El devastador incendio de Sierra Bermeja es un fuego de sexta generación, un producto del cambio climático al que sólo se le puede combatir antes de que se declare. Un fuego de esta violencia no permite ser apagado ni contenido, y queda a expensas de un cambio favorable en las condiciones meteorológicas.
Hablamos sobre este tipo de incendios con Víctor Resco de Dios, doctor por la Universidad de Wyoming y profesor de Incendios Forestales y Cambio Global en la Universitat de Lleida.
–
Con el devastador incendio de sexta generación que ha ocurrido en Sierra Bermeja, todos los expertos nos advierten de que el cambio climático nos está haciendo entrar en una era de super incendios que no se pueden apagar. ¿Es así?
El cambio climático lo que está haciendo es agravar un problema que ya existía, que era el de los grandes incendios forestales. Y efectivamente, ahora tenemos incendios de dimensiones y características que exceden a la capacidad de extinción.
Estos super incendios son producto de un cóctel muy peligroso. La causa no es sólo el cambio climático, pero comparte una raíz común, en el sentido de que deriva de la industrialización, con el aumento de las emisiones de CO2. También el éxodo rural y el abandono de la gente del campo. Las zonas rurales pierden habitantes que antes explotaban el bosque para obtener leña o madera, eso conlleva que los bosques tengan cada vez más maleza, estén más cargados de combustible. Antes teníamos un paisaje que estaba diseccionado, interrumpido por campos de cultivo, discontinuidades que separaban las masas forestales y que en caso de incendio actúan de cortafuegos. Todo eso se está perdiendo, las masas forestales son cada vez más contínuas y espesas, con una gran cantidad de carga combustible.
Con el cambio climático, los incendios graves en el Pirineo son seguros
Todo eso se agrava con un cambio climático que hace que las sequías estivales sean más largas y severas. El calentamiento global está dando la puntilla, está agravando un problema grave y estructural que tienen nuestros montes. Y por eso cuando estallan, los incendios son mucho más violentos.
Usted defiende una idea a contracorriente, y es que los pirómanos, por mucho que prendan la llama, no son la causa de los grandes incendios forestales. Y que esta forma de pensar nos condena al inmovilismo…
Bueno, es una idea a contracorriente en términos mediáticos, pero no entre los expertos, sean científicos, técnicos forestales o bomberos. Cuando los políticos fijan su atención ahí, para echar la culpa a alguien, creo que saben que eso es incorrecto a poco que escuchen a alguien que sepa de incendios y les asesore.
La fuente de ignición es como un balón en un partido de fútbol. La pelota puede ser de mayor o menor calidad, pero no determina el resultado de un encuentro. Pues lo que queremos decir con esto no es que no haya que perseguir actos criminales, sino que la fuente de ignición no importa tanto. Da igual que la llama la cause un pirómano o que esté causado por un rayo, que sea intencionado o que sea por un descuido. Igniciones siempre van a haber, sea aquí o allá. Y una vez que se han producido no influyen en el desarrollo del incendio, no hacen que un fuego se convierta en un incendio de sexta generación, imposible de apagar, como el de Sierra Bermeja.
Los factores que determinan que hayan super incendios están en otra parte, como he dicho antes. Por eso centrarlo en la fuente de ignición es un error.
Sus investigaciones han vaticinado que el cambio climático puede provocar que los grandes incendios se disparen en los Pirineos, donde hoy son raros, si la temperatura sube de los 3 grados….
Sí, es así. Si la temperatura media del planeta sube 3ºC por el calentamiento global, como por desgracia es el rumbo que llevamos, los incendios e incendios graves en el Pirineo son seguros. ¿Por qué?
Nuestros paisajes necesitan medidas estructurales
Si la temperatura media global sube 3ºC, en algunas zonas aumentaríamos mucho más las temperaturas medias durante el verano. Sería el caso de la cuenca mediterránea, con un aumento de 5ºC sobre la media. Si esto se cumple a finales de siglo, un bosque de Pirineos en verano tendría la misma temperatura que tiene en agosto Barcelona.
Pero la carga de combustible, la cantidad de biomasa, en una masa forestal pirenaica es mucho mayor que la de un bosque costero, y si arde, ardería con mucha mayor virulencia. Y luego estamos hablando de un bosque continuo a lo largo de casi toda la cordillera, en laderas escarpadas. Un incendio así sería muy violento y difícil de apagar.
Pero esto es porque, además del aumento de las temperaturas, el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera hace que sea más desecante, contribuyendo a disminuir la humedad de las masas forestales, ¿no?
Básicamente sí. No solo la temperatura es lo que dispara el riesgo de incendio, sino el poder desecante de la atmósfera, la capacidad de la atmósfera para absorber agua, que está determinado por la humedad y el déficit de la presión de vapor. Si la atmósfera aumenta su capacidad de absorber agua de los combustibles, estos aumentan su poder calórico, generando llamas más violentas.
Entonces, ¿qué se debe hacer? ¿Qué políticas forestales y de gestión del medio rural deben aplicarse para prevenir estos incendios de sexta generación?
Creo que las medidas de mitigación del cambio climático, dentro del Pacto Verde Europeo, nos ofrecen una oportunidad para pensar, financiar y acometer las reformas estructurales que son necesarias en nuestros paisajes, para disminuir la incidencia y la peligrosidad de los incendios forestales.
Por ejemplo, si en vez de utilizar combustibles fósiles para calentarnos, fomentamos el uso de biomasa -como los pellets procedentes de la madera y maleza recolectada de la limpieza forestal- vamos a reducir las emisiones, a la par que fomentamos una explotación económica del medio forestal que favorece que sea menos inflamable.
Lo mismo si en vez de construir con hormigón fomentamos la construcción con madera procedente de la adecuada explotación de los montes. Insisto, así se reducen las emisiones de CO2 -la industria del cemento es fuertemente emisora- a la par que favorecemos la explotación del medio rural, combatiendo su despoblación.