«Hasta ahora, la única certeza es que los efectos de una suspensión de pagos de Washington tendría efectos devastadores sobre el sistema financiero internacional y haría prácticamente inevitable el inicio de una nueva recesión económica, en un momento en que muchos países siguen sintiendo los ramalazos de la crisis de 2008 y 2009.»
Ante la evidencia del descontrol rovocado por el derroche y la irracionalidad de las recientes administraciones estadunidenses, y ante la manifiesta necesidad de corregir un problema que se ha vuelto estructural en la economía de ese país, a los republicanos no se les ocurre otra solución que sacrificar a la mayoría de la población mediante los recortes al gasto público y la defensa de los privilegios de los grandes capitales, y colocan, con ello, a la administración Obama ante una disyuntiva indeseable: ser la primera en la historia en incurrir en la suspensión de pagos o lidiar con el amplio y justificado descontento de las mayorías sacrificadas y con el consecuente costo político. (LA JORNADA) THE WALL STREET JOURNAL.- Oro, bonos alemanes, depósitos bancarios. Todos podrían ser candidatos para recibir parte del capital que busca un lugar estable y seguro en medio del caos financiero que se produciría si EE.UU. ve rebajada su calificación o, peor, de hecho dejase de pagar sus obligaciones. Ninguna de esas alternativas —o incluso todas ellas combinadas— probablemente sea capaz de cubrir el enorme papel de los bonos estadounidenses en los mercados financieros. Con US$ 9,7 billones (millones de millones) en circulación, el mercado de los títulos estadounidenses es uno de los de mayor liquidez del mundo. La deuda del Tesoro representó 95% del total emitido de valores de renta fija en EE.UU. en 2010 y constituye el grueso de los activos estadounidenses con calificación AAA México. La Jornada EEUU: deuda y debilidad La ausencia de un acuerdo político entre republicanos y demócratas en Estados Unidos sobre la ampliación del techo de endeudamiento para el gobierno de ese país –a efecto de evitar una declaratoria de insolvencia por primera vez en la historia de la superpotencia–, ha extendido el temor a escala mundial. Hasta ahora, la única certeza es que los efectos de una suspensión de pagos de Washington tendría efectos devastadores sobre el sistema financiero internacional y haría prácticamente inevitable el inicio de una nueva recesión económica, en un momento en que muchos países siguen sintiendo los ramalazos de la crisis de 2008 y 2009. Ante esta perspectiva, el presidente Barack Obama pidió ayer a sus correligionarios y a los opositores actuar con responsabilidad y asumir un sacrificio compartido; aceptó la necesidad de adoptar medidas impopulares –como las derivadas del recorte presupuestario demandado por los republicanos–, pero sostuvo que la solución profunda al problema de la deuda y el déficit fiscal –indicadores que están en su punto más alto de los últimos 60 años– no se podrá lograr sin pedir a los estadunidenses más ricos que paguen su parte justa, o sin resolver los vacíos legales que dan a los intereses especiales y a grandes corporaciones ventajas fiscales que los estadunidenses de clase media no tienen. La postura del mandatario resulta acertada si se toma en cuenta que el elevado nivel de endeudamiento en Estados Unidos –que alcanza ya 70 por ciento de su producto interno bruto– se explica en buena medida por la persistencia de elementos e inercias que los republicanos se empeñan en defender: la espiral de recortes a los impuestos de los ricos, inaugurada por el régimen conservador de Ronald Reagan y redimensionada por el gobierno de George W. Bush; el exorbitante gasto derivado del espíritu belicista y colonialista de Washington, que en la década pasada se ha involucrado en dos guerras –Irak y Afganistán– injustificables desde el punto de vista humanitario y costosísimas desde el económico, así como la persistencia de programas de rescates a los grandes capitales a cargo del erario, como los puestos en marcha durante la pasada crisis económica, que fue sobre todo resultado del libertinaje que impera en Wall Street. Ahora, ante la evidencia del descontrol provocado por el derroche y la irracionalidad de las recientes administraciones estadunidenses, y ante la manifiesta necesidad de corregir un problema que se ha vuelto estructural en la economía de ese país, a los republicanos no se les ocurre otra solución que sacrificar a la mayoría de la población mediante los recortes al gasto público y la defensa de los privilegios de los grandes capitales, y colocan, con ello, a la administración Obama ante una disyuntiva indeseable: ser la primera en la historia en incurrir en la suspensión de pagos o lidiar con el amplio y justificado descontento de las mayorías sacrificadas y con el consecuente costo político. Se asiste, pues, a la confirmación del conflicto en que se encuentra la actual presidencia estadunidense: a pesar del fortalecimiento que implicó para ella la captura y muerte de Osama Bin Laden, y no obstante las concesiones que Barack Obama ha hecho a los halcones de Washington y a los integrantes del complejo militar-industrial y del lobby financiero de ese país, el bando opositor no parece dispuesto a ceder un ápice en su postura, y complica peligrosamente las negociaciones que se desarrollan en estas horas decisivas. LA JORNADA. 17-7-2011 EEUU. The Wal Street Journal ¿Qué podría reemplazar a los bonos del Tesoro estadounidense como refugio? Matt Phillips Los bonos del Tesoro estadounidense han sido desde hace tiempo el confiable colchón bajo el cual los inversionistas inquietos guardan su dinero. Ahora, a medida que se acerca el plazo del 2 de agosto para incrementar el límite de la deuda de Estados Unidos y las agencias de calificación de riesgo emiten advertencias sobre su crédito, algunos en Wall Street se preguntan a dónde podrán ir los inversionistas si el peor de los escenarios se materializa. Oro, bonos alemanes, depósitos bancarios. Todos podrían ser candidatos para recibir parte del capital que busca un lugar estable y seguro en medio del caos financiero que se produciría si EE.UU. ve rebajada su calificación o, peor, de hecho dejase de pagar sus obligaciones. Ninguna de esas alternativas —o incluso todas ellas combinadas— probablemente sea capaz de cubrir el enorme papel de los bonos estadounidenses en los mercados financieros. Con US$ 9,7 billones (millones de millones) en circulación, el mercado de los títulos estadounidenses es uno de los de mayor liquidez del mundo. La deuda del Tesoro representó 95% del total emitido de valores de renta fija en EE.UU. en 2010 y constituye el grueso de los activos estadounidenses con calificación AAA, según Barclays Capital. Los bonos del Tesoro estadounidense son todavía el refugio preferido; el rendimiento de un papel a 10 años es de alrededor de 3%, históricamente un nivel muy bajo y una señal de que hay todavía una alta demanda por estos títulos a pesar de la inquietudes. (Los precios de los bonos y sus rendimientos se mueven en direcciones opuestas). Frecuentemente se los considera "libre de riesgos" por los actores de los mercados financieros, lo que los convierte en un destino favorito cuando el mercado bursátil se debilita. "En un escenario habitual sin riesgos, los inversionistas habitualmente irían a buscar cobertura en los bonos del Tesoro. En este caso, sin embargo, el estatus de los títulos estadounidenses como ‘libres de riesgo’ sería cuestionado", dice Bill Eigen, administrador de portafolio de J.P. Morgan Strategic Income Opportunities Fund, que tenía US$14.200 millones en activos el 30 de abril. "En ese caso, los precios de los bonos del Tesoro podrían caer precipitadamente y los inversionistas probablemente irían a buscar resguardo en activos físicos como el oro". Dado sus limitados usos industriales, el oro ha sido considerado desde hace mucho un activo financiero que ofrece a los inversionistas una cobertura contra la inflación. Los precios del oro generalmente han subido en tiempos de inestabilidad política, económica o en el mercado. Desde que la crisis financiera golpeó en 2008, los precios del metal se han disparado. En 2010, los precios del oro saltaron 30% y en lo que va del año lo han hecho otro 12%. Sin embargo, no todos pueden poseer oro. Algunos gestores de dinero tienen órdenes que les exigen que tengan bonos de países con excelentes calificaciones crediticias. Para ellos, comprar deuda alemana con calificación triple A podría ser una opción. Alemania ha tomado mucho dinero prestado. Su deuda total en circulación llegó a US$ 1,4 billones en 2010, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Eso implica que hay un suministro decente de bonos para comprar, en caso de que los inversionistas o los gestores de dinero tengan la flexibilidad para comprarlos. Al mismo tiempo, Alemania tiene una gran reputación como prestatario. "La mayoría de la gente ve a Alemania, a largo plazo, como probablemente el emisor grande más financieramente conservador", señala Mike Schumacher, jefe de estrategias de tasas de interés de los países del G-10 en UBS, donde ha recomendado comprar bonos alemanes, en parte debido a sus características como una jugada segura que podría ofrecer protección contra una cesación de pagos de EE.UU. "No pensamos que vaya a ocurrir (una cesación de pagos). Pero podría pasar, y la probabilidad de ello ha subido muy claramente en las últimas semanas", opina. Parte de la razón por la que los mercados parecen tan seguros de que no ocurrirá una cesación de pagos de EE.UU. es que las consecuencias de un hecho así probablemente serían muy severas. Los mercados financieros sugieren que los inversionistas no están preocupados. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a corto plazo siguen cerca de cero. Los inversionistas siguen demandándolos pero su oferta se ha reducido a medida que el gobierno intenta crear cierta flexibilidad financiera y busca demorar que se llegue al techo de deuda. La semana pasada también se vio una robusta demanda en las subastas de los títulos a mayor plazo, en la primera serie de estas ventas desde que la Reserva Federal terminó su programa de compra de bonos. E incluso si los títulos estadounidenses fueran rebajados por debajo de AAA, algunos inversionistas dicen que es posible que los reguladores de todo el mundo modifiquen las reglas para evitar cualquier venta forzada o grandes incrementos en los requisitos de capital o colateral. Los inversionistas que buscan seguridad podrían volcarse a los bonos del Tesoro que vencen en menos de un año, afirman algunos. Como quienes los compran no reciben intereses, no hay riesgo de que un pago no sea cumplido. En cambio, estos papeles se venden con un descuento respecto a su valor nominal. Y los inversionistas obtienen ganancias provenientes de la diferencia entre el precio de compra más barato y su valor nominal, que es pagado cuando vencen. Quienes buscan seguridad posiblemente compren bonos que vencen después de agosto, que es el mes de mayor riesgo para cualquier turbulencia en el mercado de bonos del Tesoro estadounidense. La apuesta esencial del mercado parece ser que el shock financiero que implicaría cualquier tipo de cesación de pagos obligaría a los políticos de Washington a subir el límite de deuda y a cumplir con cualquier pago que no se hubiese realizado. THE WALL STREET JOURNAL. 17-7-2011