desistir de la aplicación de los acuerdos pactados, el PP tendría las manos libres para actuar en consecuencia en el Parlamento vasco. La segunda gran noticia del día que centra la atención de la prensa nacional es el demoledor informe del Banco de España sobre la situación de la economía española conocido ayer. Un 3% de caída del PIB este año, un 18% de paro el próximo y un déficit público superior al 8% dibujan un panorama sombrío para los dos próximos años. Panorama que el propio Solbes se ha visto obligado a reconocer como “ajustado” a la realidad. Las mentiras y encubrimientos del gobierno tienen un recorrido cada vez más corto. No parece probable que ni toda la hiperactividad internacional de Zapatero estos días –incluida la prevista entrevista con Obama– vaya a tener la capacidad, como se había diseñado desde La Moncloa, de contrarrestar el peso de la crisis sobre los electores. Las elecciones europeas del próximo mes de junio se presentan así más abiertas que nunca y llevan camino de convertirse en un auténtico test tanto para las fuerzas políticas como para el mismo gobierno. Editorial. El País COMIENZA EL CAMBIO Arantza Quiroga, vicesecretaria general del PP del País Vasco, fue elegida ayer presidenta del Parlamento de Euskadi. Obtuvo 38 votos frente a los 36 de Izaskun Bilbao, del PNV, presidenta saliente. La votación puso de relieve el cambio político que se está produciendo en esa comunidad como efecto del cambio de mayoría: que una diputada del PP presida la Cámara vasca con el apoyo de los socialistas habría sido inverosímil hace poco; y pronto se escenificará la consecuencia principal de ese cambio de mayoría: habrá un lehendakari socialista con apoyo del PP. Por eso resulta desconcertante que el líder del PNV haya defendido la decisión de mantener la candidatura de Ibarretxe a la investidura con el argumento de que servirá para "hacer visible" que Patxi López cuenta con menos escaños que el candidato nacionalista. Lo que previsiblemente evidenciará la investidura es que Ibarretxe ha perdido la mayoría parlamentaria; y la investidura se otorga a quien demuestra disponer en la Cámara de apoyos suficientes para gobernar. El acuerdo firmado esta semana por el PSE y el PP vasco no es propiamente un programa como los electorales de los partidos, sino un compromiso en torno a una serie de prioridades compartidas; pero no es casual que desde su título (Bases para un cambio democrático) proclame su voluntad de ser cauce para ese cambio político tras 30 años de dominio del PNV. Se ha pasado de la aspiración a influir o condicionar las decisiones de la mayoría nacionalista, a poder decidir democráticamente. Eso es el cambio. La pluralidad de la sociedad vasca puede expresarse en gobiernos transversales, como ocurrió entre 1986 y 1998; pero esa pluralidad se afirma también mediante la alternancia. Tras 10 años de gobierno de frente nacionalista con programa soberanista, la alternancia era condición para que vuelvan a ser posibles en el futuro fórmulas transversales: del PNV con el PSE; o con el PP, tan interesado como el que más en un PNV de nuevo autonomista, con el que pueda alcanzar acuerdos de Gobierno tanto en Euskadi como en el ámbito español. El acuerdo incluye el compromiso del PP de no dejar en minoría a Patxi López, a cambio de lo cual los populares obtienen el reconocimiento de que la alternativa a Ibarretxe es conjunta de ambos partidos, lo que se plasma en la existencia de esas bases programáticas compartidas. Sus ejes principales son las medidas contra la crisis y la política antiterrorista. Las propuestas económicas no difieren mucho de las contenidas en el programa del PNV, por lo que no parece imposible asociar a ese partido al necesario consenso en la materia. Más difícil será lograrlos en materia de deslegitimación de ETA. A quien ayer deslegitimó el portavoz nacionalista Joseba Egibar fue al Parlamento salido de las urnas, considerándolo no representativo de la sociedad vasca por la ausencia de los sucesores de Batasuna; mal se les convencerá por esa vía de que sólo serán legales si hacen abandonar a ETA o se separan de ella. EL PAÍS. 4-4-2009 Editorial. El Correo GIRO PARLAMENTARIO El Parlamento vasco eligió ayer a Arantza Quiroga como su nueva presidenta, en un acto que escenificó el paso del dominio nacionalista sobre las instituciones de Euskadi a un panorama más equilibrado que en unas semanas llevará a la designación de Patxi López como lehendakari. La elección de la Mesa de la Cámara reflejó el interés de la que será mayoría de gobierno por asegurarse una posición predominante en el órgano que rige el funcionamiento parlamentario. Pero ello, aun siendo lógico, no debería ser óbice para que la actividad de la Cámara adquiera una mayor viveza con la participación de todos los grupos. Durante tres décadas el PNV ha concebido la dialéctica reglamentada entre gobierno y oposición en la convicción de que sus parlamentarios estarían siempre en el primero de los lados. Uno de los mejores síntomas del cambio hacia el fomento del pluralismo sería que PSE-EE y PP no pretendieran adueñarse de la dinámica parlamentaria hasta someterlo todo a su designio. Las palabras de aprecio que Arantza Quiroga dedicó a la actuación de su antecesora, Izaskun Bilbao, trataban de realzar sin duda la ejecutoria de la parlamentaria jeltzale al frente de la Cámara en comparación con el período anterior. El gran desafío que Quiroga y los grupos que la respaldan tienen ante sí es lograr que esta novena legislatura sea la más fructífera desde el punto de vista parlamentario. Aunque el pleno de ayer atestiguó que, entre la interpretación nacionalista de su elección como manifestación de que se ha puesto en marcha la ‘maquinaria de Estado’, y la distante actitud mostrada por los parlamentarios socialistas tras la votación, la nueva presidenta del Parlamento vasco deberá realizar un colosal esfuerzo para contar con el compromiso activo de todos los grupos y, en especial, para establecer con el Gobierno de Patxi López un vínculo de colaboración institucional y de complicidad en el empeño, que debería ser común, por trasladar el cambio anunciado al ámbito de las relaciones entre el Legislativo y el Ejecutivo. Las democracias parlamentarias están experimentando una creciente supeditación de las cámaras legislativas a los gobiernos correspondientes. Revertir esta tendencia constituye un reto ineludible para quienes han suscrito un documento por el cambio y al servicio de los ciudadanos. Lograrlo en el ámbito de la autonomía vasca resulta, además de asequible por su dimensión, imprescindible para dar cauce a políticas de consenso que trasciendan la disputa entre nacionalistas y no nacionalistas. ELCORREO. 4-4-2009 Editorial. El Mundo EL DRAMÁTICO PANORAMA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EL BANCO DE ESPAÑA volvió ayer a echar un nuevo jarro de agua helada sobre las previsiones del Gobierno (…) No es ésta la predicción del Banco de España, que enmienda la plana al cuadro de perspectivas (…) aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 12 de enero y remitido a la Comisión Europea (…) El Banco de España estima ahora que la economía española sufrirá una caída del PIB del 3% este año, casi el doble de lo previsto por el Gobierno en el Plan de Estabilidad, lo que indica que la crisis no ha tocado fondo y que el segundo semestre va a ser todavía peor que el primero. La institución que gobierna Miguel Angel Fernández Ordóñez no es tampoco optimista respecto a 2010. Predice que la economía seguirá cayendo un 1% frente a un crecimiento positivo estimado por el Gobierno del 1,2%. Ello permite deducir que la actividad no se recuperará, como muy pronto, hasta los primeros meses de 2011. Pedro Solbes calificó ayer de «ajustadas» las previsiones del Banco de España, subrayando que «los datos existentes» no permiten apreciar «que se haya tocado fondo». Si esas proyecciones son ajustadas, quiere decir que las suyas de enero no lo eran y, mucho menos, las anteriores. Todavía en mayo pasado, hace menos de un año, Solbes declaraba públicamente que no veía «inminente» la llegada de una crisis y que hablar de recesión era hacer «catastrofismo». Difícilmente se podía haber equivocado más. Las nuevas previsiones del Banco de España son realmente para echarse a temblar porque estiman que el paro llegará el año que viene al 19,4%, lo que supondría rebasar la cota de los 4,5 millones de desempleados. A comienzos de febrero, Zapatero sostenía que antes de abril se empezarían a notar los efectos benéficos de su plan de inversiones municipales. La realidad es que el paro ha subido en más de 123.000 personas en marzo. Igualmente inquietantes son las cifras relativas a la evolución del déficit del Estado. En su última revisión, Solbes apuntaba ya a un déficit del 5,8% para este ejercicio, pero ahora el Banco de España lo sitúa en un 8,3%, que sería el peor dato en los últimos 25 años. El consumo privado caería también este año un 3,1% mientras que la exportación de bienes y servicios descendería casi un 9%. Ello describe una economía sumida en una profunda recesión, con una fuerte destrucción de empleo, consecuencia de una brutal contracción de la actividad. Ante estas perspectivas, Zapatero puede seguir aferrándose a un optimismo que de forma sucesiva es desmentido por los hechos o coger el toro por los cuernos y afrontar las medidas de ajuste que requiere la crisis. Todo sería más fácil si PSOE y PP se avinieran a firmar un pacto para sacar a España de la difícil situación en la que se encuentra. No deja de resultar paradójico que si los países del G-20 han sido capaces de limar sus diferencias en Londres, aquí los dos grandes partidos sigan tirándose los trastos a la cabeza. EL MUNDO. 4-4-2009 Editorial. Expansión HORIZONTE NEGRO PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA El presidente Zapatero viajó a Londres dejando un entusiasta vídeo promocional en el que aseguraba que la reunión del G-20 supondría el inicio de la recuperación. Una vez allí moderó su inabarcable optimismo al matizar que la recesión tocará fondo el segundo semestre de este año. Ahora, después de la propaganda para consumo interno a la que Zapatero ha reducido su presencia en la cumbre, regresará a casa para darse de bruces con la cruda realidad. Al pésimo dato de paro en marzo, que deja en evidencia las voluntaristas esperanzas de mejora del empleo depositadas en el plan de obras municipales, se suma ahora el preocupante diagnóstico del Banco de España, que augura una recesión muchísimo más severa y duradera de lo que concibe en el imaginario gubernamental. Las recientes previsiones del Gobierno sitúan la caída del PIB este año en el 1,6% para recobrar las tasas positivas en 2010, con un crecimiento del 1,2%. Sin embargo, más en sintonía con el consenso de los analistas, el Banco de España estima que el PIB sufrirá este año un derrumbe del 3%, que elevará la tasa de paro al 17%, lo que supone llegar a la psicológica barrera de los cuatro millones de desempleados que Corbacho afirmó categórico nunca se alcanzaría. Pero lo realmente grave es que la ansiada recuperación tampoco se produciría en 2010. La autoridad supervisora considera que la economía seguirá en recesión, con una caída del 1% y una tasa de paro del 19,4%, que nos aproxima a la fatídica cifra de cinco millones de parados. Será a finales de 2010, según el Banco de España, cuando se pueda apreciar una recuperación “incipiente”. Con más sentido de la realidad que Zapatero, el vicepresidente Solbes concede validez al pronóstico del Banco de España y admite ahora que la recesión se extenderá al próximo año. La cuestión es qué piensa hacer el Gobierno una vez desbaratados sus planes de ganar tiempo sólo con medidas paliativas en la hipótesis de una pronta recuperación, para eludir así la responsabilidad de asumir decisiones impopulares y reformas de calado. La táctica de esperar y ver se desmorona como un castillo de naipes. ¿Hay un Plan B después del fallido Plan E? ¿Cuánto más va a seguir la luna de miel de conveniencia entre Gobierno y sindicatos? ¿Realmente Zapatero está en condiciones de impulsar las reformas estructurales a las que ya ha aludido en varias ocasiones, suponiendo que de verdad quiera hacerlo? El Banco de España advierte que el déficit público este año y el próximo superará el 8%, un nivel sin precedentes que ilustra el elevado coste y el exiguo beneficio de las medidas aprobadas por el Gobierno. Esto da idea de que ya no hay margen para seguir insistiendo en los placebos. Aunque la “incipiente” recuperación llegue en España a finales de 2010, lo probable es que le siga un largo periodo de tímido crecimiento si el Gobierno no aparca pretextos y coartadas como el fiasco del diálogo social y aborda un amplio plan de competitividad. Como subraya el Banco de España, esta enfermedad no se cura con más gasto público sino con reformas estructurales que aumenten la productividad. EXPANSIÓN. 4-4-2009